Capitulo único

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Era un día demasiado gris incluso tratándose de Nueva York, y así se sentía el mayor de los Lightwood. No había pasado nada nuevo, simplemente llevaba ya demasiado tiempo soportando tanto sus problemas como los de su familia en silencio, sin quejarse, siempre ayudando a pesar de ser el primero que estaba destrozado, pero ese día ya no pudo más así que simplemente cogió su cazadora y salió del Instituto.

Se limitó a caminar, sin un rumbo fijo pues no tenía a donde ir, o eso creía él.

No sabía cuánto tiempo había pasado desde que salió pero cuando se dio cuenta estaba frente a un edificio de ladrillos rojos que conocía perfectamente, era el loft de Magnus Bane, con el que llevaba saliendo en secreto un mes.

Dudó en si llamar a su puerta o no, tal vez estuviera ocupado, o durmiendo o simplemente no le apetecía verle, cosa que no le extrañaría. Pero él sí quería verlo y mucho así que llamó al telefonillo antes de que se arrepintiera.

-¿Quién osa molestar al Gran Brujo de Brooklyn?- contestó la voz de Magnus haciendo honor a su título.

-Soy...- empezó a tartamudear Alec- Soy yo... Alec- y en menos de un segundo la puerta se abrió con un zumbido y Alec pasó tímidamente encaminándose hacia las escaleras.

Cuando llegó al rellano del brujo este lo esperaba apoyado en el marco de la puerta.

-Hola, no te esperaba- dijo Magnus con una sonrisa. No había nada que lo alegrara más que ver a su nefilim.

-Lo... lo siento. Si tienes algo que hacer puedo... puedo irme- dijo Alec rojo y nervioso

-No tienes nada por lo que disculparte, Alexander, pasa.- dijo Magnus

-Gracias- dijo Alec sinceramente, caminó hacia la puerta pero se detuvo antes de pasar para darle un pequeño beso a Magnus, que sonrió bobamente. Magnus cerró la puerta y cuando se giró vio que Alec no se había sentado sino que seguía de pie en medio del salón. El brujo caminó hacia él y puso sus manos ligeramente sobre su cadera, con precaución y miedo de que Alec se apartara pero este lo único que hizo fue girarse en sus brazos y abrazar a Magnus. Este se sorprendió un poco pero respondió rodeando al nefilim con sus brazos.

Así estuvieron un par de minutos, Alec con el rostro enterrado en el cuello de Magnus y este besando ligeramente la cabeza de Alec. Cuando se separaron Alec tenía el rostro de un color carmesí.

-Lo siento, Magnus.

-¿Por qué?

-Por venir a tu loft sin avisarte, lo más seguro es que tuvieras algo que hacer...- dijo Alec y sus ojos se cristalizaron

Magnus los condujo a ambos hacia el sofá para que estuvieran más cómodos, sabía que algo le pasaba a Alec, seguramente algo relacionado con su familia y quería estar a su lado.

-Alexander, todos los planes del mundo pueden esperar por ti- dijo rodeando los hombros de Alec con sus brazos.

-Gracias, no tenía planeado venir hasta esta noche pero he salido del Instituto y no tenía a donde ir y sin darme cuenta estaba aquí.

-Mi loft está abierto para ti siempre que lo necesites.

-Dudé en si llamar o no- dijo Alec sintiéndose fatal por estar molestando a Magnus- pero tenía demasiadas ganas de verte, más bien lo necesitaba, estar a tu lado.

-¿Estás bien, cariño?- dijo Magnus un poco preocupado al ver que los ojos de Alec seguían anegados en lágrimas pero este se negaba a dejarlas correr.- Sabes que puedes llorar, Alexander.

-Lo sé, creo que por eso he acabado aquí sin darme cuenta, porque a tu lado puedo ser simplemente yo y eso es lo que necesito ahora mismo.- dijo sinceramente sin darse cuenta de que con esa simple frase le alegró el día a Magnus- Gracias por estar aquí para mí, Magnus.

-No tienes nada que agradecerme...- empezó a hablar Magnus pero Alec lo interrumpió

-Sí, tengo que agradecerte tantas cosas que no sé por dónde empezar; me cuidas, haces que me sienta bien, siempre me recibes con una sonrisa, simplemente me haces sentirme querido. Estás siempre para mí pero yo no hago nada por ti, no entiendo por qué sigues conmigo cuando podrías tener a cualquier persona, más guapa, más cariñosa y que no tuviera miedo a admitir que te ama ante todo el mundo- dijo Alec y ahora sus lágrimas recorrían sus mejillas.

-Alec...- dijo Magnus sorprendido, sabía que Alec tenía una autoestima muy baja, pero eso era demasiado- Amor, no vuelvas a decir que no haces nada por mí, desde que llegaste a mi vida he descubierto sentimientos que nunca he sentido, con ninguno de mis anteriores amantes que eran solo eso, personas pasajeras pero tú no eres así. Creí haber tenido ya uno o dos amores verdaderos, pero al conocerte me he dado cuenta de que ellos no eran nada más que distracciones porque con ninguno de ellos sentí lo que siento contigo: cada vez que me sonríes me siento el hombre más afortunado del mundo, cuando me miras a los ojos me pierdo en ellos, no porque sean azules sino porque son tuyos, amo cómo se oscurecen cuando estas preocupado y ver las miles de tonalidades diferentes que presentan. Es verdad que podría estar con cualquier otra persona, pero no quiero a cualquier otra persona, te quiero a ti no solo porque eres condenadamente guapo y no hablemos de ese cuerpo que parece esculpido por el mismísimo Raziel; te amo por cómo eres, cuando estoy a tu lado me olvido incluso de que soy prácticamente un demonio, porque tú no me miras como lo suele hacer la gente, no veo miedo ni asco en tu mirada.

Alec seguía llorando pero ahora de alegría pero no pudo evitar reprochar a Magnus por lo último que dijo.

-Nunca vuelvas a decir eso, el que por tus venas corra sangre de demonio no significa que tú seas un demonio. Eres una de las mejores personas que he conocido en mi vida, eres dulce, amable, cariñoso, gracioso... Ya te lo dije nada más conocernos y jamás lo retiraré, eres una gran persona Magnus y ese es uno de los motivos por los que te amo- al darse cuenta de lo que acababa de decir su rostro alcanzó un nuevo tono de rojo, miró a Magnus y se dio cuenta de que estaba llorando y no podía soportar ver sufrir a Magnus.

Alzó sus manos y cogió la cara de Magnus, acariciando suavemente sus mejillas limpiando sus lágrimas. Magnus alzó la vista y se miraron a los ojos y mantuvieron una conversación sin la necesidad de las palabras.

-Alexander, por favor, dime que te he entendido bien.- dijo Magnus asimilando las palabras de Alec.

Este se acercó lentamente a Magnus sin apartar las manos de su rostro y le besó, fue apenas un roce de labios cargado de amor, ternura y apoyo y Magnus supo que era él, que después de todos los tropiezos e intentos de enamorarse que no llegaban ni al encaprichamiento habían valido la pena porque al fin lo había encontrado, Alexander Gideon Lightwood era el amor de su vida.

Se separaron por falta de oxígeno aunque Alec hizo que dejaran sus frentes pegadas y en ningún momento dejó de acariciar suavemente las mejillas de Magnus ahora secas.

-Te amo, Magnus Bane, siento haber tardado tanto en darme cuenta de que lo que siento hacia ti es mucho más que simple atracción y siento seguir negando lo nuestro pero tengo miedo a que si se descubre tenga que separarme de ti, porque no soportaría una vida sin ti a mi lado. Me gustaría poder gritarle al mundo que estoy enamorado de Magnus Bane y espero poder hacerlo algún día, pero hasta que ese día llegue te pido que permanezcas a mi lado, te lo ruego.

Magnus no daba crédito, el primogénito de una de las más ilustres familias de cazadores de sombras le estaba rogando que permaneciera a su lado después de confesarle su amor y él tampoco dudó su respuesta.

-¿De verdad crees que me alejaría de la persona que me hace ser más fuerte, que me comprende y que me ama? No, nunca te dejaré, nefilim estúpido.

Y sellaron esa promesa de amor con un beso cargado de ternura y amor, nada de lujuria ni segundas intenciones era un beso que reflejaba lo que sentían.


Malec~ Amor incondicionalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora