Capítulo 5.

31 7 26
                                    


No quería dejar de observarlo. En realidad, no podía. Le temía a ese momento como a pocos en su larga vida. Sabia bien lo que vendría después, sabia  bien lo que le esperaba.

Soledad. Absoluta, silenciosa, dolorosa, eterna.

Graciel empezó a cerrar los ojos nuevamente,y él una vez más se lo impidió.

-No te duermas...no me dejes-le rogó.

¿Ahora rogaba? ¿Suplicaba?¿Solo eso quedaba del príncipe de la oscuridad?Un remedo de si mismo,una criatura patética.

Quizás.

-Ya no puedo-murmuró su ultimo aliado-Ya no tengo fuerzas-.

Brotó una lagrima...¿Que mas daba? no había quien atestiguara de ella.

-Por favor Graciel...resiste...Te ordeno que lo hagas-dijo levantando la voz al final. Pero esa orden sonó ridícula, salpicada de lagrimas y articulada en una suplica-.

Graciel sonrió ¿Su desesperación se le hacia graciosa?.

-No podre obedecerte esta vez...A los muertos se les permite ser desobedientes-le dijo en una débil respuesta-.

Luzbell se puso en pie bruscamente. Este movimiento violento le produjo un agudo dolor en su espalda lesionada. Aquella heridas, que eran lo único que ahora cubría su espalda, parecían no terminar de cicatrizarse nunca. 

Maldijo y gritó caminando en nerviosos círculos. No podía ser ese su final... no podía serlo.

Cerró los ojos con fuerza,pero esta acción en vez de aliviarlo, le trajo aún un mayor peso,porque en su mente los vió,a todos ellos. Sus caídos...dejándose morir...muriendo...desintegrándose lentamente...perdiéndose.

Los había visto rendirse,presos de la mas cruda desesperanza...¿Porque para que continuar con vida,si esta ya había perdido todo sentido?...¿Para sobrevivir miserablemente en aquella prisión perenne?...¿Para ver en los ojos ajenos, decepción, amargura...arrepentimiento?

Y solo restaba Graciel. Solo él como último peldaño al abismo...

Volvió sus ojos a él al oírlo respirar¿Tanto silencio podía llenar un lugar que se le hacia sonoro un suspiro?... Enloquecería,no lo podría evitar.

Se acerco a él despacio,supo que ya se iba.

-¿Crees que Gabriel me haya extrañado?...Yo lo extrañe cada día-le confesó en un hilo de voz.

No era la primera vez que lo escuchaba,parecía que cada uno de sus ángeles,en el instante final, rememoraban a aquellos que una vez fueron sus hermanos...a veces también a Él.

¿Eso debería hacer él?...¿Dejarse morir articulando el nombre de aquel al que amo?

¡Que los demonios del infierno lo despellejaran vivo si hacia eso!

No...no le dedicaría ni un maldito pensamiento.

Y luego de eso Graciel expiró. 

Solo quedaba él...Estaba solo,lo estaría por siempre...Una condena sin fin...Un castigo bien puesto,y él, creyéndolo débil al haberlo resucitado,no...Su padre tenia una sentencia peor,el escarmiento mas despiadado,dejarlo revolcarse por los siglos de los siglos en su fracaso, y en su miseria.

Luzbell se rió. De él,y de sus estúpidos planes fallidos, de su frustrada venganza,de ese amor que burlonamente se había adherido a su corazón, igual a un tumor maligno, carcomiendolo sin descanso.

Se dejó caer entre la bruma. Graciel empezaba a desvanecerse,su rubio cabello ensortijado se desaparecía como una burbuja al tocar el suelo. 

Lloró ¿Con que fin ocultaría su pena?...¿Para quien mantendría su entereza?¿Por quien su inalterable postura? Dejó que las lagrimas lo empaparan por completo.

Transcurrió el tiempo...Si poco o mucho, no sabia ¡¿Quien podría saberlo en ese condenado lugar?! Un lugar que no era un presente,porque en el no había vida,que no era un pasado,porque este ya estaba muerto,que no era un futuro,porque este nunca lo alcanzaría.

Buscó culpables,ante si se manifestaban los mismo rostros de siempre,y el de aquel que no lo tenia. Halló otro, el de aquel estúpido que alguna vez fue, el de ese ángel que ¿que hacia? oh si,adoraba en la hora novena...ese al que llamaron estrella resplandeciente,lo observó a la distancia, y lo odió con todas sus fuerzas,deseo destruirlo...si,lo haría,no quedaría nada de él.

Nada.

Pensando en esto se puso en pie. Y con la respiración agitada comenzó destrozarlo. Sus manos hicieron jirones la túnica que vestía, arrancándole piezas con una furia infinita,desgarró las inmaculadas mangas con violencia, mientras le gritaba su odio a ese ser de impecable belleza,de sumisión absoluta.

Notó que este tenia la piel tan blanca,brillante, límpida,y decidió teñirla de rojo como lo haría un pintor con un lienzo virgen. Sus uñas rasgaron la delicada epidermis,haciendo brotar gruesas gotas carmesí de sus brazos, de sus piernas...Mas sangre fluía,más su furor contra aquel aumentaba,mas crecía la saña.

Chorreando su venganza sobre lo que quedaba de su túnica,Luzbell pensó en que más se merecía él perder,que más le quitaría. Sus cabellos se pegaron en su rostro, húmedos por el esfuerzo,y en ese instante supo qué.

Los enredó en sus manos teñidas,los enrollo entre sus dedos con firmeza,mientras sonreía,una sonrisa que abrazaba la locura,pero que también besaba a la más profunda tristeza.

Jaló sin piedad. Si algo era fuerte en él,eran sus brazos¿Cuantos habían perecido bajo la fuerza de ellos? ¿Cuantos habían visto su fin cuando estas manos apretaban sus cuellos?

Le arranco al amado de su padre, aquellas blancas hebras,una por una, sanguinolentas,marchitas, inservibles. Las dejo caer como promesas incumplidas entre la azulina niebla.

La sangre de su cabeza rapada caía ahora sobre su frente,transitaba sus mejillas,se colaba por los bordes de sus labios tensos,lo cubría. No podía verlo,pero lo veía. Desmelenado,roto, herido, humillado...se lo merecía,se lo merecía.

Apaciguada su ira, se sentó lentamente. Observó a la nada que le sonreía llamándolo a ser parte de sus filas, a convertirse en vacío,pues solo eso tenia, pero mentía,dentro de aquel pecho traicionero ese nombre aún latía con insistencia. ¿Porque no podía extinguirlo?¿Porque no lograba darle muerte a su recuerdo, así la estúpida estrella se moría?

Claro,porque este se había aferrado a esas palabras que ingenuamente creyó. "Te amo mi Luz"...Pues,que lo amara ahora...Así ,sin aquella melena que tanto ensalzaba,con la piel que juraba adorar,rajada y mutilada,con su vaporosa túnica hecha harapos...Con su belleza quebrada.

El llamado, Lucero del alba, había pagado,por fin podía dormirse. De un solo tiro había matado a tres pájaros. Al Padre, a Miguel, y a si mismo.

Pero a Miguel aún le guardaba unas palabras. Unas que le diría antes de dormirse,pues estaba muy cansado,y se acercaba la noche, llevándose a rastras al día.

-Maté al que te amaba-le susurró a Miguel- Mate al que los amaba a los dos-.

Crónicas Angelicales.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora