CAPÍTULO 2

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Me quedé quieta, helada, mirando la pared lisa. Sin ninguna compuerta secreta, ni ninguna doncella.             
Escuché a los hombre entrar, gritando órdenes a diestra y siniestra. Me giré cuando lo escuché tras de mí, y efectivamente, un hombre alto y fornido estaba parado justo detrás de mí, con una pistola en cada mano. Al mirarme allí, sola e indefensa bajó las armas y soltó una carcajada.       
- Miren, la pobre princesa en peligro. Díganos, su majestad, ¿Dónde está su príncipe en armadura de plata? -  Dijo con sorna, seguido de esto soltó otra carcajada. Los demás hombres rieron con él, sus risas llenaban los espacios vacíos de la habitación, me hacían estremecer.
- No necesito un príncipe. - Bramo, todos guardan silencio de repente. El hombre me mira, enojado, con el rostro enrojecido y la mirada penetrante, como si quisiera hacerme daño con solo mirarme. Entonces me arrepentí de mostrar mi valentía, si bien era bueno hacerlo no era bueno demostrarlo en algunas situaciones. Como en las situaciones donde estaba en desventaja, cinco hombres contra mí. No estaba Inahí para defenderme, ni Shawn para ayudarme a luchar. Ya ni siquiera tenía a Sacie para poder contar con ella. Estaba sola, pero no importaba, ellos estaban a salvo.      
- No sé quién te educó, pero es de mala educación interrumpir a alguien cuando habla. - Se acercó a mí, yo retrocedí instintivamente, causando algunas risas sueltas en los hombres que me rodeaban. El hombre se acercó más y me tomó el rostro con una mano, dejando una pistola en su fonda. Apretó mis mejillas con brusquedad y comenzó a mover mi rostro mientras lo apretaba con fuerza. - Creo que debemos enseñarte algunas cosas, princesita. ¿Ustedes qué opinan? ¿Han educado a una princesa antes? - Entendí que no se refería a darme una lección moral.  
- No, nunca. Me gustaría estrenarla. - Balbuceaban algunos, otros solo asentían mientras llevaban sus manos a sus partes íntimas y apretaban con fuerza, como si estuvieran imaginando lo que iban a hacerme. 
- ¡Mírenla! La pobre va a llorar. ¿Quieres a tu madre? - El miedo se apoderó de mí, el solo hecho de pensar en lo que esos hombres podían hacerme me hizo sentir sucia. El hombre se acercó, su fétido aliento chocó contra mi mejilla, entonces guardó la otra pistola y, con brusquedad me giró y me pegó contra la pared, estampando mi cabeza en la pared. Sentí una descarga en todo el cuerpo seguida de otras más leves en la cabeza. - Es hora de que aprendas. - Murmuraba el hombre en mi oído. "Es hora de que aprendas. Es hora de que aprendas".

- Es hora de que aprendas. No puedes seguir faltándole el respeto a tu rey. - Gruñó mi padre mientras se sacaba el cinturón lentamente.
- Mamá... - Sollocé, pero ella seguía sin hacerme caso, estaba sentada en un taburete leyendo un libro, o pretendiendo leer. En realidad solo lo sostenía mientras me miraba de reojo. Si no quería perderse el espectáculo ¿qué más daba mirar?            
- Es hora de que aprendas, es hora de que aprendas quién es el rey aquí... - Entonces, levantó el cinturón en el aire con todas sus fuerzas y lo dejó caer en mi espalda. Grité, el dolor comenzó a propagarse por mi cuerpo como agua hirviendo.           
Mi padre no dejaba de repetir las mismas palabras, "Es hora de que aprendas; es hora de que aprendas". Entonces el miedo se apoderó de mí, paralizándome.      
No estaba aprendiendo, y si no aprendía esta situación podría volver a repetirse. Debía aprender, los golpes te hacen aprender.    
Entonces sonó otro, y otro más. El dolor era insoportable, sentí una picazón y un calor intenso, como si mi piel estuviera ardiendo y yo aún siguiera vivo. Las lágrimas salían a borbotones de mis ojos sin poder hacer nada, quería correr o sujetarme a algo para poder hacer esto más soportable, pero no podía.  
El miedo me había paralizado por completo, todos los sentidos. La vista se me había nublado por las lágrimas, no lograba escuchar nada más que un sonido chillante en mis oídos y tampoco podía hablar, estaba paralizado, no podía moverme y tenía un extraño sabor metálico en la boca.     
Comencè a ver sangre en el suelo, no pude moverme, no sabía de dónde me estaba saliendo sangre, si donde me pegaban era en la espalda. Yo solo sentía cada golpe como una advertencia, una advertencia de que si no me portaba bien me iban a seguir azotando.
«Esto es mejor que los azotes públicos.» Pensé, pero no era verdad. A los que azotaban públicamente eran adultos, podían soportarlo mejor. A excepción de Illonee, allí habían azotado a una niña.          
Todo se convertía en negro, la cabeza me daba vueltas y las manchas rojas se tornaban oscuras con cada golpe. 
Entonces me sentí cayendo, flotando antes de mi dura caída con el suelo. Dejé de sentir todo el cuerpo y cerré los ojos.

- ¡ALTO! - Gritó alguien, justo cuando el hombre comenzaba a levantar la falda de mi vestido. - Soltadla.            
El hombre me soltó, me giré rápidamente y miré a Cannae que caminaba con paso decidido hasta mí.         
Yo traté de retroceder pero no pude, ya estaba pegada en la pared, entonces él me acunó el rostro con una mano y me abrazó. Yo no podía moverme, estaba rígida e inflexible. No lograba entender qué estaba sucediendo.   
- No pasa nada Cannae, todo estará bien. - Dijo, abrazándome. Sentí mi corazón latiendo demasiado rápido, quería salirse de mi pecho e irse corriendo. Yo también quería hacerlo.  
Entonces Cannae se giró bruscamente haciéndome tropezar y caer, se acercó al hombre que trató de abusar de mí y lo abofeteó con tal fuerza que retumbó en toda la habitación. Cuando el hombre se incorporó de nuevo, rojo por la ira, Cannae volvió a abofetearlo con más dureza que el hombre ya no pudo levantarse.      
- Debes entender, aprender quién es el que manda aquí. - Gritó molesto. Me levanté del suelo con la espalda pegada a la pared, mi cabello ya se había salido de las horquillas y ahora estaba despeinada con el cabello alborotado y el vestido sucio. Descalza y también había perdido la corona.        
- ¡Señor! - Gritó uno de los hombres que venía con él. Cannae no reaccionaba, se había quedado perdido en el cuerpo del hombre, este no se movía. No estaba muerto pero seguramente Cannae le había dado tan duro como para desmayarlo.           
Ya no entendía nada, todos mis instintos me pedían a gritos que corriera, que me fuera cuando podía pero me quedé. Quería quedarme a ver algo que nunca había visto.         
Al fin había encontrado el secreto de Cannae, no es mentira que todos tienen secretos, que todos los secretos están resguardados por un demonio. Y al fin había encontrado los demonios de Cannae.

Y debía hacerlos salir. A como diera lugar.

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⏰ Última actualización: Sep 13, 2021 ⏰

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LA MALDICIÓN DE LA PRINCESA. #2SecretosRealesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora