Débil

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-Fye...

El moreno gruñía cuando decía ese nombre, pero ya ni el mismo sabía porqué.

Hacia un tiempo atrás que había empezado a sentirse excitado cuando el mago tomaba de su sangre, pero siempre había logrado tenerlo bajo control.

Él soportaba ser la presa de aquel mago-vampiro de pacotilla ya que lo veía como su responsabilidad, él había insistido en que siguiera viviendo, así que el precio que debía pagar estaba bien.

Un monton de sentimientos y sensaciones siempre lo embriagaban cuando se alimentaban de él, y estas habían ido cambiando con el tiempo.

Al principio era doloroso ofrecer voluntariamente su brazo para ser perforado, podía sentir la rabia y el dolor de Fye en la forma en que lo mordía. También se dio cuenta de cuando comenzaba a resignarse y había aceptado su destino, a pesar de que siempre había huido de el.

Pero un tiempo a esta parte, había sido cuidadoso con él. Debido a que sería su presa por la eternidad, se le habían otorgado poderes curativos superiores a un humano normal, su morena piel no albergaba las marcas de los colmillos por más de un día.

Por esa misma razón, no era necesario que el rubio ocupara su saliva regenerativa para cerrar las heridas que le provocaba.

La sensación de sentir fluir su sangre fuera de su cuerpo, el mareo que le provocaba aquello y la visión del delgado rubio con la boca entreabierta sobre su piel además de que últimamente tenía una expresión de goce, fueron jugandole malos pensamientos al ninja.

Pero todo eso se había exacerbado aquel día durante la mañana.

Él se había sentado como siempre lo hacía, piernas entrecruzadas y su fiel espada cerca. Había estirado su brazo y cerrado los ojos para no ver aquella visión que estaba empezando a considerar erótica.

Pero sintió una mano apoyándose en su pecho y la pierna derecha del rubio en medio del hueco que dejaban sus piernas.

Ese dia Fye había tomado directamente desde su cuello.

Y volviendo a la realidad del momento, la posición actual de ambos era la misma. Lo que cambiaba era la situación, Fye debía estar seguramente muy borracho y él también, sumado al hecho de que su cabeza daba vueltas debido a la anemia que debía estar sufriendo su cuerpo.

Dar dos veces en el mismo dia esa cantidad de sangre era algo extenuante y también peligroso para su salud.

Él feliz le daría toda su vida líquida a aquella delgada silueta que se encontraba encima suyo. Pero también daría su vida por alguien más, la princesa.

Y para Kurogane, ella era más importante que él mismo y que su amigo.

Así que con toda la fuerza que le quedaba en el cuerpo puso ambas manos en los hombros de Fye y lo alejó, sin importarle que desgarrara su garganta.

Sintió un grave dolor proveniente de su cuello e instintivamente llevó una mano para cubrir la herida que goteaba roja.

Con una muesca de dolor y molestia miró al causante de eso y por un breve segundo se sorprendió.

Los ojos normalmente turquesas de su amigo estaban rojos y una sed se apreciaba en ellos.

-No... no dejes que te gane -fue lo último que dijo momentos antes de perder la conciencia, no sin antes haber visto un destello de preocupación en los ojos -ahora normales- de Fye.

Despertó en su habitación, con el torso descubierto, apenas tapado con unas sábanas que usaba más por decencia que por otro motivo y con una venda en su cuello. Trató de incorporarse pero un fuerte mareo le invadió, haciendo que volviera a su sitio.

Cuidaré de ti (KuroFye) (Hiatus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora