"El nudo windsor"

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Tres años después...

Despierto, doy la vuelta y mi cuerpo impacta contra el suelo.

– ¡maldita sea! –gruño y toco mi cabeza. Pronto ahí se hallara un gran moretón.

Me siento, suspiro y adapto mis ojos a la luz que se filtra por mis mechones; echo mi melena hacia atrás, tomo una liga de mi muñeca y amarro mis rizos. De fondo suena Ed sheeraan y sonrío por el pequeño dolor entre mis muslos, me siento mirando al sofá y encuentro a mi marido todavía dormido, sonrío y paso mi índice por su rostro, el suspira, me busca con sus manos (esas manos que hicieron maravillas anoche) y mi mete divaga en la noche anterior.

Flashback

– ¿no iras a la habitación? –pregunta y me giro, tiene el traje azul perfectamente planchado, no entiendo como no se le hacen arrugas.

–tengo trabajo aquí, pero te alcanzare en un rato, mi vida–me acerco a él y le doy un beso en la barbilla. Él pone sus brazos alrededor de mi cintura y yo subo los míos a su cuello y se me acerca a besarme, tan lento que me duele horrores separarle.

–siempre dices lo mismo. Empiezo a pensar que ese escritorio es más atractivo que tu querido esposo–dice con ironía. Y luego me mira riendo.

Es el hombre más atractivo que he visto, incluso cuando se ríe, su expresión es mágica, tanto que encapsula ese pequeño momento. El sigue riendo pero mi boca se estampa en la suya y detiene su momento agradable.

Me besa más apasionante, aferrando su agarre en mi cintura y haciendo que mis piernas suban a su cadera y mi camisón se resbale por mis muslos, dejando ver mis braguitas negras.

Separa su boca y me mira estudiándome. Luego vuelve a besarme y muerdo sus labios, su miembro inicia su presión contra la tela de su pantalón y mi cuerpo sigue reaccionando como si fuera la primera vez.

Me suelta en el sillón y le sonrío mientras el quita su pantalón, me levanto y comienzo a quitar los botones de su camisa rápido, como si de eso dependiera mi vida. Nuestras respiraciones son entrecortadas y mi cuerpo pide a gritos tenerle sin ropa. Su camisa desaparece al igual que mi camisón, su pantalón sigue el camino al suelo como el resto hasta que los dos estamos completamente desnudos, nuestras manos investigan nuestros cuerpos, yo curioseado el de él y el con sus manos concentradas en mis senos, que se ponen rígidos con cada caricia. Gimo y de un momento a otro mi espalda se pega contra la pared, su mano baja hasta dejarla en mi sexo, sumerge dos dedos y mi gemido es guardado en su boca hasta que la vuelve a sacarla.

– ¿tu escritorio hace que te mojes de esta forma? –pregunta y niego mordiendo su labio inferior. El me sonríe ganador y vuelve a unir mis labios con los suyos.

Su glande roza mi vulva y jadeo. Lo roza un poco más y sin previo aviso me penetra, tan dentro que siento que tocara mi ombligo, gimo, el besa mi cuello y vuelve a embestirme.

–Te amo con locura–susurra y vuelve a embestir fuerte, suelta el aire entre dientes y vuelve a hacerlo.

Mis piernas se envuelven en su cadera y el sigue, invencible, implacable, fuerte, como si me necesitara tanto como yo a él y sé que lo es. Me ama tanto como yo a él.

Sigue embistiendo y me abraza, tratando (inexplicablemente) de unirme más a él, más aun de cómo estamos. Sus labios buscan los míos y nuestra saliva se mezcla con el sudor y los gemidos que soltamos. Amo a este hombre y no dejare de amarlo nunca en la vida.

Mi clímax se acerca y mis uñas se aferran a sus hombros y me dejo ir, entregándome al amor de mis días. Sus embestidas se detienen y siento como el líquido caliente baja por mis muslos, pega su frente contra mi clavícula y suspiramos cuando nuestros cuerpos se relajan.

Picante sabor de adoraciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora