TYLER.
—Claro, eso no va a pasar.
Me introduzco en el interior de la camioneta negra que me espera en el estacionamiento privado de LA Hills, escuchando tras de mi a una de las voces más sabias que conozco en mi vida.
— Tyler, sé que odias este tipo de cosas, porque yo también lo hago. Pero sabes que a Heisser le gusta cuando eres agradecido, y ¿qué mejor muestra de gratitud que aparecer en la fiesta de cierre de la industria que te está acogiendo? — Adam Reynolds sube a la parte trasera del coche, a mi lado, probando otra vez que me conoce mejor que yo mismo. Localizo una botella de agua en el portavasos y la abro, descargando el contenido en mi garganta. Mark, mi chófer y guardaespaldas, me alcanza un analgésico, pues a veces suelo necesitarlos después de mis sets. Niego con la cabeza, cerrando los ojos y encontrando finalmente mi voz, un tiempo después de escuchar las palabras de mi mejor amigo.
— No lo sé. No estoy de humor.
— Nunca está de humor, señor. — oigo la voz de Mark desde el asiento del conductor, seguido de su risa por su gran comentario. Adam solo sonríe con discreción, manteniendo su actitud reservada.
— Llévenos ahí, Mark. Se lo agradeceríamos mucho. — No puedo opinar, pues la decisión está tomada. Después de dar su orden, Adam me lanza una mirada firme, acomodándose en el asiento. Sus ojos cafés se encuentran con los míos, y no puedo evitar notar cómo resaltan en contra de su piel morena. Se arremanga la camisa de botones ajustada que trae puesta, complementándola con unos pantalones de vestir color piel. Su vestimenta es formal, al igual que la mía, compuesta de un pantalón negro con una camisa de botones blanca.
— Por cierto, ¿qué tal estás? Supe acerca de tu... incidente después del concierto. — Lo observo elegir sus palabras con cuidado, haciendo referencia al ataque de pánico que tuve hace unas horas.
Vaya discreción del equipo de staff.
— Estoy bien. — hago un ademán impreciso, restándole importancia al asunto, no queriendo aceptar el breve pinchazo de vergüenza que siento al respecto. — Solo me sentí desorientado por un segundo; el sonido comenzó a decaer y... Simplemente las cosas tomaron otro rumbo. Uno que en verdad no me agradó.
En el breve silencio que procede a mi voz, me permito recapitular éste día. Mientras cierro mis ojos, empiezo a recordar la embriagadora sensación que me tomó al subir al escenario. Recuerdo la gente, la música; mi música, la cual estoy seguro llegó a tocar el corazón de muchos. Siempre trato de hacer mis sets personales; una experiencia en donde la gente sepa que cualquier canción que esté tocando, viene de mi alma.
Algo triste, considerando los problemas que se dieron.
— Vas a tener que acabar con esa actitud. Sabes que mañana todo será diferente. Ya no serás solo el chico con talento para la música. Ahora vas a tener tu propio equipo, y tendrás que ser capaz de representarlo con sabiduría. —Adam sostiene su mirada con la mía durante unos segundos más, para después apartarla con cansancio.
Una capa de aflicción se asienta sobre mi, al caer en la cuenta que nuestra relación ha sido así siempre. Yo actuando como un imbécil, y el cuidando mi espalda, corrigiendo mis errores. A pesar de que los dos tenemos veintiún años viviendo en este mismo planeta, el es el que ha aprendido más en el camino.
No todos podemos decir lo mismo.
Le propino un golpe juguetón en el brazo, para aligerar la tensión que parece haber engullido el ambiente.
— Claro, papá.
Rompe en una sonrisa, apartando mi mano de un golpe, mientras una pequeña carcajada atrapa su cuerpo.
— Cabrón.
Siento a un lado de mi boca estirarse en diversión, justo cuando Mark se empieza a reír desde el asiento delantero, como si todo esto fuera monumentalmente divertido. Adam y yo compartimos una mirada cómplice, a la vez que recorremos las concurridas calles de Los Ángeles, esperando a llegar a nuestro destino.
(...)
El Club Sundara es fácilmente uno de mis clubes preferidos de todo LA. Ya sea por su arquitectura naturalista, iluminación ambientada o la increíble música que llega a tener, ocupa fácilmente uno de los primeros lugares en locaciones de entretenimiento del país. No todos pueden venir aquí; yo no lo había hecho hasta que firmé mi contrato, hace pocos meses. Adam podía permitirse esto porque básicamente, su situación económica siempre había sido buena. Obviamente la mía creció cuando decidí firmar mi contrato, además de que me ayudó a poseer cierta independencia económica de mis padres.
—Llegamos. — Mark nos informa cuando observamos a la derecha del coche el edificio que pertenece al club, el cual se encuentra rodeado de gente. Los reflectores y la música característica del lugar montan un espectáculo propio que resalta sobre la cálida noche. Observo a través de la ventana a la multitud de camarógrafos reunidos en la entrada, listos para entrevistar a todo aquel artista que llegue. Reprimo una exhalación nerviosa, pues aunque suene sorprendente, tengo menos experiencia en este tipo de cosas que la que aparento.
— ¿Estás listo? — Adam me lanza una mirada firme, esperando mi respuesta. Su mano ya está en la manija de la puerta, pero sé que si yo le dijera que no, no dudaría ni un segundo en retirarla.
— Siempre.
Bajo del coche y antes de si quiera darme cuenta de ello, los reflectores me atrapan, dejándome momentáneamente desorientado.