Capítulo Único

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Otabek recuerda cuando conoció a Yuri.

Fue en la escuela primaria, él era un recién ingresado. Su familia había decidido mudarse a Rusia por razones laborales.

Yuri caminaba altivo con sus cinco kilos de libros bajo el brazo. Su mirada lo cautivó, era dura y fría, pero escondía sentimientos puros. La mirada de un soldado, pensó.

Un grupo de tres matones se acercó al pequeño rubio desde atrás. Lo empujaron, logrando que todos sus libros terminaran desplazados en el suelo del pasillo. Todos se reían, pero nadie ayudaba.

El mayor del grupo, caminó hacía Yuri y pateó su estomago. Nadie vio cuando el ruso lloró, nadie percibió esa lágrima, excepto él. Otabek la vio.

A paso firme se plantó frente a los matones con su característica expresión neutral. Siendo él tan grande de físico y con una mirada intimidadora, no hizo falta más para que todos huyeran.

-Si vas a pegarme, hay fila. Y debo decirte que llegaste tarde, te ganaron el cupo.- Dijo desde el piso el rubio.

Otabek solo lo tomó de los brazos y lo ayudó a pararse. Luego se agachó a recoger sus libros y se los dió.

-Ten.- Murmuró sin expresión.

-G-gracias.- Respondió el ruso.

El kazajo continuó su camino hacía la clase, mientras Yuri lo observaba anonadado. ¿Si no lo quería para pegarle, para que lo quería?

Esa tarde, cuando la campana marcó el final de la clase, Otabek salió tranquilo del salón. Bajaba las escaleras con las manos en sus bolsillos, sólo, como siempre había estado. Una mata de pelo rubio se hizo presente a su lado.

-¿Te gusta el pirozhki? Mi abuelo hace el mejor.-Dijo fingiendo seguridad.

-No sé lo que és.- Respondió el kazajo.

-¡¿Qué no que?! No es posible. Te estás perdiendo los pocos placeres de la vida. Te invito a comer si quieres.-

El pelinegro rió con la actitud tan orgullosa y explosiva del menor. Asintió tranquilo y dijo:

-Soy Otabek. Otabek Altin- ¿Altin?, pensó Yuri. No es tan alto.

-Yuri, Yuri Plisetsky.-

Esa tarde se hicieron amigos. Ambos siempre habían estado solos, así que no estaba mal estar solo-acompañado.
Otabek recuerda también cuando se enamoró de Yuri.

Fue unos meses después de ese encuentro. Cada tarde, a la salida de la escuela, iban al parque, o a la casa de alguno. Pero aquella vez, Yuri lo invitó a la pista de patinaje. Fue en ese momento cuando descubrió a Yuri en todo su potencial. Yuri Plisetsky en estado puro. Y era hermoso. Y él, él estaba perdido por ese hada de giraba y se desplazaba como si la vida se le fuera en ello.

Al finalizar la práctica, ambos se sentaron en las gradas.

-Gatito, ¿trajiste un amigo?- Preguntó un peli-plateado desde la pista.

-Cállate anciano.-

-¡Yuuri! Nuestro niño no me quiere.- Lloriqueo a su compañero.

-Victor, déjalo en paz. ¿No ves que está acompañado?- Regañó el de anteojos.

-Estúpido Katsudon. ¡Controla a tu viejo!- Gritó como gato enojado.

Otabek observaba todo callado, cuando terminaron de pelear se presentó.

-Otabek Altin, un gusto.-

-Victor Nikiforov. Si te acercas a mi niño de más, te cortaré el cuello y haré un collar para mi Yuuri con tus dientes.-

Los Recuerdos de BekaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora