Invitado

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Esa voz, jamás la había escuchado, pero se notaba que para Fye aquel sujeto era conocido, podía escuchar la alegría en su tono de voz y en sus palabras.

Apretó sus puños que colgaban y chasqueó la lengua, aquello no le gustaba para nada, un mal presentimiento recorrió su espalda y lo puso en tensión.

Más ruidos de risa provinieron de la habitación y molesto sin saber exactamente por qué caminó para abrir la puerta y ver qué era lo que sucedía en su interior, pero cuando ya su mano se encontraba a escasos centímetros, se detuvo.

¿Por qué lo haría? No tenía ningún motivo para hacerlo, sólo un mal sentimiento, pero tampoco era de peligros, simplemente le incomodaba aquella voz, volvió a cerrar la mano y retrocedió lo que había avanzado. No tenía por qué importarle lo que estuviera haciendo ese mago de pacotilla ahí, de hecho, no le importaba.

Soltando la respiración que había estado aguantando y que no se había dado cuenta, se alejó y siguió caminando, no dejaría que eso le arruinara la tarde que había estado planificando. Realmente necesitaba distraerse y sacar sus frustraciones fuera.

Caminó mucho más deprisa de cuando había salido de su habitación, ya no se detuvo a observar el paisaje y tampoco se detuvo por nada. Una urgencia feroz recorría su cuerpo y necesitaba llevarla a un término.

Salió de los terrenos imperiales y caminó hasta la ciudad, el atardecer estaba dando paso a la noche y las luces en el camino y de las casas se iban prendiendo paulatinamente. Muchachas con farolas pasaban al lado de él y se le quedaban mirando. Quizás debería tomar a una e ir hasta el bosque. Pero no, no podía deshonrar a una chica así.

Finalmente, luego de transitar calles y pasar por múltiples puestos, llegó a una de sus prostíbulos favoritos, ahí siempre era bien recibido y las mujeres en su interior no solo eran bellas, sino que también eran inteligentes. Eso era algo que agradecía antes de la acción, una buena charla.

Entró y todo el mundo se quedó en silencio cuando lo vieron, luego estallaron en goce y alegría. Realmente era muy popular ahí.

—Kurogane-sama —le recibió la dueña— hace un tiempo ya que no recibíamos sus visitas, ¿a qué se debe el honor de verlo nuevamente?

—¿A qué crees tu? Por favor, dime que hay muchas razones por las que un hombre vendría aquí, y hazme una lista, así puedo usar alguna excusa de vez en cuando.

—Mis disculpas —le dijo la mujer, haciéndole luego un gesto con la mano para que se adentrara a uno de los salones preparados para festines— por favor, siéntese y la comida será servida, también me aseguraré de que tenga compañía.

—No comida, solo sake —contestó el moreno a la vez que se iba sentando y buscaba una postura cómoda—. Y que sea mucha compañía.

—Como usted lo desee.

Al cabo ya de algunas horas, Kurogane y las chicas que le acompañaban habían bebido el suficiente sake como para pasar a cosas más de adultos. Pero, para la mortificación del ninja, el miembro de su cuerpo que antes había estado tan deseoso de debutar, ahora se negaba a participar. Sabía que si lo forzaba la situación era peor, y tampoco podía dejar que las chicas intentaran animarlo, si lo hacían y no funcionaba, sería el mayor hazmerreír.

Se disculpó para ir al baño y ver si podía hacer algo con aquello, pero antes de que lograra ponerse de pie otra vez, una muchacha le preguntó.

—Kurogane-sama, usted tiene un amigo, ¿no es así?

—¿Mmm?

—Uno alto, rubio y muy apuesto

—¿Qué tiene él?

Cuidaré de ti (KuroFye) (Hiatus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora