Capítulo I

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CAPÍTULO I

El pulular de la gente estaba hasta al borde en la estación del Tren, solo faltaban unos escasos 2 minutos para que hiciera su habitual parada de las 7:30 am y aun me encontraba caminado por las húmedas calles de Silver Street para luego ir a la estación.
Acelero mis pasos rítmicamente y agradezco mil veces a Ángela por regalarme mis nuevas Nike. Con euforia bajo las escaleras eléctricas y logro ver el vagón del tren a escasos segundos a cerrarse.

—¡No te cierres, no te cierres!

Maldigo mi falta de voluntad por no levantarme a tiempo y maldigo al mecánico por demorar tanto en la reparación de mi auto. Y todo por no aceptar el aventón a Ángela y Ángel. Ambos hermanos mellizos con un parecido irrefutable. Aunque ellos (principalmente Ángel) digan lo contrario. Creo que lo estupendo es que ambos no son del mismo sexo. De  ser así, sí que sería un gran lío reconocerlos. Ambos son mis amigos desde el sexto grado, nuestras madres siempre nos decían que éramos los tres mosqueteros. Muy casual, ¿no?

Y mucho mejor es que solo vivimos a unos quince minutos de distancia. ¿Podría tener yo mejores amigos que ellos? Lo dudo. Tengo mucha suerte de tenerlos y lo mejor es que son hermanos y no tendría que liar con ellos en cuanto a extremas peleas entre amigos, por el simple hecho de que son familia.

Entre empujones y fuertes pisotones de la gente, logro entrar al tren y siento como mi corazón vuelve a su tranquilo ritmo cardíaco lentamente.

—¡Lo logré Ángela!—digo de forma victoriosa. Y dos señoras de edad avanzada murmuran entre sí al verme hablar conmigo misma. De seguro creerán que mis sentidos no están para nada bien.

Llego a mi destino y avanzo unas cuantas cuadras para luego mostrar mi carnet de identificación al Señor Villalobos. Avanzo por el pequeño sendero de cemento y barandales de madera para dar hacia mi sección. Ni si quiera podía tocar la madera, ya que la temprana lluvia aun la hacía sentir húmeda y fría. Entro a mi edificio correspondiente y alguien hala de mi brazo.

—Tu si que quieres causar sensación con ese escote. ¿Desde el primer día quieres causar sensación eh?

Doy un leve empujón a mi mejor amiga por su ridículo, pero cierto cumplido.  Llevo puesto una linda blusa lace up con un escote de "no acto para cardiacos". Sin embargo, era eso o ir con una mezclilla sucia del día pasado, a causa de haber olvidado por completo que hoy iniciaba mi segundo cuatrimestre de la Universidad.

¿Como pude haber olvidado hacer la colada de estos días?

—Ángela, no está tan mal—Mentí y sentí como el flujo de mi sangre daba un leve color rojo a mis mejillas.

—Tus mejillas están algo rosadas, casi nadie lo notaría, pero lo bueno es que yo sí.

Maldigo mis reveladores pómulos por un momento, veo mi Rolex de mano y siento como mi piel se eriza al ver la hora.

—¡Mierda, estoy atrasada por diez minutos!

—¡Corre, corre! No vaya ser que Don Puntual ni si quiera deje asomar tu cabeza por la puerta.

Mi amiga rió por mi expresión, pero no compartí ni un poco su sentido del humor. En un rápido abrazo me despido de mi mejor amiga y entro a mi clase de psicología e inteligencia integral.

Avanzo rápidamente con tal de evitar la mirada de todos y busco la primera banca que está libre. ¡Perfecto, en la primera línea! [Nótese el sarcasmo]

—Como bien sabemos, el ser humano tiene una emoción muy particular y ese es el...—Dominic paró su discurso. Y por inercia propia todos miramos hacia atrás. Había captado a Thiago e Ízan platicando como si no existiese nadie a su alrededor.

Sumergida Tempestad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora