Abrí mis ojos y la pesadilla se volvió realidad.
No recordaba quién era, ni de dónde era.
No recordaba a nadie que se hubiera cruzado alguna vez en mi vida, ni mi forma de ser, ni mi aspecto.
Sólo recordaba que antes dibujaba.
Sí, lo recuerdo.
Plasmaba rostros, con ojos profundos y cabellos de oro.
Comencé a recordar la forma que retrataba a las personas, los trazos que realizaba y los acabados que lo hacían fantástico.
Tomé un lápiz y un papel al sentir la necesidad de realizar una nueva obra.
Ni siquiera pensaba en lo que hacía, simplemente dejaba a mis manos trabajar.
Pero entonces vi un rostro.
El rostro de alguien que amaba.
Sentí mucha angustia cuándo comencé a dibujarle sus ojos.
La noche, siempre aparecía de noche.
Ahora sus ojos eran profundos, tanto que a través de ellos lo pude ver, ví la noche que me asesinó.
Dos lágrimas cayeron sobre sus mejillas.
Mis manos se desvanecieron y sentí que lentamente dejaba de estar allí, dibujando.
Y fue ahí cuando lo descubrí.
Estoy muerta.
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Microrrelatos
Short StoryCuentos, poemas y frases que surgen inesperadamente de una mente pocas veces inspirada.