capitulo 3

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—bueno, si, me gusta estar con un hombre. no tengo inhibiciones. Confieso que nunca me sentí como una criatura de luz a punto de crear un cosmo, pero siempre me ha gustado y me he sentido satisfecha.

—¿Totalmente?
—Totalmente.

Chyna nunca antes habia alcanzado la intimidad total con un hombre antes de los veintiún años; a estas alturas, sus parejas íntimas sumaban ni más ni menos que dos. Ambos habían sido hombres tiernos, afectuosos y decentes, y Chyna había disfrutado muchísimo la relación sexual. Una pareja habia durado once meses, la otra trece, y ninguna le había dejado el menor recuerdo perturbador. Con todo, ningún hombre la había ayudado a borrar esos sueños terribles que la acosaban periódicamente, y el vinculo afectivo jamás había alcanzado el mismo grado que la intimidad física. Era capaz de entregar su cuerpo al hombre amado, pero ni siquiera el amor le permitía entregar su mente y alma. Temía la entrega total, la confianza sin reservas. Nadie en su vida, salvo quizá Laura Templeto—acróbata del volante, voladora onírica— había ganado su confianza total.

El viento silbaba al paso del auto. En medio de las sombras que parpadeaban y de la luz hiriente, la larga cuesta parecia una rampa que las lanzaria al espacio, las catapultaría sobre una decena de ómnibus envueltos en llamas ante la ovación de una platea ávida de emociones fuertes.

—¿Y si revientan una cámara?—preguntó Chyna.
—Estas cámaras no revientan—dijo Laura, confiada.
—¿Y si revientan?

Con su sonrisa mas demoníaca, Laura respondio:

—Nos convertiremos en jalea de mujer enlatada. No podrán separar nuestros restos mortales. Una masa de carne amorfa. Ni siquiera nos colocarán en ataúdes. Volcarán nuestros restos en un frasco y lo enterrarán en una tumba con una lápida que dirá: Laura Chyna Templeton Shepherd. Solo un microondas lo hubiera hecho mejor.

El cabello de Chyna era renegrido, mientras que Laura era una rubia de ojos celestes. Aparte de eso, podían pasar por hermanas. Ambas medían algo más de un metro sesenta y eran delgadas; podían intercambiar su ropa. Ambas tenian pómulos altos y rasgos delicados. Chyna siempre decía que su boca era demasiado ancha, pero Laura, cuya boca era similar, decia que no era ancha sino "generosa" y poseedora de una sonrisa de lo más seductora.

Pero la fascinación por velocidad sobre Laura demostraba que eran profundamente distintas. Tal vez su atraccion mutua se debía a las diferencias mas que a la similitudes.

—¿Crees que les caeré bien a tus padres?
—Pensé que te preocupaba un posible reventón.
—Mis preocupaciones siempre van por varios carriles. ¿Y bien?
—Claro que les caerás bien. ¿Sabes cuál es mi preocupación?—preguntó Laura mientras el bólido se lanzaba hacia la cumbre.
—En todo caso no es la muerte.
—Tú. Tú me preocupas.—miró a Chyna y por una vez su expresión era grave.
—Se cuidarme.
—No lo dudo. Pero la vida es para algo más que cuidarse, agachar la cabeza y arreglárselas.
—Laura Templeton, joven filósofa.
—La vida es saber vivirla.
—Ay, que profundo—dijo Chyna con sorna.
—Es más profundo de lo que crees.

El Mustang llegó a la cresta y no lo aguardaban omnibus en llamas ni multitudes freneticas sino un antiguo Buick que circulaba muy por debajo del limite de velocidad. Laura redujo la velocidad para acomodarla a la del otro. A pesar de la escasa luz, Chyna vio que el conductor era un hombre mayor, encorvado, canoso.

En ese tramo estaba prohibido pasar a otro vehículo. Ese camino sinuoso, lleno de curvas y lomas, impedía ver mucho más adelante.
Laura encendió los faros del Mustang para indicarle al del Buick que aumentara la velocidad o bien se corriera a la banquina para dejarla pasar.

—Oye, ¿Por que no sigues tu propio consejo y te tranquilizas?- dijo Chyna.
—No quiero llegar tarde a cenar.
—Si dijiste la verdad sobre tu mamá, no creo que nos azote con el cinturón.
—Mamá es un amor.
—Entonces, tranquilizate.
—Pero su mirada de reproche es peor que un latigazo. Te contaré un secreto: la Guerra Fria terminó gracias a ella. Hace unos años, el pentágono la envió a Moscú para que enfrentara al buro político con la mirada. Los matones soviéticos se rindieron, abrumados por la culpa.

El viejo del buick las miro en su espejo retrovisor.

Al ver el pelo canoso a la luz de los faros, la posición de la cabeza, los ojos insinuados en el espejo, bruscamente Chyna se sintió embargada por una fuerte sensacion de déjá vú. Se estremeció de frío sin saber por que, pero entonces floro en vano de borrar: otro crepúsculo, diecinueve años atrás, en una carretera semidesierta de Florida.

—Ay dios—dijo.

Laura la miro de reojo.

—¿Qué pasa?

Chyna cerró los ojos.

—Chyna, estas lívida. ¿Qué te pasa?

—Fue hace mucho...yo era chica, tenia siete años...cruzábamos los everglades... o tal vez no, pero era una zona de ciénagas. Pocos árboles, todos cubiertos de musgo. Una tierra llana hasta donde alcanzaba la vista, y nada para ver aparte del cielo y la llanura y el Sol, que estaba roja como éste. Era un camino de tierra, lejos de todo, muy angosto y totalmente desierto...

Chyna viajaba con su madre y Jim Woltz, un traficante de drogas y armas de Cayo Hueso con quien su madre solía juntarse un par de meses al año. Despues de un viaje de negocios, volvian a Cayo en el espectacular Cadillac rojo de Wolt, uno de esos modelos con aletas enormes y aplique de cromo por todas partes. Woltz conducía a gran velocidad por ese camino recto; a veces superaba los ciento cincuenta kilometros por  hora. Hacia más de un cuarto de hora que no se cruzaba con otro auto cuando el rugiente Cadillac alcanzó a la pareja de ancianos en el Mercedes beige. Conducía la mujer. Frágil como un pajarito. Cabellos plateados muy cortos. Setenta y cinco años, por lo menos. Conducía a sesenta por hora. Woltz hubiera podido pasar al Mercedes con facilidad; estaba permitido pasar, el camino era totalmente llano y no habia otro auto a la vista.

—Pero estaba drogado..._ dijo Chyna. detrás de sus parpados cerrados, contemplaba la terrible escena que se desarrollaba como una pelicula en una pantalla.—casi siempre estaba drogado, cocaína, qué sé yo. No me acuerdo. Y bebía. Mamá tambien. Tenían una heladera llena de cubos de hielo y botellas de jugo pomelo y vodka. Woltz estaba furioso por que la viejecita del Mercedes manejaba tan lentamente. No era un tipo racional. ¿Qué le importaba? podía pasarla facilmente, pero lo enfurencia que alguien condujera a esa velocidad en un camino desierto. Drogas y alcohol, ¿entiendes? irracional. Y cuando estaba furioso, el rostro se le ponía rojo, le latían las venas del cuello, crispaba los músculos de la cara. La furia de Jim Woltz era total. No he conocido otra igual. Y a mi madre la excitaba muchísimo. Siempre. Entonces lo azuzaba. Y, yo agarraba cualquier cosa en el asiento trasero, le suplicaba que no lo hiciera, pero ella lo acicateaba...

Perdón por dejarlo acá, pero estoy súper cansada.
Les aviso que dentro de 2 capitulo se viene la acción sjfbksfb ahre.

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⏰ Última actualización: Jan 30, 2017 ⏰

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