Es difícil acostumbrarte a la idea de que todo ha cambiado, es por eso que cometemos errores que afectan a nuestro propio ser.
Lo escuchaba, su voz hablándome animadamente mientras yo le veía a unos pocos metros de distancia. Como un sonámbulo esa mañana había ido a su hogar, presentándome como si nada hubiese pasado. Me había pedido acompañarle y yo había accedido, veía cómo le hacían un nuevo corte y mi mente empezó a enviarme las señales inequívocas de saber la situación en la que estaba.
-¿Crees que es una buena idea? -Asentí y traté de sonreír. Es irónico saber que puedes estar muriéndote lentamente y al mundo le importa tan poco que nadie a tu alrededor podría notarlo -Umm, el profesor dice que tengo futuro... así que por eso me gustaría seguir en ello...
Yosabía que llegaría lejos si se lo proponía, en el tiempo que llevaba de conocerlo había visto que era trabajador y serio en lo que hacía.
'No necesitas hacerte esto' decía esa voz en mi interior, 'Sólo estás atormentándote' y era cierto. Pero no podía evitarlo. No quería dejarlo ir, no quería dejar de verlo dejando que todo se desvaneciera en el aire. Pero sentí la opresión en mi pecho mientras él hablaba de sus planes, sabiendo que yo ya no formaría más parte de ellos. Y algo moría en mí lentamente. Sentí las lágrimas acumularse en mis ojos. Esta vez no las dejé escapar. Nunca he sido de las personas que lloran fácilmente, pero tampoco había estado enamorado antes.
De repente todo parecía tan carente de sentido. Así que de esa manera te sentías cuando tenías el corazón roto. Pero aunque fuese una tortura continué con aquel comportamiento, tratando de mantenerme a su lado tanto como me fuese posible.
Cuando el estilista terminó con su trabajo él se levantó y se acercó a mí. Yo le seguí afuera como si fuese lo más natural del mundo.
-Debo ir por unas cosas a mi casa... -Informó mientras caminábamos. Su hogar estaba cerca, apenas a la vuelta de la esquina, así que no tomó demasiado, de hecho mi propia casa estaba no muy lejos de allí, unas cuantas cuadras después. Entró y mientras esperaba recargado en la barda, un hombre se acercó a mí. Era uno de los vecinos, tenía un negocio allí y me conocía desde que había empezado a salir con Adrien porque solía trabajar para él y yo iba a esperarlo en las tardes para ir a algún lugar.
Me extendió sus callosas manos mientras entablaba una breve conversación conmigo.
-¿Has venido a buscar a tu novio? -Preguntó y quise sonreír, pero ninguno de los músculos de mi rostro quiso responder a mi orden.
-Ah... él ya no es ... -Captó enseguida lo que yo quería decir y como para ahorrarme el bochcorno de la conversación decidió cortar mi frase a medias.
-No te preocupes, yo creo que regresarán pronto... -Dijo despidiéndose casi a instante. Quise creer en sus palabras, pero sabía lo inútil que era mantener esperanzas vanas.
Metí las manos en mis bolsillos justo cuando Adrien salió de nuevo a mi encuentro.
Después de eso, todo fue como siempre, una tarde tranquila en su compañía, viendo cosas que me distrajeron de aquel dolor que estaba esperando el momento en el que nos separáramos para atacarme sin piedad.
Porque una vez que estuve solo en mi habitación solo sentía ganas de dejar escapar todas esas lágrimas que había detenido desde el primer momento en el que lo vi aquel día. Era inútil, lo sabía. Debía detenerme. Lo sabía, pero contrario a ello, creía que si no podía ser nada más para él, sería su amigo, sería su confidente, sería lo que él quisiera que fuese.