Capítulo XI: "Eichen House, el lugar de las pesadillas".

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El porche de la madre de Lydia no era tan bueno como el Jeep de Stiles en cuanto a resistir, pero igualmente era útil al ser más veloz.

Debían volver a Eichen House a buscar pistas sobre Meredith. Ese psiquiátrico del infierno. Ninguno de los presentes pensó que tendrían que volver algún día.

La rubio fresa debía admitir que tenía miedo de volver ahí después de todos los recuerdos que le quedaban. Podía afirmar que ninguno de esos recuerdos era bonito.

Sintió una mano sobre su hombro que la distrajo de sus pensamientos. Al girar sus ojos se encontraron con los de Stiles.

—Tranquila— él le dijo, con comprensión.—Todo va ah ir bien—

Le dedicó una sonrisa cálida, pero Lydia no fue capaz de devolvérsela. Se tapó el rostro con ambas manos soltando un gruñido de frustración.

Sentía como las lágrimas luchaban por salir. Entonces el castaño la abrazó. Acarició su espalda, y la rubio fresa sintió el cálido aliento del chico en su oreja.

—Maldición Stiles, no quiero llorar— ella suspiró, aún entre los protectores brazos del de lunares.

Las lágrimas comenzaban a deslizarse de forma silenciosa.

El castaño la separó de él haciendo que quedarán frente a frente. Le sonrió con esas sonrisas tímidas que tenía, y ella intentó en vano esconder su rostro.

—Está bien llorar Lydia, además, recuerda que te vez hermosa cuando lloras— el dijo, provocando que una media sonrisa se formara en los labios de la rubio fresa.

Recordaba la primera vez que había tenido una conversación real con Stiles en su auto, el le había dicho exactamente lo mismo. La melancolía la invadió. Nunca supo apreciar lo que tenía frente a sus ojos hasta que fue demasiado tarde, y el chico sólo la consideró una amiga.

Permitió que el castaño le secara los rastros de lágrimas con ternura, y luego sonrió bajando la mirada.

Fue como si Scott y Malia no estuvieran en los asientos adelante y ellos dos se encontraran sólos en el mundo.

Estar con Stiles le provocaba eso, y por un momento consiguió olvidar que se dirigían a ese lugar. Al lugar de sus pesadillas.

(.....)

El hombre de la recepción los miró con detenimiento y sospecha al verlos entrar.

Cuando atravesaron las puertas, Lydia sintió que sus piernas iban a fallarle en cualquier momento.

—El horario de visitas se terminó, así que es mejor que se retiren— el hombre anunció sin más, volviendo su atención al ordenador que tenía en  frente.

Entre los cuatro se dedicaron miradas cómplices. Ya no eran aquellos adolescentes impulsivos que noqueaban a los guardias o entraban por la puerta trasera. Ésta vez tenían un plan más estratégico.

Stiles se acercó al mostrador afirmado sus brazos y le enseño una tarjeta al hombre de la recepción.

—Pertenezco a la academia de detectives de New York— alzó la voz con una madurez que dejó sorprendida a la rubio fresa.— Tengo el permiso para estudiar personalmente un caso—

El hombre tomó la identificación y lo observó de pies a cabeza.

—¿Y ellos?— señaló con la punta del dedo a los demás.

El castaño sonrió acercándose a ellos.

—El— señaló a Scott.— Es el guardia que nos enviaron—

Grita (Stydia)  #BTAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora