Viaje Cuatro
Se clavó al suelo, la espalda le cobraba el sobresalto y vaivén. Tras levantarse ligero con sus brazos llorones, se grabó en la mirada de Simón la mescolanza de derrumbes, vidrio y hormigón que se suspendían en comunión sobre el piso. El sol se tomaba la molestia de entrar por un agujero en el techo y eso explica el derrumbe pero quién hace que se sostenga. Lo etiquetó de santuario -sí, eso parecía -, lo atontado no lo nubló lo suficiente como para que ignorara el ornato de espíritus: vitrales empolvados que filtraban luz sobre el altar de todo esto apesta a religión. Naedlen susurraba cascadas de palabras tras su cabeza gacha, y con cada sílaba entonada el polvo permanecía quieto. Parecía de su edad, así que tanto no debió haber sido el tiempo transcurrido desde el último viaje. Se acercó, y dando vueltas pudo ver las sombras tímidas que se refugiaban tras los pilares, pilares diseñados por esa santidad bajo éxtasis creativo.
-¿Y tú? Eres experto en aparecer de la nada, parece -lo miró de reojo, ya no balbuceaba.
-Eso parece -hay que seguirle el juego a esta chica.
-Ven, hay que salir -entrelazó su mano con la de él, la de él con la suya -¡Salgan todos! ¡Ya!
Arrastrando la velocidad de sus pies, Simón reconoció a la gente; compadeció su horror empozado, vio esas escamas que les recorrían la piel, sus rabos de pantera, qué garras más filudas. Naedlen lo hizo reaccionar y apúrate Simón que nadie te va a esperar y entiendo. Se hizo sordo el ruido en el hueco de las alturas, lo viciado del aire tomó fuerza sobre el orificio, se reunió ese aroma de poder y reposó unos cuantos segundos antes de hacer explosión nuevamente. Con la salida abierta de par en par, una fila uniforme de árboles se abría y el resto aún más abierto. Hay que huir de la apertura-de un cierre-del templo-de su caída-de lo que siempre se-de sus ruinas. Corrieron hacia el exterior para percibirse sanos y salvos (tal vez sí, tal vez nunca tanto).
Nûn ayúdanos, qué haremos ahora, no hay escapatoria, eso y más impregnaba desesperación. Estaban los que se caían de rodillas, valiéndose de las plegarias para rozar la cordura, y también los que simplemente se sostenían de su cimiento escéptico. Haciéndole compañía a los rasgos animales que lucían, las lenguas de los mutantes cargaban un acento fluctuante; las palabras resultaban desgarradoras, la pronunciación un tanto más agresiva. Tres de los híbridos reunieron fuerzas para preguntar qué hacemos ahora/cuál es la orden/ataquemos, mi señora. Naedlen retuvo la respuesta, su mano alzada parecía conciliar una mejor tranquilidad que una fila de frases diminutas.
-Naedlen, ¿qué es todo...? -no podía estar más confundido, incluso más aún que en otras ocasiones. La bruja lo había reconocido, en eso se reconfortaba.
-Espera -qué pasa si lo hago y lo acarició, lo hizo de todas formas -. Te explico en seguida.
<< ¡Ubäri, escúchenme! El enemigo se esconde entre los árboles, creyendo que puede con ustedes, burlándose de su existencia con cada suspiro de alivio que libera. Y aquí estamos nosotros, dándole razones para continuar riéndose, regalándole superioridad. ¿De verdad tolerarán esto? ¿Dejarán que se les escape, que huya nuevamente para vivir otro día más de atormentar vidas? Eskario Trel fue dueño de sus destinos, y pretende seguir siéndolo. Él, que destruyó a su pueblo. Él, que formó parte de los salvajes que torturaron a sus antepasados. Él, que asesinó, masacró, mutiló y denigró a tantos de ustedes, todo esto sin mayor remordimiento. Un hombre que desea adueñarse de otro no merece misericordia, sino castigo, penitencia. Y ahora, díganme: ¿cuáles son las historias que desean llevarles a sus hijos cuando los hagan dormir? ¿Quieren que sean como las historias de sus abuelos o de sus padres, relatos de dolor y opresión? Porque esas son las historias que llevan en sus pieles, y les hacen honor con cada rugido. Solo existe un obstáculo entre ustedes y el comienzo de una nueva historia, y es ese obstáculo al que vinimos a cazar aquí a las Tierras Muertas. Hagan esto por las familias que dieron sus vidas por un futuro próspero, háganlo para enseñarle a ese conchatumadre el error que cometió al intentar doblegarlos. Síganme aquellos que busquen recobrar su espíritu, y den media vuelta aquellos que opten por dudar. ¡Ha llegado la hora de recuperar lo que les pertenece, ubäri! ¡Al ataque! >>
ESTÁS LEYENDO
Intermitente Resplandor
AventuraSería cuando el sueño colapsa en debilidad sobre los detalles, y eso se sume o reste, que Simón se toparía de casualidad con una vía de escape. Dormir cedería la batuta del descanso, dormir con Olivia o con él mismo, tal vez también con algo más de...