Deux

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—¡Devuélvela!

—¡No!

—¡Hyung!

—¡No!, ¡todo ese montón de azúcar es malo!, ¡te va a dar un coma diabético, LuHan!

—¡Tal vez eso es lo que quiero!

—¡Deja de decir estupideces!

—¡Mis Macarons!

—¡Que no!

—¡Hyung! —LuHan dio pisaditas en el suelo, y unas cuantas vueltas en frustración a la par que hacía un berrinche—. ¡Mis dulces, hyung!, ¡mis dulces!, ¡mis dulces!, ¡mis dulces!

—¡Olvídalo!

Estaban en extremos apartados del salón de clases. ChanYeol sostenía en sus manos una caja repleta de Macarons, mientras LuHan lo miraba con los mofletes inflados desde el fondo, sosteniendo su peso sobre uno de los pupitres, con el impulso de llevarse por delante todo lo que se le atravesara con tal de lograr arrebatarle de las manos las golosinas que había comprado hace menos de una hora, y que su amigo confiscó por ser nocivas para la salud.

Había llegado el día.

Vería a YiXing hoy, en la tarde, como le avisó su padre hace dos horas, y LuHan estaba con la presión hasta las orejas porque su hermano llegaría para encontrarse con la penitente vida de monje, que, como pequeño heredero a una reconocida compañía de modelaje reacio a aceptar su destino, LuHan había aprendido a llevar.

Yixing se encontraría con que el renombrado Zhang LuHan no había hecho nada con su vida.

Ni al menos conseguirse un novio que lo mantuviera.

Por supuesto, LuHan había salido a comprar dulces apenas se enteró del adelanto del vuelo de YiXing, y de pura casualidad se cruzó con una fabulosa rebaja de Mini Macarons en la repostería francesa que estaba al frente de la universidad.

Con lo que le gustaban esos condenados Macarons, y con la ansiedad al límite no estaba como para que ChanYeol raptara su caja y amenazara con lanzarla a la basura.

—Hyung...

Se vio obligado a recurrir a otra táctica: entrelazó ambos brazos sobre su pecho, formó un puchero con sus labios y lo miró, ceño fruncido.

Si ChanYeol no le daba su caja de postres, lloraría.

El mayor se quedó quieto, viéndolo impávido unos segundos, antes de que una sombra de arrepentimiento se le cruzara por los ojos.

—¿No me vas a devolver mis Macaronsitos? —susurró LuHan con voz más aguda de lo normal, abombando sus labios.

Y sí, ChanYeol podía resistirse a muy pocas cosas en su vida, Zhang LuHan era una de ellas. De modo que tomó aire y sus hombros cayeron en un pesado suspiro.

No tenía cura.

—No te los vayas a comer todos, glotonsito —y le extendió la caja.

Se maldijo interiormente porque de seguro, más tarde el menor se estaría quejando de que le dolía el estómago.

LuHan sonrió amplio, dio brinquitos hasta llegar al frente a un lado de ChanYeol, tomando la caja y dándole un pico en la mejilla.

—Gracias, Hyung —el menor se dispuso a salir del lugar con la mochila al hombro, seguido de ChanYeol.

Caminaron alrededor del campus, hablando de cualquier cosa. LuHan tenía la tarde libre, y ChanYeol estaba en último semestre de su especialización así que se veía con la pésima carga de enfocarse en presentar su tesis de grado, por más que no quisiera, por más de que la inspiración con él fuera algo horriblemente fugaz y momentánea, incluso más que el amor de su dongsaeng por el azúcar.

chubby «hunhan»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora