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YO ODIO las pecas o sea en mí en los demás no; no me gustan basta bcs se me ven re mal idk k horrible la vida, les odio a todes pendejez perdón ando re sensible y re llorona y woa ahogarme en la porquería ahre
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Lance esquivaba el ataque de Keith, cuando notó los pequeños puntos que cruzaban por las mejillas y nariz del paladín.
Keith tenía pecas.
Cuando se aseguraba de que sus ojos no le estaban jugando una mala pasada y se enfocaba aún más en el rostro del joven, sintió como el puño de este último se estrellaba contra su mejilla causando que perdiera el equilibrio y finalmente cayera al suelo. Parpadeó seguidamente, sosteniendo su mejilla adolorida sin salir del asombro de su reciente descubrimiento.
Keith se arrodilló a su lado con una mirada que desbordaba preocupación y confusión ante la reacción del Cubano.
—¿Estás bien?—Preguntó, observando detenidamente el rostro del joven, al mismo tiempo que sostenía su rostro con delicadeza observando el hematoma que se formaba—. ¿Qué sucedió?
Sin embargo Lance no le estaba prestando atención o más bien dicho lo hacía, pero a los pequeños puntos en su rostro que asemejaban a las estrellas que tanto le gustaba observar en sus momentos de soledad.
—¿Lance?—Llamó la atención una vez más el paladín, casi entrando en pánico al ver que su compañero no reaccionaba.
—Tienes pecas—Sentenció el castaño.
Las mejillas de Keith adquirieron un tono visiblemente rojizo y Lance no pudo reprimir el pensamiento de que era la cosa más bella que había tenido la dicha de ver. Hacía un tiempo que había caído en cuenta sobre sus sentimientos por el azabache y hacía un tiempo se lo había confesado llevándose la gran sorpresa de que este también le correspondía. Todo sería perfecto, a excepción del hecho de que todo había quedado ahí.
En palabras perdidas en una noche que pudo ser perfecta.
[RETROSPECTIVA]
Las noches eran el momento del día dónde Lance encontraba su punto más alto de nostalgia y dónde se sentía aún más abatido ante el sentimiento de añoranza debido a su hogar.
Se sentaba sereno ante el cristal que permitía toda vista de la galaxia en la cuál se encontraba. Y pese a que se sentía abatido, aferrándose con todas sus fuerzas a la familia y al deber con el que contaba ahora para no caer en un abismo o depresión, su corazón no podía evitar hincharse de felicidad y deleite ante la vista frente a él.
