Capítulo 30.

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Cuando abrí, un ramo de rosas rojas le tapaba la cara a alguien y sólo divisé las viriles manos que lo sostenían. Todos nos quedamos observando, confundidos y curiosos, hasta que el ramo de rosas bajó y pude ver el bello rostro juvenil de Ian, sonriéndome.


-Hola -me dijo.
-Hola -musité, aun confundida.
-¿Puedo pasar? -preguntó.
-Adelante -animó Sharon, esperando ver la escenaque ya imaginaba.
Recordé las palabras de Bill de esta mañana, y meesforcé de veras por no sacarle provecho al asunto. Al menos no a propósito.
Ian condujo sus pies hasta quedar atrás de mí, yluego yo cerré la puerta, temiendo por lo que pudiera pasar a continuación.
-Ten. Es para ti -me dijo cuando le miré y meextendió el ramo.
No quería, pero no pude evitarlo y miré por lacolilla del ojo a Tom, quien tenía un ceño ligeramente fruncido. Luego aSharon, quien con ojos como platos contemplaba la escena, ajena a la expresiónde su novio y completamente emocionada; como de esas niñas que ven unespectáculo de navidad en primera fila y apenas pueden esperar para saludar alsujeto gordo vestido de Santa Claus.
-Gracias, Ian -tartamudeé, tomando el ramo.
-Te dije que lo haría y bueno, yo siempre cumplo -musitó.
Antes de que pudiera yo decirle algo, Sharon habló,pero para Tom.
-Oh, amor, eso me hizo recordar -dijo-. Gracias porla rosa -besó su mejilla.
Tom, desconcertado, frunció el ceño.
-¿Cuál rosa? -preguntó.
Oh, oh. Pensé.
El corazón se me aceleró en un intento de explotarde nerviosismo y las manos desprendieron un poco de sudor frío.
-¡Eh, Tom! -dije, adelantándome a la situación-. Larosa que le dejaste a Sharon ayer, como disculpa porque no pudiste venir,¿recuerdas? -rogaba por que Tom me siguiera la corriente y también porque no semolestara conmigo.
Miré de reojo a Ian, quien sabiamente guardabasilencio y su rostro me decía que trataba de comprender lo que estabasucediendo.
Los ojos de Tom me miraron, extraños. Fue unamirada que no supe describir, sus ojos algo me dijeron pero yo no entendí,estaba demasiado nerviosa como para ponerme a descifrar el mensaje que me gritaban.Luego de un silencio, Tom retiró su mirada de mí y le sonrió a Sharon.
-Sí, ya recuerdo -musitó-. De nada -dijo.
Suspiré de alivio.
Después de eso, Sharon volvió al ataque.
-Y Ian, ¿a qué se debe tan gran detalle con ______?-preguntó Shar, preparada quizá para la bulla.
-Emm... -tartamudeó.
-Porque somos excelentes amigos, ¿verdad, Ian? -interrumpí.
-Claro -dijo el interpelado.
-Chicos, les daremos privacidad. Ian y yo iremos ami habitación -tomé la mano de Ian mientras que con la otra aún sostenía elramo-. Vamos, Ian -lo llevé hasta mi cuarto, mientras que éste trataba decomprender mucho más todo lo que había ocurrido antes.
La mirada inquisidora de Sharon estaba a misespaldas y la de Tom, desconcertado, también nos seguía, hasta que nosdeshicimos de ambas al cerrar la puerta.
Cerré los ojos y suspiré.
-Dios... -murmuré, aliviada.
-¿Qué acaba de ocurrir allá afuera? -preguntó, Ian.
Le miré y suspiré de nuevo, era hora de contarletodo.
-Tenemos que hablar, Ian -dije y le hice seña deque se sentara sobre la cama entre tanto que yo me sentaba a su lado y ponía elramo sobre la almohada.
-¿Qué pasa? -preguntó, inquieto.
-¿Recuerdas ayer cuando te dije que si alguna vezte había gustado alguien prohibido? -inquirí, en voz baja.
Él asintió.
-Bueno... -guardé silencio por un minuto, mientrasque los ojos azules de Ian esperaban que siguiera hablando- Creo que estoyenamorada de Tom -admití, casi con un hilo de voz.
-¡¿Qué tú qué?! -farfulló.
-¡Shhh! -exclamé, para que bajara su tono de voz-. Billme hizo darme cuenta de ello.
-Pero es el novio de Sharon, y ella es tu mejoramiga -musitó, con un leve tono de desesperación.
-¿Y crees que no lo sé? -dije, triste- Pero uno nodecide de quién enamorarse -cité, lo que hace unas horas había aprendido de Bill.
-¿Y lo de la rosa?
-Bueno, Sharon llegó ayer y la vio tendida sobre lamesa de centro, me preguntó que si fuiste tú quien me la había dado y dije queno, ya sabes, no quería que empezara a especular más de lo que ya lo hace;entonces le dije que era Tom quien se la había dejado a ella, porque no podíadecirle que su novio me la había dado a mí -expliqué.
-Eres una gran amiga, ______ -me acarició elhombro.
-Claro que no, ¿qué clase de amiga se enamora delnovio de su mejor amiga? -dije, en un chillido ahogado.
-Bueno, exceptuando eso. Entonces, ¿te molesta queyo...? Ya sabes.
-Ian, no quiero usarte para darle celos a Tom -bajéla cabeza.
-No siento que me uses. Aunque Tom sí se poneceloso, cosa que no debería.
-Eres un gran amigo para mí, Ian. Es así como yo teveo. Discúlpame.
-No tienes que pedir perdón por eso, _____ -sonrió-.Eres muy linda, claro, pero también eres una amiga para mí.
-Gracias, Ian.
-¿Y ahora qué piensas hacer? -me preguntó.
-Trato de ignorar a Tom.
-¿Por eso no le abriste la puerta? -rió.
-¿Cómo sabes eso?
-Mi tía me dijo que lo vio sentado allá afuera,como si esperara.
Suspiré.
-No siempre podrás evitarlo, _____ -me dijo.
-Ya lo sé.
-¿Sabes? A lo mejor no es enamoramiento,simplemente es... deslumbramiento muy profundo -trató de animarme.
-¿Qué diferencia hay?
-Que en uno estás enamorada, en el otro no -rió,pero su broma no provocó nada en mí e inmediatamente volvió a la seriedad-.Cuando me necesites, sabes que voy a estar allí -me acarició la rodilla.
-Gracias, Ian. En serio, gracias.
Una vez aclaradas las cosas, Ian y yo pasamos elrato riéndonos, aunque mi risa no fuera con mucho sentido.
-Creo que ya es hora de irme. No quiero perderme lacena -dijo Ian, sobándose la panza.
-Está bien. Ojala podamos vernos mañana -sonreí.
-Claro.
Me paré para abrir la puerta de mi habitación y Ianme siguió. En cuanto la madera me dejó ver la escena exterior, deseé cerrarlade nuevo de un solo portazo. ¿Cuántas veces se necesitaba ver la escena amorosaentre Tom y Sharon para que mi corazón se rompiera por completo? Me paré enseco e Ian detrás de mí. Tom y Sharon se separaron y sus bocas volvieron a serdos. Algo dentro tironeó mi corazón. 

MANUAL DE LO PROHIBIDO. [ADAPTACIÓN] TOM KAULITZ Y TÚ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora