Capitulo I
Muchas veces pienso que la escuela hace a las personas más entupidas. Ahí se crean monstruos, personas soberbias y egoístas. Para mi lo mejores pasar desapercibida, ser solo uno mas. Solía estar sola en algún rincón leyendo algún libro de Edgar Allan Poe o escuchando música, algo de los 60’s, para mi la mejor época.
En unos de esos tantos días en los que no hacia nada mas que pensar en como serian mis últimos días llenos de dolor y angustia , se acerco una chica y se sentó en la misma banca en la que yo me encontraba, era delgada, con una lacia y larga cabellera, su pelo era tan negro que hacia un gran contraste con su pálida piel, se estaba comiendo un emparedado, yo me escondía en el libro y rogaba por que no me hablara o viera siquiera, hasta que paso lo que mas me temía. Me hablo.
-Hola, ¿Qué lees? – dijo mientras mordía su emparedado de atún.
No sabía si contestar o pretender que no había escuchado ni una sola palabra de lo que dijo. Pensé y repase mí repuesta una y otra vez tratando de no sonar estupida. Y finalmente dije.
-Hola… es Berenice de Edgar Allan Poe.- estaba tan orgullosa de no haber titubeado.
Ella tomo sus cosas, se acerco y se sentó justo a mi lado. Nunca nadie se había sentado tan cerca de mi desde aquella vez en la que la psicóloga con la que asistía a los 8 años, trato de hacer ‘’contacto físico’’. La verdad es que ninguno de sus consejos jamás funciono.
Me sentía tan nerviosa, estaba a punto de comenzar una conversación con la que podía llegar a ser una amiga.
-Me llamo Eleanor y también me gusta Edgar Allan Poe, y mucho.- cuando dijo eso me sentí mucho mas tranquila.
-Me llamo Dani.- dije sonriendo.
Desde ese momento Eleanor se volvió mi única y mejor amiga. Ella es igual que yo, tiene los mismos problemas que yo, piensa lo mismo y sufre lo mismo.
Ha pasado el tiempo, Eleanor y yo ya tenemos 17 años, a punto de cumplir los 18, no tengo ni la mas minima idea de que hacer con mi vida. He pensado en varias carreras pero mi madre dice que ni sirvo para nada. Definitivamente no es el tipo de madre que me hubiera querido tener, no me apoya, no cree en mí. Me estoy quedando sin opciones y no quiero darle la satisfacción de verme tirada debajo de un puente pidiendo limosna. Aunque creo que seria mas feliz como vagabunda que como profesionista.
Eleanor dice que cuando tengamos 18 escaparemos a Londres, y viviremos pobres pero felices y libres. Nunca había deseado tanto mi cumpleaños como ahora. He estado ahorrando y se que ella también. Estamos a dos semanas de iniciar el último año en el colegio.
Era un martes, a Eleanor y ami nos gusta estar en un lugar al que llamamos ‘’La fortaleza’’, esta a las afueras de la ciudad, un poco alejado y para llegar tenemos que ir en bicicleta, es un lugar tan tranquilo, lleno de silencio y armonía. Eleanor bromea diciendo que en este lugar será la segunda venida de Cristo, es muy gracioso viniendo de alguien como ella.
Estábamos sentadas en la copa de un árbol, con nuestras bicicletas recargadas en el tronco de este. Todo estaba en completo silencio, hasta que Eleanor corto esa tranquilidad preguntando.
-¿Crees que entren nuevos alumnos este año?- dijo volteando lentamente hacia mi.
-No lo sé, espero que no. No necesitamos más idiotas alrededor.-
Lo que dije era cierto, creía rotundamente es esto. Si existiera un virus letal que solo afectara a las personas engreídas y de mente cerrada, el mundo seria muchísimo mejor, pero lamentablemente ese virus no existe.
-Este año si me voy a esforzar.- dijo muy convencida y segura de que así seria.
-¿Así como el año pasado, que aprobaste de milagro? ¿O como el anterior, cuando le rogaste al profesor con lágrimas en los ojos para que te aprobara? Explícame por que no entiendo tu concepto de ‘’esfuerzo’’.
-Mejor calla o tendré que recordarte todas tus humillaciones con los profesores.
-No, gracias.-
La verdad es que ninguna de las dos hemos sido buenas estudiantes. No tengo ningún tipo de interés en los estudios, de hecho no tengo ningún tipo de interés en nada. Solo me importa comer, respirar, dormir y ver el tiempo pasar. Ver como la muerte llega lentamente día tras día, sentir como mi cuerpo se debilita y mi alma grita pidiendo libertad. Una libertad que solo muriendo podré sentirla completamente. Me considero un error universal, un error que esta ahí y que no se puede hacer mucho para solucionarlo, al final el error dejara de existir y nadie ni nada se acordara de el. No sé si en realidad esa es mi filosofía o son solo ideas que las personas me han metido en la cabeza. Mientras tanto mi vida no tiene sentido.
Estaba atardeciendo, así que decidimos volver a la ciudad antes de que oscureciera. En el camino nos topamos con el cadáver de un pequeño perro, estaba hinchado, su estado de descomposición era ya muy avanzado, pero a pesar de su horrible olor había algo el tan hermoso, algo que te llenaba de tranquilidad era como si supieras que ya se encontraba en un lugar mejor.
-Creo que deberíamos de darle una linda despedida.- dijo Eleanor. Pude notar que estaba muy conmovida por este pobre animal.
-Si, se lo merece.- dije sin pensarlo demasiado. Así que fui a buscar unas rocas, mientras que Eleanor buscaba flores y ramas. Acomodamos las rocas en círculo alrededor del cuerpo y unas flores y ramitas encima. Cuando terminamos decidimos seguir nuestro camino a casa. Llegamos a la ciudad, aun era temprano así que fuimos al muelle un rato. En todo ese tiempo no dijimos ni una sola palabra, quedamos muy consternadas con el alma de aquel perro, yo en particular nunca había sentido la muerte de esa manera, el simple hacho de no saber como es que termino la vida de ese animal, me angustiaba mucho.
Eran alrededor de las nueve, me despedí de Eleanor y regrese a casa. Iba muy distraída, por poco y caigo con un montón de basura que estaba en la calle. Llegue por fin a mi casa, las luces estaban apagadas, deje mi bicicleta en el jardín, nuestra casa es muy pequeña, el jardín no tiene mas que unos cuantos pasos de ancho. Me acerque a la puerta, la abrí cuidadosamente, no lo podía creer…