Ser famoso es más duro de lo que parece, o al menos eso jura Sky Gideon, que lo ha intentado todo para conseguir que los fans y la prensa la dejen tranquila de una vez.
Para Daniel, la fama no resulta difícil en absoluto: vive haciendo lo que le...
¡Hoola! Allá vamos con la historia. Espero que os guste :)
Prólogo.
La multitud gritaba enloquecida. Frente a ese escenario al aire libre se encontraban miles y miles de personas que coreaban y cantaban las canciones de su cantante favorito.
Daniel, con su guitarra, permanecía en el centro del escenario. Su música resonaba por todos los rincones en el que, hasta ese momento, estaba resultando su mejor concierto. Cada frase que salía de sus labios hacía que su público se estremeciera y se emocionara con él. Daniel cerró los ojos al cantar un verso de una canción que, tiempo atrás, había compuesto para ella. Eso resultó particularmente doloroso y así lo expresó con su voz al entonar las palabras.
El público lo miraba y se formó un extraño silencio. Por un segundo él se sintió como si todos pudieran entenderlo, como si compartieran sus sentimientos. Como si lo comprendieran.
El muchacho abrió sus ojos verdes de nuevo. Su mano derecha rasgueaba las cuerdas de la guitarra con suavidad, acariciándola, pero se detuvo en el mismo momento en el que él se fijó en algo, en alguien. Había una persona entre el público en la que él no había reparado hasta ese momento y cuando la vio se quedó sin aliento. Sus palabras dejaron de salir y la guitarra dejó de producir música. Los chicos que formaban su banda siguieron tocando tan sólo hasta darse cuenta de que él se había detenido, que Daniel ya no hacía nada.
Las luces seguían iluminando el escenario, pese a no ser noche aún, y el micrófono resonó con fuerza cuando cayó entre los dedos de ese muchacho, golpeándose con el suelo. La mayoría del público no se había dado cuenta de lo que estaba sucediendo y comenzaron a gritar, confusos, que querían que la música siguiera.
Pero Daniel no escuchó. Frente a todas esas personas que lo amaban y aclamaban, él se descolgó su amada guitarra del hombro y abandonó el escenario.
Entre el público, sin importarle por primera vez que la gente la viera, una muchacha sentía mil lágrimas correr por sus mejillas.
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