Capítulo 23.

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-En... mi... amigo... que dejé en California -inventé.
-¿Qué clase de amigo? Cualquiera podría enamorarse de un amigo -inquirió.
-Enamoramiento no, Ian -especifiqué de nuevo, Tom sólo se mantenía en silencio pero atento-. Y es... un amigo, amm... cercano y... -me estrujaba los sesos para poder seguir poniéndole palabras a mi mentira- Y... a una amiga también le gusta, entonces...
-Tienes miedo de perder la amistad de tu amiga por haberte fijado en el mismo chico que ella -completó Ian.
-¡Exacto!
-Bueno y, ¿quién se fijó primero en el chico?
-Ella -musité, con pesar.
-Pero tú ya te fuiste de California, ya no importa o ¿sí? -dijo Tom, quien había estado como una estatua hasta ahora.
-Eemm... -murmuré.
-Igual yo creo que lo hubieras hablado con tu amiga, en vez de especular tú sola las cosas y castigarte a ti misma -interrumpió Ian-. Digo, no era su novio y ella no era tu mejor amiga -se encogió de hombros.
Me solté a reír y ambos me miraron. Si Ian supiera a quién me refería ni siquiera habría dicho lo último.
-¿Qué es gracioso? -preguntó Tom.
-Nada, sólo que... nada -manoteé con la mano restándole importancia.
-¡Mira, ______! -me dijo Ian- ¿Ese lugar no te parece ideal para una fotografía? -apuntó hacía un edificio al lado de un canal que se extendía magnífico por el este.
-Qué buen gusto tienes Ian -concordé-. Creo que le tomaré una.
Saqué con la mano libre la cámara de mi bolso y luego me quedé en silencio y sin actuar, tímida porque Ian aun mantenía su mano atada a la mía.
-Ian, creo que ______ necesita sus dos manos -farfulló Tom.
-Oh, cierto. Discúlpame -enrojeció un poco y soltó mi mano a la que inmediatamente le pegó el aire gélido del medio día.
Le sonreí y apunté el lente de la cámara hacía el monumento y saqué la fotografía.
-Un fiore per la ragazza? -musitó alguien detrás de mí.
Me giré y obtuve la imagen de una señora con un canasto de rosas rojas que le hablaba a Tom, mientras que Ian estaba distraído mirando las palomas.
Tom me miró y luego me sonrió. Entonces miró de nuevo a la señora.
-Quanto costa una? -preguntó.
-Un euro -dijo la señora.
-Dammi uno.
Ella le acercó la canasta y Tom escogió una rosa entre el puño y luego, sacó del bolsillo de su pantalón una pequeña moneda.
-Ecco -le dio la moneda y le sonrió.
-Grazie bel giovane -dijo la señora y luego me sonrió a mí para después alejarse e ir a ofrecerle sus flores a la demás gente.
No había aprendido aun italiano, pero al menos, ya estaba un poco más familiarizada con las palabras y pude entender la conversación entre Tom y la señora. Ella le había ofrecido una rosa, él le había comprado una. Simple. Seguro se la llevaría a Sharon.
-Ten -pero me la ofreció a mí y me dejó en blanco.
-¿Qué? -musité, torpe.
-Es para ti -dijo, como si hubiera adivinado mi pensamiento anterior.
-Gracias -tomé la flor entre mis manos y sentí que el rubor corrió por mis mejillas pintándolas, así que desvié mi rostro y miré a Ian, quien aún seguía entretenido observando el centenar de palomas que volaban en el cielo y otras que caminaban por el suelo de la plaza.
Alcé mi cámara y tomé una fotografía de su perfil justo en el momento exacto en que las palomas volaron. Una fotografía maravillosa. Ian me miró.
-Hey, pudiste haberme avisado -me dijo y yo reí.
-No, creo que saliste más lindo así.
Él se sonrojó de nuevo, y luego bajó la mirada percibiendo así la flor en mi mano.
-¿Y esa flor? -preguntó.
-Se la di yo -dijo Tom, con más orgullo del necesario.
-Rayos, entonces yo tengo que comprarte un ramo completo -bromeó.
-Lo haces parecer una competencia, Ian -dije, queriendo seguirle la broma, pero lo cierto era que dos hermosos ángeles estaban cortejándome y el tono casual en mi voz no era muy espléndido.
-Claro que no es una competencia -dijo él-, yo no estoy compitiendo con nadie; Tom no es un jugador, él ya tiene dueña -bromeó Ian, palmeándole la espalda a Tom.
Tom sólo sonrió, pero a esa sonrisa le hacía falta... ¿alegría?
-Me haces sentir como un trofeo -dije, haciendo un mohín.
-Non un trofeo. Tu sei una principessa bella e mi piace essere il vostro príncipe -musitó.
El rostro de Tom se endureció y su ceño se frunció ante las palabras que Ian había pronunciado. ¿Pero qué había dicho?
-Tell in spagnolo -le farfulló Tom.
-No, mi vergogno -musitó Ian.
-Qual è il tempo a flirtare con lei? Non capisce -el rostro de Tom se volvía serio y su voz no tenía ese tono amable.
-Perché so che gli piace l'accento italiano -Ian se encogió de hombros.
-Non vedo il punto -Tom se cruzó de brazos y luego me miró.
No sabía cuál era mi expresión, pero hasta sentía un signo de interrogación dibujado por encima de mi cabeza. Odiaba no entender nada.
-Ian dice que eres una bella princesa y que a él le gustaría ser tu príncipe -me dijo, pero parecía molesto.
-Stai zitto! -protestó Ian a Tom, enrojeciendo por completo.
Miré a Ian, enternecida.
-Qué lindo eres, Ian. Gracias -dije, y él enrojeció más. Sin embargo, Tom permanecía de brazos cruzados y con rostro duro.
La fierecilla apareció de pronto, bailando de alegría porque creía que lo que Tom tenía eran celos y aunque no quisiera aceptarlo, a mí también me gustaba la idea.

MANUAL DE LO PROHIBIDO. [ADAPTACIÓN] TOM KAULITZ Y TÚ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora