Luis se acercó al mostrador y se inclinó, apoyando los codos sobre la madera que servía de base. No le resultaba fácil lo que iba a contar.
– Mis sueños se referían a una esposa, una casa grande, dinero, viajes, lujos… Yo tenía una empresa de construcción que con mucho esfuerzo e inversiones atrevidas, conseguir convertir en un negocio muy beneficioso. Me casé con Gloria, una modelo que conocí en un desfile de moda. El sexo con ella era ardiente, chispeante, sorprendente… y mientras hubo dinero disfrutamos de viajes inolvidables, fiestas nocturnas, en fin, un sueño hecho realidad. – Luis empezó a frotarse nerviosamente las manos mientras continuaba con la historia - Pero descuidé la empresa y las inversiones. De la noche a la mañana, me quedé sin dinero, sin casa y sin lujos. Gloria no estaba dispuesta a renunciar a todo aquello por un puesto de cajera en un supermercado. No sé si me llegó a querer alguna vez. Le importaba más lo material que el cariño que pudiera darle.
Se hizo el silencio en el local durante unos instantes. Miguel y Andrés permanecieron pensativos, sin saber qué decir. Miguel no se veía capaz de soportar el dolor de un desengaño así y Andrés no creía ser capaz de vivir sin su esposa y su hija. Aquel hombre lo había tenido todo y lo había perdido.
– Gloria me dijo cuando me abandonó que la relación se había deteriorado y que lo único que la unía a mí era el sexo. Y si os digo la verdad, lo que más echo de menos de aquellos tiempos no son los lujos… Lo que no hay noche que no añore después de tantos años es el sexo apasionado e imprevisible que tenía con aquella mujer. No he vuelto a encontrar otra como ella.
Se dibujó una sonrisa en la cara de los tres y de nuevo el silencio se adueño de la tienda durante un eterno minuto. Iba Miguel a decir algo cuando entró alguien al videoclub.
– Mira Luis, es tu día de suerte. La película que estabas esperando.
Se acercó una mujer que vivía en el barrio a dejar sobre el mostrador la última de Amenábar y se fue.
– Entonces hemos quedado en que no es importante que los sueños se cumplan, sino tenerlos. Y a mí que ni siquiera tengo sueños, me tenéis que invitar a una cerveza ¿no? – concluyó Miguel.
– Voy por las cervezas– contestó Andrés, que salió en dirección al bar de enfrente a por tres jarritas heladas con la espuma rebosando por el borde –, pero sigo pensando que el Presidente del Club de los Patéticos soy yo.
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Videoclub Miguel
Non-FictionRelato corto sobre la amistad, la derrota y los sueños. El dueño de un videoclub, su mejor amigo y un cliente del establecimiento reflexionan sobre la necesidad de alcanzar los sueños.