—Estoy bien, Emma— respondí tratando de no sonar fría pero no lo logré del todo. —No necesitas preocuparte por mí— agregué.
—Solo... puedes buscarme si me necesitas— ofreció nerviosa.
—Gracias— respondí tratando con todas mis fuerzas de no sonar fría pero lo único que lograba era sonar desinteresada.
—De acuerdo...— pude notar una pequeña sonrisa asomándose en sus labios. —Nos vemos en clase— se despidió un poco menos nerviosa que antes.
Regresé a mis asuntos en mi casillero, que solo implicaban cerrarlo e irme a clase. Eso hice y caminé hasta el salón.
Como me tocaba literatura todas las mañanas era relativamente un buen inicio del día, si ignoraba la parte en que me encontraba a Pamela y sus ataques de maldad.
Llegué a mi salón y pude observar que ya estaban ocupados casi todos los lugares, me escabullí hasta la parte de atrás para sentarme en mi lugar de siempre pero había un chico, que no había visto antes, exactamente en mi lugar con la cabeza agachada, tal vez estaba durmiendo.
El único lugar que quedaba era a su lado y decidí no interactuar con más personas por el resto del día, así que sin decirle nada me senté en el lugar desocupado. Emma estaba en el frente de la clase, ella siempre se sentaba allí.
—Buen día, alumnos— saludó el profesor Jenkins de muy buen humor, le echó un vistazo a todo el salón, su rostro reflejaba sorpresa. —Señor Riggs ¿qué está haciendo usted aquí?— le preguntó al tipo que estaba en mi lugar de siempre.
Él levantó la cabeza de inmediato y al ver al profesor se sorprendió.
—Oh, lo siento, creí que era el salón de matemáticas— dijo poniéndose de pie.
Los alumnos se rieron discretamente, como si no quisieran que los viera que se estaban burlando de él.
—Sí, claro, nos vemos a la última hora— le dijo el profesor despidiéndole del salón. El profesor volvió a echar otro vistazo al salón como asegurándose de que no había nadie más a quien correr. —Bien, comencemos con la clase.
° ° °
La clase terminó y una vez que hubieron salido todos los alumnos del salón, salí yo. Las siguientes clases pasaron rápido, para mí no eran aburridas así que no era una tortura como para los demás que se quejaban como si se fuera a acabar el mundo.
Llegó la hora del almuerzo y sabía que todos estarían en la cafetería, así que me dirigí al enorme patio trasero de la escuela. Me senté en el pasto a un lado de un par de arbustos, saqué mis audífonos y puse música. Cuando llevaba un par de canciones, un rostro familiar apareció frente a mí.
—Hola— la vi articular la palabra a pesar de que tenía mis oídos cubiertos, me quité mis audífonos y le di una mirada fría, no quería que me interrumpiera. —Te traje un tazón de fruta— dijo acercando la cosa demasiado a mi rostro. Por instinto lo alejé de mí, pero pude ver una expresión de tristeza en su rostro.
No quería herir sus sentimientos, los cuales eran de genuina preocupación hacia mí, pero tenía que hacerlo si no quería que saliera lastimada de alguna manera peor.
—Lo siento, creí que te gustaría— dijo bajando su mirada al pasto. De verdad quería que se alejara de mí pero su estúpida inocencia parecía luchar contra mí. Tomé el tazón de sus manos.
—No te disculpes, gracias por dármelo— dije en la manera menos fría que pude, pero no era una gran diferencia.
De inmediato una sonrisa apareció iluminando sus ojos.
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Y Las Mentiras Que Quieres Sentir
AcakSinopsis: "En este negocio no puedes darte el lujo de tener sentimientos hacia alguien. Sentimiento se traduce en debilidad y no puedes dejar que tus debilidades te dominen, porque tus enemigos tratarán de sacar prove...