CAPÍTULO TRES: Batido de fresas

15 1 0
                                    

Alexia

Chris me había visto. No sé cómo lo supe, ni siquiera escuché lo que Scott dijo después del corte de su amigo, solo podía ver como los ojos marrón oscuro del bajista del grupo recorrían la multitud y se detenían, con sorpresa, en los míos.

Por un instante, mi mente se quedó completamente en blanco, solo sentada allí, con los dientes apretados para aplacar el dolor que su presencia me producía. Sin embargo, Chris era la única persona, a parte de mi hermano, que podía calmar mis nervios con una sola mirada. Y, aunque estaba estupefacto por encontrarme allí, había dulzura en sus ojos, algo que me hizo sonreír a medias.

Luego, estaban fuera del gimnasio, escoltados por Jeff, el cual ya tenía un pelo casi canoso.

- Dime una razón para que no recoja nuestras cosas y te lleve lejos, Lexs, porque ahora mismo estoy de los nervios. - Xander estaba caminando por mi habitación, completamente vacía a excepción de un armario y una cama, donde yo estaba sentada.

Cuando decidimos irnos de nuestro hogar, después de dejar los temas del funeral de mamá en orden, escogimos vivir con la mejor amiga del instituto de nuestra madre. De pequeños, tía Annabeth era una figura constante en nuestras vacaciones familiares, pero pasó algo que hizo que ella se fuese de nuestras vidas.

Sin embargo, su ausencia era lo único que Xander pensó que trabajaría a nuestro favor, que nadie buscaría en casa de una mujer que era un fantasma gran parte del tiempo, su trabajo como cirujana de trauma era todo por lo que respiraba.

- Porque no creo que Chris diga nada, estaba tan sorprendido que ha maldecido delante de una multitud, Xander, ha maldecido – le contesté mientras jugaba con un hilo suelto de la colcha negra.

Chris se había criado entre cristianos devotos a más no poder, por lo que el comportamiento fuera de lugar era un pecado para sus padres. Lo habían educado con las bases y restricciones de la religión, algo que marcaba por completo el carácter del chico. Nunca maldecía. Y eso logró captar la atención de mi hermano.

- Además, mañana es la primera reunión con la banda y, te guste o no, tengo que estar allí. Por consiguiente, me van a ver. - Lo último lo dije con un hilo de voz, la realidad chocando contra mí.

Estaban aquí. De verdad habían cruzado las puertas del gimnasio; Scott había sonreído como siempre hacia en sus conciertos, Hunter había tapado uno de sus ojos con su pelo para dar más dramatismo a su mirada, Chris había lucido completamente recto y correcto mientras estrechaba la mano del director y James tenía sus hoyuelos en posición para seducir.

Los chicos que tanto habían significado para mí y que tanto daño me habían causado estaban de verdad en la misma ciudad que yo, en el mismo instituto. Y por muchas ganas que tuviera de encerrarme en el baño y abrazar al retrete, tenía una labor que hacer en la recaudación de fondos.

Hora de ponerse los zapatos de chica grande.

- Tienes razón, no me gusta, aunque regalaría mi guitarra con tal de ver la cara de Scott cuando te vea – dijo Xander con una gran sonrisa. Mi hermano llevaba el tema de los chicos con más descontrol que yo, a decir verdad, todo lo llevaba con más descontrol que yo.

Por eso necesitas que el departamento de música no cierre, por él. Todo lo que hacía, desde hace tres años, era por el bien de mi hermano. Xander no había superado la muerte de nuestra madre, el tema lo ponía al borde, y si quería evitar que se hiciese el mejor amigo del señor Daniels, debía tragarme todo el escozor que sentía hacia Scott y superarlo.

Los ataques de pánico eran solo un paseo de rosas comparado con mis pensamientos.

- Voy a actuar con normalidad, Xander. Nadie va a saber que los conocemos, quién soy yo en realidad. - El timbre sonó en ese instante, cortando la conversación. Por como cuadró los hombros mi hermano y se fue sin decir palabra, no habíamos acabado.

- Hola, Morgan. - Bajé las escaleras a toda prisa, el timbre resonando por toda la casa sin cesar. Al encontrarme a la pequeña rubia al lado de la puerta, ahora sabía cual era la razón de tanto ruido.

- Has tardado en abrir, - Como cualquier niña de cinco años, entró al salón como una autentica princesa segura de sí misma, sus rizos dorados revotando en su jersey rosa chicle – nadie puede hacer esperar a una princesa, nadie.

Sus pequeños ojos azul cielo me evaluaron desde el sofá, donde había colocado su escuálido cuerpo sin quitarse las botas, aunque le tenía dicho que debía hacerlo. No podía culpar. Su madre era una súper modelo que actuaba como toda una snob veinticuatro-siete. Trataba a la gente – es decir a las chicas como yo – como seres inferiores que no tenían ni media neurona en sus cabezas por no besar el suelo que pisaban. ¿Lo malo? Sydney, la animadora jefa y casi novia de Xander era su otra hija. ¿Lo peor? No podía enfadarme con Morgan por hacer lo que su madre hacía, solo la imitaba como cualquier niña pequeña.

- Lo lamento, su alteza, pero le estaba preparado el batido de fresas que tanto le gusta. - Emoción brilló en su redonda cara, lo que me hizo sonreír. Con una madre obsesionada con la dieta, Morgan apenas podía comer algo de dulces.

Así que yo le daba de contrabando batidos y chocolate y ella me pasaba información sobre los cotilleos de Sydney, a cambio. Era un trato no escrito entre nosotras.

- Al parecer, Syd quiere salir con el cantante de la banda que ha venido a la ciudad. Y Stacy cree que el batería es mono y caliente, aunque a mi no me parece que esté enfermo.

Rodé los ojos ante el comentario sobre Stacy, la mejor amiga de Sydney y segundo componente del dúo S, de serpientes, pero mi corazón se detuvo un mili segundo con lo de la hermana de Morgan. Había convertido mi corazón en una fortaleza impenetrable, aunque había cosas que lograban colarse por las grietas. Y ese era Scott.

Al largo del tiempo, me había acostumbrado a toparme con su sonrisa fácil y sus brazos alrededor de una diosa modelo. Sin embargo, pensar que la víbora de Sydney podía ser la siguiente portada en alguna revista, conseguía cabrearme.

O simplemente estaba susceptible por su llegada inesperada, nada más.

- Pero yo no creo que ese chico salga con mi hermana.

- ¿Por qué? - Dejé el batido que había preparado al llegar a casa en las manos de la niña y me senté a su lado, mientras le quitaba los zapatos. La tela del sofá era blanca y mi tía era una maniática de la limpieza.

- Porque siempre habla de una chica, Melody, y cuando lo hace los ojos le brillan como a mis abuelos cuando se miran. - Por segunda vez ese día, sentí las paredes moverse hacia mí, pero esta vez fue la voz de la pequeña en la cual me enfoqué para calmar mi respiración, lo último que quería era tener un ataque delante de Morgan -. Melody es el gran amor de Scott, mi madre siempre lo dice.

Dolía que esas palabras saliesen con una voz tan inocente y pura, pero que para mí fuesen como apuñaladas en mi espalda. Me levanté de un salto para que Morgan no viera mis ojos llorosos y me concentré en ponerle los dibujos y en limpiar el desorden que había causado en la cocina con el batido. Enjagüé la batidora a consciencia, la melodía taladrándome la cabeza con un bajo ritmo estridente.

Odiaba esa palabra, odiaba que las chicas suspiraran cuando la banda hablaba sobre Melody, odiaba que la sonrisa de suficiencia de Scott se transformara en una de cálida. Odiaba todo lo que tenía que ver con esa chica, porque, Melody, era yo.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Mar 02, 2017 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Melodía infinitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora