Sonrisa

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No tuvo explicación.

Sus cuentos narraban muertes trágicas, pero siempre tenía una sonrisa plasmada en su rostro.

El cura decía que no era un hombre de Dios, que con retorcidas palabras contaba las veces que en vidas anteriores había sido estrangulado, apuñalado y ahogado, y que nunca se le borraba la mueca traviesa que curvaba sus labios en forma de burla al contar tan atroces relatos.

Lo sentenciaron a muerte, por loco y asesino de personajes ficticios.

El día último de su larga eternidad fue en el que más sonrió. Mostró su más reluciente sonrisa, y rió al arrodillarse ante la espada que lo decapitaría.

Finalmente murió.

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