—Bien, puedes hacer esto Eff.
El agua llenaba el cuenco que hacía con mis manos para después bañar mi cara. La sensación era refrescante y por ello me relajaba; sí quería lograr mi cometido tenía que calmar primero al monstruo ansioso y preocupón que habitaba en mis entrañas, el culpable de volverme impulsiva o cohibida en los momentos equivocados.
Tengo tan sólo cinco minutos para mentalizarme antes de que la clase de física termine y tener que comentarle a la señorita Lobster mi situación. Sé que no es un motivo por el cual acomplejarme pero tiendo a crear tormentas en vasos de agua.
—Vamos que no es tan difícil—saqué todo el aire de mis pulmones antes de proceder a arreglar mi desaliñado cabello —. Sólo ve al grano, no te quedes callada, no titubees, se convincente—enfaticé cada punto moviendo mis manos, di un último vistazo a mi rostro deteniéndome en cada una de mis delicadas facciones, puse mis dos manos palma contra palma frente a mi boca, tocando levemente la punta de mi nariz respingada—. Aquí vamos.
Me encaminé de vuelta al salón completamente mentalizada, pedí permiso para entrar y esperé en mi lugar hasta que la clase concluyera. Durante mi espera había visto un pequeño montoncito sobre el escritorio de la profesora, deduje que seguramente todos ya habían entregado las hojas con los integrantes de su equipo.
Me acerqué tímidamente al escritorio donde Lobster estaba registrando los nombres de los equipos, al quedar frente a ella alzó su mirada esperando a que hablase.
—Amm, quería preguntarle sí era posible el poder realizar...
— ¡Profesora!—un golpe estridente hizo eco en las paredes del salón que poco a poco se iba vaciando, anunciando la entrada de Serena y su cabellera azul —. ¡Exijo un cambio de equipo!
Tanto la señorita Lobster como yo nos quedamos calladas, viéndonos la una a la otra comprobando que habíamos escuchado bien.
— ¿Existe algún problema con tu pareja, Serena?—preguntó arrugando su frente extrañada.
—Ya no quiero hacer pareja con Laia, póngame con Trevor—demandó la chica sin un ápice de amabilidad.
Que pidiera un cambio era bastante inusual porque Laia y ella eran como uña y mugre, no recuerdo un día que las haya visto separadas a pesar de sus personalidades tan contrarias. Laia era tranquila, callada, tímida y dulce; Serena revoltosa, explosiva y con un carácter sumamente imponente capaz de asustar a cualquiera. ¿Cómo siendo tan contrarias seguían siendo amigas? No sabría decirte, pero podría apostar que era por la exorbitante paciencia de Laia.
Todo esto resultaba un acontecimiento demasiado llamativo para mi gusanito del chisme y me mantenía atenta a la conversación, escuchando las demandas de la chica como las réplicas de la maestra, que negaba con la razón de que se desacomodarían los equipos.
Al ver que Lobster no sucumbía, la chica agarró una pluma sobre su oreja y, sin importarle que la estuviesen observando, arrebató la lista de parejas ubicada debajo de las manos de la maestra para tachar y escribir nombres a su complacencia.
—Ponga a Laia con Anthony, a Maurice con Aline y a Tammy con Thiago—propuso tapando la pluma para devolverla a su lugar—, unos pequeños cambios y todos con pareja, el plan perfecto—sonrió con suficiencia recibiendo como respuesta una risilla incrédula.
—Sería perfecto de no ser porque Tammy tiene varicela y no se presentara hasta la siguiente semana—Lobster recuperó la lista de las manos de Serena y procedió a reacomodar los nombres.
—Bueno Thiago queda solo y ya ¿Cuál es el problema?—replicó rodando los ojos.
—Sin Tammy el grupo es un número par y este año no pienso aceptar que alguno se quede solo, no es una forma equitativa de evaluar.
ESTÁS LEYENDO
CARRUSEL
Teen FictionEffany lleva tres años deseando entablar conversación con un muchacho de su preparatoria. ¿Qué pasaría si el chico que tanto te causa curiosidad al fin te hablase? ¿Podrán superar todo aquello a lo que le tienen miedo?