First Class | YeWon

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— ¡Oh, pequeña! Ven aquí, ven, pasa.

Un sonriente hombre de cabellos negros y levemente ondulados, abrió la puerta del salón tan pronto Arin tocó una sola y tímida vez ésta. No podía mentir, a ella le reconfortó bastante que el guapo profesor fuera asi de amable y sonriente, nada parecido a alguno que tuvo en la anterior escuela en Busan, tan amargados y estirados. Y por esa misma razón, ingresó con una gran sonrisa al salón, siendo recibida por todo el alumnado de pie.

—Llegaste justo a tiempo, lindura, estamos conversando sobre lo que hicimos en vacaciones y conociendo a los nuevos alumnos.

Oh, no. La sonrisa en el rostro de la niña de flequillo se esfumó poco a poco en cuanto todos los pares de ojos se vieron puestos en ella. A penas y pudo atinar a caminar hasta el final de todas las carpetas, eligiendo una que estaba en medio de un par de chicos, lo cual jamás hubiera hecho, si no hubiese sido ésta la única desocupada.
Depositó su mochila de conejitos sobre la mesa y se quedó de pie a un lado de la misma, mientras escuchaba como el profesor continuaba con una de las anécdotas que había estado contando antes de que Arin llegara.
Observó la pizarra verdosa, en la cual tenía escrito con tiza «Shik GongChan, profesor de ciencias naturales». ¡Genial! Hasta su nombre era bonito, pensó.

—Conejitos, ¿por qué no nos cuentas que hiciste en tus vacaciones? De paso, puedes presentarte, así tus compañeros te conocen.

De nuevo, todos los ojos se volvieron hacia ella, a demás de ciertas risas, incluidas las de la menor, gracias al nuevo apodo que GongChan le puso.

Tomó aire, tomó calma, tomó seguridad, tomó todo lo que pudo para al fin, poder hablar. Su cuerpo estaba hecho de temblores y comenzó a sentir ansiedad.

—M-mi nombre es Yoo YeWon, pero...—Alzó la vista, estaba nerviosa, muy nerviosa aún a pesar de todo, después de todo, seguía siendo ella.— Pero, pueden decirme Arin. Tengo catorce años, vivía en Busan, pero mi padre se esforzó mucho y sus jefes lo ascendieron, a un cargo aquí en Seúl. Tengo una hermana, ella se llama SiAh, está en quinto grado.—Sonrió.— En las vacaciones aprendí a nadar y a tocar el piano, ah y, también a hacer algunos postres.

—Oh, qué dulzura. Tal vez algún día podrias traernos de esos postres, mh.—Era increíble como GongChan irradiaba tanta amabilidad hasta por los poros, sin duda un tipo agradable. — Bien, chicos, tomemos asiento.

Todos se sentaron casi al mismo tiempo, incluyendo a Arin, quién se demoró solo un poco pues alisó su vestido para que no se arrugara al momento de sentarse. El profesor se concentró en abrir el libro de pasta gruesa, buscando la página que necesitaba para comenzar con la clase.

—Psst, Arin.

Un chico rubio y que vestía una camiseta a rayas color azul, susurró volteando el rostro hacia la mencionada. Sonrió, era una sonrisa rectangular que apareció luego de que la niña de coletas regresara a verlo, algo confusa.

—¿Mh? H-hola..

—Hola, ¿quieres que seamos amigos?

—Ah, TaeHyung, molestando a la nueva tan pronto.

Una tercera voz delicada y con un cierto tono agudo se escuchó, era una chica de pelo corto, sin flequilllo, pálida, muy delgada, castaña y con los labios levemente gruesos.
Arin rápidamente llevó su vista hacia ella, estaba sentada frente a TaeHyung, ofreciéndole una sonrisa cálida y tan radiante que Arin se contagió y le sonrió de vuelta.

—Mi nombre es HyeJin, soy la amiga de éste tarado.—Señaló a TaeHyung y luego liberó una corta risa.— Y no temas si crees que intenta coquetearte... Es más gay que nada.—Susurró.—

Arin se limitó a reír animada, la chica era muy divertida y ocurrente, le recordaba un poco a su hermana.
TaeHyung se sonrojó a más no poder, a veces HyeJin hablaba más de lo que debería.

—¡Vaya! Conejitos, me alegra saber que ya hayas hecho amigos. Podrán hablar en cuanto se acabe la clase, ahora nos vamos a divertir mucho con... ¡Movimientos pendulares!

GongChan alzó las manos y las agitó con emoción, con una sonrisa tan enérgica que, sin duda, logró hacer que todo su alumnado se echara a reír, era todo un personaje.

—Saquen sus libros y ábranlos en la página veinticinco.

Por inercia, Arin se puso de costado, para agacharse un poco y poder abrir su mochila, luego recordó que, no había traído libros y tampoco le hubiese servido, ya que debía comprar los nuevos que requeriría ahora en la nueva escuela.
Mordió su labio inferior, en un gesto de preocupación, supuso que el profesor tendría una solución para eso y en el silencio se quiso reincorporar.

Error.

Las pupilas de Arin se dilataron, por un momento creyó que estaba soñando, incluso intentó parpadear y cerrar los labios, pues éstos se habían entreabiertos al ver a aquel chico sentado a su lado y que en un primer momento cuando entró al aula y se sentó al final de la misma, ignoró por completo por la vergüenza.

Estaba ahí, con unos audífonos en los oídos, fingiendo leer la página que el profesor había indicado y golpeando con su talón varias veces el suelo.

Traía una camiseta negra que dejaba ver sus brazos algo trabajados, unos jeans pitillo y unas botas CAT.

Tenía el cabello revuelto, negro, desarreglado, ojos redondos y delineados, labios rosados, dientes ligeramente más grandes y brillantes que pudo observar cuando ese par de cerezos se entrabrieron.

Un conejito, pensó.

—¡Oh! Arin, había olvidado que eras nueva, y ya no deben haber más libros en la biblioteca... Uhm... ¿Qué te parece si compartes con JungKook?

Por la forma en que TaeHyung y HyeJin la miraron, supo de quién se trataba.

La cara de Arin lo decía todo, estaba helada y sintió su corazón dar un vuelco cuando el de cabellos azabaches volteó a verla. Rápidamente la menor evitó su mirada y más roja que un tomate se reincorporó en su sitio

—¿Sucede algo?.—Cuestionó GongChan, se podía sentir un ambiente incómodo entre ambos adolescentes.

—N-no...

Mayor fue la sorpresa cuando JungKook se puso de pie y jaló su carpeta ruidosamente hasta llegar al lado de Arin, sentándose a su lado, haciendo que sus hombros se rozaran en ciertos momentos.

No se movia, o mejor dicho, no podía.

—Hey, tu mano...

Un susurro y la mano de JungKook tomando la suya fue necesario para que sus temblores regresaran. Mantuvo su vista puesta en el libro, como si éste fuese la cosa más interesante de todas, apretando los labios, sintiéndose más pequeña que nunca.

El propósito del chico era alejar la mano de Arin, porque ésta estaba tapando una parte de la página que le restaba por leer. Sin embargo, al tocarla, sintió que estaba temblando, era muy suave y estaba fría.

Y sucedió.

Arin alzó el rostro, JungKook la vió y ambos desviaron la mirada, como dos pequeños niños avergonzados

Habia sucedido, Arin se había enamorado de JungKook a primera vista.

-Don't say you love me. [ MiYoo/YooMi].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora