Un tiempo después.

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Pasaron los meses, iban agarrados de la mano por los pasillos del colegio, en la calle, en el centro, en todo. Siempre andaban juntos, la gente se sorprendía al verlos. Criticaban. Hablaban, pero a ellos no les importaba. Los amigos de ella le decían que no estuvieran con él, que él no valía la pena, pero ella no le importaba, lo quería, y no lo iba a dejar por simples comentarios. A él, en cambio, lo felicitaban por decirle que la quería. Esa noche, se reunieron en casa de él. Cocinaron, rieron hablaron, y cenaron. Esa noche fue una de las más maravillosas de su vida, hicieron el amor, no sexo, si no el amor. Se amaron, se unieron, fueron uno. A la mañana siguiente fuero a desayunar afuera, comieron de todo un poco, el la consentía como a una niña pequeña.

“¿Sabes? Si me sigues comprando tanta comida pareceré un globo” dijo agarrando un poco de cotufas.

“Serás el globo más lindo que veré en mi vida” le dijo con un sonrisa.

Siguieron caminando un rato, hasta caer la noche. Se despidieron con un beso y se fueron a casa.

Seis meses han pasado desde aquella visita al parque de diversiones, esa noche era su aniversario, decidieron ir a donde se hablaron por primera vez. Se fueron a su casa a cambiarse, se vieron a las siete en el mismo lugar, los dos emocionados. Se montaron, como aquella noche, en todos los juegos menos en uno. La rueda de la fortuna. Él se quedó viendo la rueda, paralizado, no se quería montar, le tenía miedo a las alturas. Ella lo abrazo por la espalda susurrándole en el oído que se subiera, que no le iba a pasar nada, iba a estar bien. Le paso un escalofrió cuando le hablo al oído. Se negó, no se iba a subir. Ella le dijo que se iba a subir ella, que ella quería ver las estrellas de cerca. Comenzó a dar vueltas y vueltas, su asiento se paró en el medio de la rueda. Se quedó viendo las estrellas, hipnotizada. De repente la rueda empezó a girar sin control, rodando cada vez más fuerte. Su asiento se soltó, y ella cayó. Él fue corriendo para agarrarla pero fallo, cayó al suelo golpeando la cabeza del suelo. Llamaron a la ambulancia, la llevaron a urgencias. Y él seguía, ahí, con ella. Triste, así se sentía al verla en la camilla del hospital. Su corazón era el único que estaba vivo, no se movía, no hacía nada. Decidió ir a comer algo, aunque no tenía apetito, no quería hacer nada.

Ya ha paso un mes desde aquel pequeño incidente, sus ‘amigos’ venían pero no duraban ni diez minutos. Él siempre estaba ahí, pendiente de ella.

[Pensamiento de el]

Te extraño Marie, no sabes cuánto. Quiero volver a probar esos labios, jugar con esa nariz chistosa y verte reír, quiero un minuto más contigo, tener tu pequeño cuerpo entre mis brazos y poder contemplarte cada noche en nuestra cama. Te amo más que a mi vida cariño, te amo.

[Narrador omnisciente]

Soltó un pequeño suspiro, él se levantó de inmediato a verla, estaba mareada, quería vomitar. Se volteo, dándole la espalda a él. Se adelantó para sostenerle el cabello mientras vomitaba. Los médicos llegaron a la habitación, le dijeron que se sentara en la sala de espera, que la tenían que examinar. Exámenes por aquí y por allá. El papa lo pagaba todo, ya que no podría estar en el hospital.

En la noche, dejaron que el pasara, era todo lo que tenía. Sonrió, pero al entrar se le borro. Estaba pálida, y con una aguja en su mano izquierda, unos cables por todo su cuerpo que iban, de ella a una maquina. Ella trato de sonreír, el corrió hasta ella y la abrazo, con cuidado, ella se quejó un poco pero no permitió que se alejase. Otra vez, la tenía en sus brazos, a ella, a su pequeña. Los doctores dijeron que era un milagro de Dios, que por poco se le acababa la vida. La iban a tener otro tiempo más en vigilancia para poder examinarla.

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Hola, pues, solo queria decirles que ya va a terminar. 

No se si la leeran pero me gusta escribir y solo qurian que existe esta historia. Si te gusto, podrias comentar, gracias. 

Autora: Ana Vastag<3. 

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