CAPÍTULO UNO: Mar de pánico

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Alexia

Tres años después

Lo primero que escuché fueron los gritos, luego los sollozos, hasta que un par de chicas se desmayaron. Nadie se fijó en mi rostro, el cual había adquirido un tono más de palidez de lo normal. Nadie escuchó mi jadeo de sorpresa, puesto que la multitud de chicas enloquecidas solo tenían un objetivo: encontrar a la banda antes que nadie.

La sorpresa del anuncio del director minutos antes dejó paso a la indignación. En menos de un segundo, todo mi cuerpo estaba en tensión mientras esperaba a que el pasillo se vaciara. La multitud debía reunirse en el gimnasio, pero yo ignoré las ordenes de los profesores. Me recosté en mi taquilla, esperando así que mi corazón dejara de latir desbocado. Sabía que iban a venir, llevaba semanas construyendo muros a mi alrededor, concentrándome en las clases y en nada más. Sin embargo, no estaba lista para volver a verlos. Todavía tenía una semana de margen.

- Lexs, tenemos que ir al gimnasio. - Abrí los ojos a regañadientes para toparme con los marrones de Emma, los cuales brillaban como dos faros. La alegría estaba patente en todo su cuerpo, ya que daba pequeños saltitos en el sitio, esperando a que yo me moviese -. ¡No me puedo creer que estén aquí! Sé que no eres fan suya pero podrías ser buena y acompañar a tu mejor amiga en su obsesión por tener a cuatro cantantes ardientes en el mismo edificio.

- Está bien. ¡Dios, Em, es increíble que estén aquí! - fingí dar un grito de emoción que solo hizo que la morena rompiera a reír.

Si quería hacer como si todo mi mundo no se estuviese derrumbando al entrar en el gimnasio del instituto - estaba totalmente repleto de estudiantes histéricos, chicas en su mayoría, y apenas cabía un alfiler en las gradas - debía fingir mucho más que un grito de falsa emoción. Había tardado más de dos años en olvidar sus voces, sus risas. Apenas veía la televisión por miedo a toparme con sus miradas tan distantes. No obstante, mientras intentaba sortear a los alumnos y llegar hasta la cima de las escaleras donde Xander nos guardaba un sitio, no podía dejar de pensar en cómo iba a soportar su presencia. Las heridas físicas podían haber cicatrizado pero las internas, las que hacían a mi corazón sangrar, aún escocían.

- Vuelvo a escuchar a alguien gritar en mi oído y me largo de aquí. - Fue el saludo que mi hermano nos dedicó sin siquiera levantar la vista hacia nosotras -. Sinceramente, no veo el porqué de tanto revuelo, después de todo solo son un grupo de chicos tocando instrumentos y meneando el cuerpo.

Puede que Emma le recriminase su actitud y le empezase a describir con lujo de detalles lo que hacía a la banda tan genial, pero yo solo me senté junto a la gran estatua que era Xander y le cogí su mano, la cual apretó de vuelta en un instante. Ambos estábamos juntos en eso. La promesa que nuestras manos juntas estaban jurando, sin palabras, era lo que me daba la energía para mirar al frente sin miedo. Estaba rota, estaba destruida, pero no estaba sola. Tenía a mi otra mitad a mi lado, a mi caballero pelirrojo listo para sacarme en volandas en cuanto susurrase la palabra clave.

Sin embargo, no iba a hacerlo. Si algo había aprendido de mi hermano en estos tres años era a encerrar en una cajita de cristal todo mi dolor. No era tan buena como él, apenas podía soportar aguantarme las ganas de llorar, aunque estaba orgullosa de decir que los progresos de estas últimas semanas eran notables. Una parte de mí, la fan enloquecida, estaba encerrada en esa jaula de cristal y a buen recaudo. Solo rezaba para que no se rompiese al verlos.

- Silencio, por favor. - La orden del director Stewart, un hombre de mediana edad con una gran entrada en su cuero cabelludo y una barriga que casi hacía explotar la camisa manchada de café, retumbó por todo el gimnasio, su aguda voz no necesitaba micrófono alguno para hacerse oír. Aunque la multitud estaba tan entusiasmada por la llegada de la banda que le costó otro par de intentos para que el silencio casi absoluto reinara en la sala -. Como todos ustedes sabrán, el pasado verano hubo un incendio en el laboratorio de ciencias, lo que dañó también la sala de música con todos sus instrumentos, ya que ambos están en la misma ala del instituto - explicó el hombre con voz cansada, harto de repetirlo y nosotros de escucharlo. El accidente, al llegar de las vacaciones, pesaba sobre nosotros de una forma muy tenue, ya que apenas éramos conscientes de lo que el fuego había destruido. No solo destruyó las salas, sino que los departamentos de ciencia y música iban a cerrar -. El seguro solo nos dio el dinero para arreglar la parte del edificio destruida, pero los materiales y los fondos de los departamentos se fueron en ese incendio.

- Así que cuando el comité se reunió para encontrar una solución, la idea de traer a un cantante famoso o a una banda salió, una forma de recaudar fondos a lo bestia - prosiguió Ethan, el presidente del consejo de estudiantes, el cual le sacaba un par de cabezas al director y la visión de ellos dos juntos era demasiado graciosa como para no reír. Emma soltó un bufido intentando calmarse -. Después de una votación por parte de todo los alumnos, el ganador fue la banda Infinitive4.

Los gritos llenaron, de nuevo, todo el gimnasio. Me encogí en mi asiento, demasiado asustada de mí misma como para respirar con normalidad. Me dolía el pecho, el fuego en mi interior era tan crudo que no podía moverme ni un milímetro sin que un pinchazo me recorriese todo el cuerpo. Estaba preparada para verlos, lo estaba. Llevaba semanas en mi habitación, mirando sus caras y escuchando alguna que otra canción aleatoria. Incluso había visto un par de entrevistas para acostumbrarme al eco de sus voces. Sobretodo, al sonido grave de él, su tono tan familiar para mis oídos como mi propia voz.

Sin embargo, mientras Ethan explicaba el proceso que habíamos seguido para traer a la banda y lo agradecidos que debíamos estar todos porque accediesen a detener sus proyectos para ayudarnos, mi mente se había convertido en papilla. No había ningún pensamiento razonable allí dentro, ni siquiera el mantra de Xander conseguía abrirse paso entre la niebla que el dolor estaba causando. Sentía la mano rasposa de tocar la guitarra de mi hermano sostener la mía, pero era incapaz de ubicar su posición en ese instante. Ni los gritos de Emma a mi alrededor.

Solo podía coger aire a duras penas, a encerrarme entre las paredes del gimnasio que parecían acercarse a mí a velocidades impensables. En algún rincón lúcido de mi mente, reconocí los síntomas de un ataque de pánico. En algún rincón lúcido de mi mente, las fuerzas para luchar contra los recuerdo de ellos estaban en posición de ataque, pero solo era un pequeño rincón oscuro. La inmensidad del dolor era más poderosa, más fuerte.

- Lexs, respira hondo tres veces, busca un punto neutro y céntrate en él. - La voz aterciopelada de Xander llenó mi mente. Su colonia de menta, algo que normalmente detestaba, me condujo hacia la superficie.

Poco a poco, fui nadando entre mi dolor, dejando atrás las paredes y el ataque. Respiré hondo al salir del agua turbia y me llené por completo de la luz que entraba por las ventanas del techo. Unos ojos grises, copias de los míos, me acompañaron todo el camino hasta la tranquilidad. Y, como siempre que tenía un ataque, me froté la parte interna de la muñeca donde la marca de mis uñas habían hecho de las suyas.

- Gracias - dije entre jadeos para tomar aire. Lo gracioso en el asunto era que las personas estaban tan concentradas en la puerta por donde iban a entrar los chicos que nadie se dio cuenta de mi ataque. Ni siquiera Emma, que estaba a escasos centímetros de mí. Solo Xander, como siempre, me había traído de la oscuridad.

- Siempre voy a estar aquí, ya lo sabes. - Su expresión de suficiencia me sacó una sonrisa, lo que hizo que sus ojos se iluminasen. Que el sea feliz, eso es lo único que importa.

- Y ahora es cuando me dan ganas de golpearte. Duro. - fingí enfadarme como una niña pequeña, con pucheros y todo, hasta que noté como la tensión abandonaba los hombros de mi hermano. Normalmente no me costaba mucho mentirle, pero me tomó varios minutos volver a respirar con tranquilidad.

La cercanía de la banda, el saber que estaban a punto de entrar por esa puerta, hacía que todo el asunto de la recaudación de fondos fuese más real. Y con eso, que mis peores miedos estuviesen en la superficie. Sin embargo, mi corazón empezó a latir como si se fuese a salir del pecho de repente. Mis manos empezaron a sudar y mi mente se llenó de mil recuerdos de nosotros juntos. Un cosquilleo me recorrió entera al ver su sonrisa despreocupada, como se pasaba la mano por su pelo rubio despeinando aún más los rizos que lo caracterizaban. Un coro de jadeos y exclamaciones acompañó todos los pasos de los chicos, pero mis ojos solo estaban en él. Por mucho que me doliese, por mucho que las secuelas del ataque de pánico me sacudiesen en el interior, mi corazón saltó de alegría cuando lo vi.

Andrew Scott estaba en la misma sala que yo, después de que rompiera lo que quedaba de mi maltrecho corazón. ¿Lo malo? Que una parte de mí se alegraba de verlo.

Melodía infinitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora