El día transcurrió sin mayores sobresaltos; solamente el hecho de equivocarme de clase unas ocho veces y de no saber que para la cafetería primero tenían turno los "intocables" del colegio y luego nosotros. En el momento no me hice mayor problema porque estaba tan nerviosa al no saber que hacer que ni siquiera pensé en esa diferencia que había a la hora del almuerzo, pero luego, pensándolo friamente y calmada me di cuenta de que es una estupidez grande como una iglesia: como si los que no nos damos a conocer en el colegio o no tenemos un círculo enorme de amigos tenemos que esperar para comer lo mismo que ellos, ¡es una locura! Cada vez me convenzo más de que estoy en el lugar equivocado. Siempre me quejé del cliché de los chicos nuevos y sus historias de drama y adaptación a un nuevo lugar. Y ahora me doy cuenta de que no estaban exagerando para nada la situación.
Decidí no comer nada y sentarme en una pequeña banca que tenía vista hacia la calle. Me puse a ver los autos pasar, a las madres con sus bebés y en ese momento de paz mi mente comenzó a hacerme las preguntas que yo había evitado: ¿Quién era el chico de la mirada intensa que hizo que yo, Marie Acacio, bajara la mirada y me pusiera nerviosa al extremo? No lo vi en la cafetería, ni en los recreos, pasillos, gimnasio ni en ningún rincón del colegio. Comencé a plantearme si lo había soñado aunque esa idea la descarté al instante, era imposible que la situación haya sido tan realista como para haberla soñado. Quería preguntarle a alguien si lo había visto, pero ¿cómo iba a hacerlo si ni siquiera sabía su nombre? Esa era otra duda que me comía la cabeza: ¿por qué se fue sin dedicarse 1 segundo a decirme como se llamaba? ¿Lo habrán llamado para que entre a clases? Pero de ser así, ¿por qué no lo había visto en ningún lado? Y así empezamos de nuevo con las preguntas iniciales, era un círculo vicioso que me propuse cortar en ese momento o por el contrario acabaría con una embolia cerebral.
Llegando a casa comencé a observar el barrio en el que vivía: era muy bonito. Nunca me había detenido a admirarlo. Cada casa tenía un jardín frondoso con flores de mil colores y algunas hasta parecían estar mezcladas entre si creando colores nunca antes vistos, los niños andaban en bicicleta y jugaban a corretearse entre ellos, gritaban y reían, como si su única preocupación era correr más rápido que sus amigos sin caerse para no lastimar sus pequeñas rodillas y que luego sus padres no los dejaran salir a jugar usando como excusa el típico "te lo dije". Ya quisiera yo volver a tener ese tipo de preocupaciones.
Abrí la puerta de casa y me inundó un olor exquisito. Avancé por el pasillo dejando mis llaves sobre la mesita que sostenía el teléfono intentando descifrar ese olor, lo conocía pero hacía mucho tiempo que no lo sentía. Llegué a la cocina y todas mis preguntas se disiparon al ver a una mujer alta, con el cabello atado y un delantal que le quedaba pequeño debido a su gran altura.
- ¡Abuela!- grité para soltar la mochila en el camino hacia ella y hacerla sobresaltar sin darle tiempo a que reaccione ante mi efusivo recibimiento.
- Marie cariño, ¿como estás?- dejó la cuchara con la que estaba revolviendo en la olla y acarició mi cabeza reiteradas veces.
- Muy bien ahora que veo un rostro conocido que no sea el de mamá ni el que me devuelve el espejo todas las mañanas.
- Te he echado de menos mi niña. Espero que tengas hambre, estoy cocinando como para un ejército.
- Estoy muriendo de hambre, digamos que el almuerzo en mi colegio no es un McDonald's. Nadie respeta nada. Como si la popularidad les dará de comer en un futuro.- Noté que me estaba yendo por las ramas así que cambié de tema.
- ¿Mamá sabe que estás aquí?- pregunté sentándome en la mesa.
- No, esto es sorpresa para ambas, he notado algo rara a tu madre estos últimos días cuando hablábamos por teléfono. Insiste con estar bien así que decidí venir y ver yo misma cual es problema que la aqueja, de otra manera no me lo contará y no quiero enterarme tarde de ese tipo de cosas. No voy a cometer el mismo error de nuevo- su mirada se tornó triste por un segundo, parpadeó varias veces y esbozó una sonrisa fingiendo bienestar.
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Demuéstralo
Teen FictionNo creo en promesas ni en el "para siempre". No doy confianza ni tampoco espero obtenerla de nadie. No confío en palabras, sólo en muy pocos hechos. Si quieres permanecer en mi vida, demuéstralo.