El hacker olvidado

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Bogotá, Colombia.

Los Olímpicos empezaron siendo un grupo de inadaptados. Piratas de la red carentes de ideales o propósito más allá de su propia diversión, representantes del ideal latinoamericano de disfruta el ahora e ignora el presente. Tenían talento, vi genios capaces de burlar las prohibiciones de la neurored que se conformaron con frivolidades. No obstante, en mi larga vida tuve la suerte de toparme con algunos de sus renegados, les decían los Caídos, bestias necias que cometieron la imprudencia de tomar cartas en un asunto, al que mejor recuerdo le decían Oriol97. Fue el amigo más sincero que tuve en décadas.

Confesiones de un coleccionista. Anónimo.

Catalina sintió un extraño deja vu cuando conoció a Eduardo Velazquez. Algo en los ojos grises de aquel muchacho no cuadraba con el expediente que Kelvin le había pasado, el archivo de su camarada hablaba de un civil. Un personaje ajeno a la lucha de Noche, la manipulación del sistema e incluso el mundo que le rodeaba, pero ese muchacho tenía una mirada tan parecida a la de su hermana que la teniente Wolf se encontró preguntándose si no habría cometido un error al solo dejarlo con un par de esposas alrededor de las muñecas. A pesar de su delgada constitución, le daba la sensación de que el momento menos pensado se pondría de pie e intentaría atacar, como una bestia acorralada que presiente su fin.

—¿Dónde estoy? —se atrevió a preguntar el joven. Luego de ser arrastrado entre algunos pasillos secretos del Edén las fuerzas lo habían abandonado y se había conformado con la comodidad del piso. Tenía la espalda apoyada en la pared, no obstante, por la leve molestia de su voz Catalina intuía que Jhonier se había rehusado a gastar anestésicos del calidad con él.

—En un lugar seguro —confirmó Catalina omitiendo explicaciones

—¿Un lugar seguro? —Una ceja interrogante se alzó.

Examinó los ojos del joven, por las pupilas dilatadas supo que el suero de la verdad había empezado a actuar. Sí, era más parecido a Nicole se que los informes insinuaban. Lamentó las circunstancias de su segundo encuentro, con la dirección adecuada y poniendo un poco de su parte el chico habría tenido potencial como mensajero de Noche. Ese rostro juvenil tenía un brillo perspicaz que ni siquiera las drogas habían apagado del todo (¿el muchacho había pasado por ese tipo de interrogatorio antes o se había metido con suficientes alucinógenos en su vida como para poder hacerle frente a algunos efectos del narcótico?), el cabello desordenado le daba un toque de madurez y los labios levemente fruncidos indicaban la formulación de una pregunta aún no pronunciada.

¿Miedo o prudencia?, se preguntó.

—¿Por qué mirabas el graffiti de Suba?

La cuestión lo tomó por sorpresa. Sus ojos se habían iluminado con reconocimiento cuando oyó hablar a Catalina, pero dudaba que estuvieran en buenos términos. Poner una inyección de suero de la verdad y una bolsa sobre la cabeza de alguien para luego moverlo en un espacio desconocido no era la mejor primera impresión.

—Porque era hermoso.

Catalina oyó una risita femenina en su auricular, volvió la mirada hacia el ojo espía de la habitación. Un grupo exclusivo del Edén los observaba desde una habitación adyacente. La cabeza de la teniente se había movido en miles de direcciones para evitar que los rencores recurrentes de ser hermano de un personaje tan polémico como Nicole. Aunque en el noticiero había hablado de una insurgente muy comprometida con la causa, la teniente, su comandante y una élite selecta de Noche sabían la verdad. La prodigio era una incógnita dentro de otra incógnita.

¿La Sardina filtraba información como pasatiempo? La pregunta permaneció en la mente de Catalina incluso después de que la detective salvará su vida mediante la adulteración de datos del Departamento de Investigación Militar. Además luego de aquel episodio Nicole nunca se retrajo de hacer de su trabajo, si debía investigar a un colaborador o un miembro de Noche lo haría. Lo asesinaría de ser necesario. ¿Cómo podrían saber en qué parte de la amplia escala de grises estaba Eduardo? Matarlo sería mejor que esperar la respuesta.

Pero entonces el noticiero lo expuso como un hacktivista que apoyaba a su hermana en el intercambio de información con Noche, el resto fue demasiado fácil. Orquestó aquella audiencia luego de recordarle a la Junta directiva una verdad irrefutable: Su organización no podía prescindir de hackers con talento como el supuestamente poseía Eduardo. El Coleccionista en persona se interesó por la situación cuando oyó el nickname del joven en la neurored.

—¿Nicole esta bien? —preguntó Eduardo, vacilante. Por un segundo solo vio a un joven un par de años menor que ella, perdido en una desafortunada cadena de incógnitas cuya existencia ignoraba.

Catalina sacó un proyector holográfico de chaqueta, lo encendió con un ademán y soltó un suspiro cansado mientras los ojos de Eduardo se ensanchaban asimilando las palabras de la columna informativa. Vio en aquel par gris iluminado por luces holográficas un tifón de emociones contenidas. ¿Qué lo habría perturbado más? ¿La innegable traición de su hermana al Sistema o tener una orden de se busca con una recompensa de diez mil latinos?

—¿Es cierto que eres Oriol97?

Los músculos de Eduardo se tensaron, negó con la cabeza queriendo omitir la cuestión, pero la versión químicamente mejorada de suero de la verdad hizo su trabajo arrancando la respuesta de su labios en un murmullo inquieto.

—Solía serlo.

—¿Por qué nunca te alistaste?

Eduardo parecía cansado. Había una notoria caída en sus hombros y el leve roce que dio a un punto detrás de su oreja le dijo a Catalina demasiado.

—¿Qué sentido tenía? —Por la frustración contenida en la mandíbula puntiaguda de su prisionero Catalina se preguntó si no se habría pasado con la cantidad del narcótico e inducido una alucinación propia de una sobredosis—. No puedo ingresar a la neurored, no podré hacerlo nunca más.

—Explícate —exigió una voz proveniente de uno de los altavoces ocultos en la habitación. Catalina la reconoció como la voz de uno de los comandantes.

—Una vez caí en un honeypot, una trampa de la red —el muchacho soltó una risilla nerviosa—. La gente de la División E no me creyó cuando les dije que lo hacía por amor al arte.

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⏰ Última actualización: May 05, 2021 ⏰

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