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Otro día se sumaba a un ciclo que parecía interminable, en donde los rayos del sol no acariciaban su piel. Mentiría si decía no extrañar aquella hermosa sensación del viento meciendo su cabello, o el inconfundible sonido de las olas tocando las orillas de la playa cercana a su casa. Pero era algo de lo que debía de olvidarse, el simple hecho de salir de su zona de confort sonaba aterrador. Y si hablaban de interacción social, ésta podía rebasar con creces sus límites de pavura.

¿Le tenía miedo a la gente? No, definitivamente no. Solo no podía lidiar con ellos, sentía pánico de no poder cumplir con las expectativas que depositaban sobre él. Conocía de antemano el sentimiento ajeno de decepción que iba dirigido hacia sí. Era algo que podía romper con mucha facilidad a su tipo de personas.

Desde pequeño, sentía que la sociedad era algo que no podía fundirse de manera correcta con él. Quizás porque incumplía con los parámetros de perfección que tan necesarios eran para entrar en la comunidad. Mas sus características eras similares a la de los grupos que usualmente eran denominados por la sociedad como "inútiles". No entraba en la colectiva de "talentoso, genio, prodigio", su excelencia era escasa en casi cualquier actividad que intentara realizar.

Antes, creía que las personas estaban destinadas a cumplir un rol, que cada quien tenía un talento, todos servían para algo y eran muy buenos en ello. Sólo era necesario buscar. Esas eran unas muy lindas palabras para consolar a las personas que en realidad no tenían utilidad y no contribuían con algo bueno en el mundo.

Un país no se forma con gente inútil, era por ello que él había decidido no ser un estorbo. Si no podía ayudar, mejor no molestar con su presencia innecesaria.

Repentinamente, algo lo sacó de sus pensamientos. El golpeteo de la puerta de su habitación era suave, pero insistente.-Aquí está la comida, cariño.-La voz de su madre sonaba apagada, estaba acostumbrado a ello. Era así desde que perdió en el torneo.

No respondió ante las palabras de ella. Esperaría a que se fuera, lo cual sucedía bastante pronto. Su madre solía esperar unos segundos frente a la puerta, con la esperanza de que él algún día la abriera. Con el pasar de los años, el tiempo que su madre dedicaba a esperar por una respuesta de su parte era menor. Al principio duraba horas ahí, rogándole por su salida, Con el pasar del tiempo esas horas se convirtieron en minutos , y actualmente su progenitora sólo se mantenía ahí por unos segundos, sin perder la poca fe que aún mantenía en su interior.

No era de su desconocimiento la depresión por la que pasaban sus padres. Pero él no podía hacer nada cuando se encontraba en un estado peor. Nunca les traería algo bueno a sus progenitores, lo supo después de tantas derrotas y decepciones. Pudo apreciar en las tristes expresiones de ellos, que él no era el hijo que ellos tanto ansiaban tener.

Un hijo que les trajera orgullo.

Suspiró, de nada le ayudaría ahogarse en más penas, ya suficientemente hundido estaba en las profundidades de su pesar. Decidió salir y agarrar el plato de comida. Una leve mueca similar a una sonrisa se formó en sus labios. Su madre le había preparado Katsudon, su comida favorita, lo cual era raro, tomando en cuenta que su madre no se lo preparaba a menudo porque solía subir de peso bastante fácil, y ahora que se hallaba en su habitación sin hacer mínimo ejercicio, menos probable era ver aquel platillo.

Observó el calendario y entendió mejor todo, pronto sería su cumpleaños número veinticuatro. El tiempo pasaba rápido, casi parecía ser ayer cuando a sus diecinueve años debutó en una gran competencia como lo era el Grand Prix.

Prendió la tv, queriendo olvidar el recuerdo de dicho evento. Y vaya que el mundo le odiaba, pues el primer canal que la televisión dejó ver transmitía noticias para nada buenas.

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⏰ Última actualización: Feb 06, 2017 ⏰

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