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Mugs Coffe, Nueva York

Viernes, 15 de febrero de 2008

Mugs Coffe, este restaurante revive a los mejores días que he tenido en los últimos años, y pensar que desde hace tanto tiempo no me había atrevido a pisarlo de nuevo. Quizá debí proponerle otro sitio para encontrarnos, pero justo a su memoria saltó que visitábamos este restaurante cada vez que veníamos de vacaciones a Nueva York cuando fuimos universitarios.

Los minutos que he pasado en esta vacía mesa me han quemado el alma, pues el resto de ellas están ocupadas por muchas "parejitas". Me es imposible no recordar a la rusa en estos momentos: y si solo hubiese tenido el valor de llamarla una de las tantas noches en las que he despertado a causa de una pesadilla del pasado...

- ¡Arantxa! – La voz de mi amigo me rescata de esos desolados pensamientos.

- Frederick, parece que las estaciones no pasan por ti.

- Ya quisiera. En cambio, tú cada vez te pones más bonita. Y esos lentes te hacen lucir más simpática y sofisticada. - Suelto una falsa risotada ante su comentario. La verdadera razón de por qué llevo estos malditos anteojos está muy lejos de la vanidad.

Conversamos un largo rato, ya que no nos habíamos visto desde el año pasado. Me cuenta de que su esposa – Susan, una buena amiga mía de la universidad - le acababa de dar la hermosa noticia de que serían padres. Lo felicité con mucha sinceridad, aunque por dentro sentía punzadas de envidia, pero yo misma me he buscado esta vida y no es culpa de nadie más.

Luego de ponernos al día con algunos cafés y croissants, sale a flote el tema central de esta cita de amigos:

- Entonces... me invitarás otra ronda de croissants o ya estás listo pedirme ese enorme favor que oscurece a tu mirada. – Lanzo sin más.

- A ti nunca se te escapa nada. Desde que íbamos en la facultad eres así de directa. – Sonríe. – Bueno, hace unos días me avisaron que mi proyecto de investigación económica en París fue aceptado y, además, será financiado.

Mis felicitaciones por ese logro laboral creo que llegan a ser más afectivas que la de su situación como padre, pero él no lo nota.

- Y pues... ahora necesito tu ayuda. Ya había aceptado dictar clases este semestre en la universidad, y esta oportunidad es una en un millón. Creo que, si todo sale muy bien, en poco tiempo podría empezar o asociarme con una empresa parisina. Sé que ya llevas más de un año sin ser profesora...

- ¿Qué asignatura es la que dictaría? – Lo interrumpo. Ya que no me parece tan mala idea tener la mente ocupada en dar clases.

- Gestión Estratégica. Esa asignatura de ciclos avanzados que tanto dominas.

Pocas veces sigo a ese "sexto sentido" o presentimiento, pero esta vez sería la excepción.

- Está bien. Seré tu reemplazo.

Fuera de juegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora