Si las clases no hubiesen empezado, habría seguido en aquel espiral autodestructivo y habría acabado conmigo tan pronto que ni siquiera lo hubiese notado. Estando en clases podía concentrarme en ello, pero cuando salía del aula mi mente no podía sino repetir en mi imaginación escenas que no quería olvidar. Malas y buenas. Todo estaba repitiéndose en mi mente, haciéndome sufrir.
Iba en el autobus camino a mi departamento. Mi escuela en realidad estaba en una ciudad no muy lejana, por lo que ver a Adrien era imposible en toda la semana. De algún modo esperé que aquello me ayudara a sobrellevar las cosas. Pero no fue así. Todo empezó a volverse más pesado, todo perdió su color. Yo simplemente ya no quería seguir. No tenía ganas de seguir con nada. Pero me obligué a enfrentarme a eso. Me obligué a continuar a pesar de que sentía que nada valía la pena.
-Zahid ¿estás escuchándome? -Observé al dueño de aquella voz conocida y noté su mirada insistente.
-No, lo siento ¿Qué decías?
-Ese chico de tu clase, se la pasa viéndote todo el tiempo- Ah, si, lo recordaba, lo había notado muchas veces. No me había percatado de su presencia hasta el semestre anterior cuando empezó a hablar conmigo. Teníamos una relación medianamente amistosa, era una persona callada, así que tampoco éramos los mejores amigos.
-Ah, si... -Busqué con la mirada porque sabía que seguro lo decía porque también estaba allí.
-¿Cómo se llama? -Preguntó en un susurro, de hecho había estado hablando bajo, para evitar que alguien lo escuchara aparte de quienes estaban lo suficientemente cerca.
-Engel... -Respondí sin ganas y revisé los mensajes en mi celular. Me habría dado un golpe por eso. Era la costumbre. Cuando acababa de mudarme a aquella pequeña ciudad para estudiar un par de años atrás estaba en el mejor momento de mi relación con Adrien. Recordaba claramente el día en que nos habíamos despedido la primera vez que tomé el transporte para marcharme un lunes en la madrugada. Sonreíamos como la pareja enamorada que éramos. Me había dado un fugaz beso y yo le había dicho adiós efusivamente desde la ventanilla de mi asiento. Desde ese día, los mensajes llegaban a todas horas, buenos días, buenas noches, escribíamos tanto, pero como todo, no duraría eternamente. Con mis obligaciones los mensajes empezaron a ser menos, pero nunca habían dejado de llegar, no hasta ahora.
Mi amigo me miró por un momento y luego continuo hablándome acerca de aquel asunto -Creo que le gustas -Dijo y no pude responderle nada. No estaba seguro de ello, pero tenía claramente una mirada insistente.
Fue hasta el día siguiente que lo encontré de frente nuevamente, parecía haber estado esperando a que saliese de los baños y cuando me vio me habló para evitar que me fuese. Solo faltaba una clase y miré en dirección a las aulas antes de prestarle atención.
-Había estado esperando hablarte desde hace unos días -Dijo con una voz que no parecía la suya, producto de los nervios. Hablaba más bajo, incluso podía sentir un ligero temblor en sus palabras. Lo supe y quise detenerlo. No quería escuchar sus palabras en ese momento.
-Las clases están por comenzar... Debo irme... -Dije de forma tal vez cortante, pero eso no lo detuvo. En realidad era un chico apuesto, diferente a Adrien, que quien con su cabello rubio y sus ojos cafés habían iluminado mi mundo, tenía una mirada profunda, sus ojos y melena azabache podían no ser un atributo llamativo por sí solos, pero tenía un rostro que llamaba la atención. Era más alto que yo y a pesar de ello en ese momento parecía totalmente vulnerable.
-Me gustas -Dijo tras tomar el valor para dejar escapar aquella simple y llana confesión.
Hubo un momento de silencio incómodo que pareció durar una eternidad.
-¿No puedes darme una oportunidad? -Fueron sus siguientes palabras y su mirada mostraba más de lo que yo hubiese querido captar en ella.
Quise decirle que no podía corresponder a esos pensamientos. Decirle que había alguien más a quien amaba pero las palabras nunca salieron. Sentí sus brazos rodearme y por un instante sentí ganas de llorar, de abandonarme en aquellos brazos temblorosos y sin darme cuenta respondí a su abrazo en silencio. La forma en la que me sujetaba contra su cuerpo era justo la sensación que necesitaba.
Lástima que quien deseaba me sostuviese de esa forma no volvería a hacerlo jamás.