ALESSIA.
La música resuena en mis oídos, inundando el ambiente de un sentimiento mágico. Cierro mis ojos mientras me apoyo detrás del escenario, procurando no ser vista. Escucho también el ruido de la gente, que aplaude, baila, y se mueve al ritmo de la hermosa y enérgica melodía que suena a través de los altavoces.
Cuando me enteré de que la nueva pero versátil industria de música, Bloom Records, buscaba personal para sus nuevos artistas en ascenso, no hice nada. Ni si quiera me emocioné al respecto, pues realmente eso no significaba nada. No para aquellas personas cuyo deseo era estar sobre un escenario, como yo. Pero para mi madre sí que significó algo. Con la excusa de que una vez puesta en el medio puedes lograr mucho más, no pasaron ni dos días de que la noticia fuera difundida cuando me llevó a rastras a dejar mi solicitud de ingreso, la cual era un poco pobre, pues a los diecisiete años mi experiencia laboral era casi nula. Pero lo hice, más bien, lo hicimos, y en el mes siguiente lo único que supe fue que mi solicitud había sido aprobada a pesar de mi corta edad, debido a mi conocimiento musical y a que sabía más de dos idiomas.
Después, lo demás pasó en un borrón. Nos prepararon a mí y a aproximadamente doscientos internos para aprender las tareas básicas de staff, las logísticas más comunes y los trabajos que deberíamos realizar. Fue absolutamente nuevo y genial de aprender, y tuve que equilibrarlo junto con lo educación escolar. Difícil, pero sin duda de los mejores tiempos de mi vida. O de las nuestras. Melissa Dun, la persona con la que más fácil se me hacía trabajar en este entorno, se había convertido en probablemente lo más cercano a una amiga que tenía aquí. Ya fuera por su sencillez o por su buen gusto musical, habíamos congeniado desde los primeros días. Ahora mismo de hecho, ella se encuentra en el panel de sonido, por lo que después de salir de mi trance, abrir mi ojos y ver en su dirección, me regala una sonrisa distante, concentrada en su trabajo como los demás a su alrededor.
Pero estos días estaban por concluir. Mañana nos asignarían por fin, después de cuatro meses a nuestro artista. Más bien, nuestro artista nos elegiría a nosotros. Esto implicaría trabajar para ellos como su equipo personal. Seríamos los encargados de mantener la organización y trabajar para que sus presentaciones en vivo fueran un éxito, aparte de otras tareas más personales. Teníamos que ser un equipo, y uno muy bueno.
Siento el clima cálido envolver el festival de música que estamos asistiendo, en LA Hills. Éste fue patrocinado por Bloom Records, sorprendentemente alcanzando el título de "Sold Out" en menos de un mes. El primer gran éxito de la industria, así lo llamaron.
— ¡Price! Hazme caso de una buena vez. — abro mis ojos rápidamente al ver que me había dejado llevar de nuevo por la música, encontrándome con una Melissa un poco ansiosa y llamándome por mi apellido a través mi audífono, como cuando su humor no es bueno. — Tienes que ayudarme. Debes conectar la bocina lateral izquierda, porque al parecer hace falso contacto, y el equipo encargado de eso está en el otro escenario.- Abro mis ojos en pánico, porque para hacer eso tendría que estar por aproximadamente diez largos segundos a la vista de las cinco mil personas que están en la audiencia. Pero la mirada de Melissa es dura, y sé que si le fallo en esta, la meteré en problemas.
Ahogando un suspiro preocupado, corro agachada por detrás de las pantallas del escenario, llegando a la parte izquierda. La falla del sonido se ha empezado a notar, por lo que decido actuar de inmediato. Me acerco rápidamente a la conexión que tiene problemas, y entonces sucede. El error más grande que jamás hubiera podido cometer.
Miro al público, enloquecido. Observo su silueta contra las luces tras de ellos. Aproximadamente miles de personas devuelven la mirada a mis temerosos ojos. Un estremecimiento y una extraña emoción en la boca del estómago me recorren, mientras me quedo paralizada. Es lo más hermoso y terrorífico que he visto en mi vida.
— ¡Hey, tú! — la voz que oigo es ronca, y me saca de mi ensimismamiento. Volteo alarmada, mientras mis ojos se encuentran con un par verde, pertenecientes a un chico un par de años más grande que yo, destilando enojo. — ¿Qué demonios crees que haces? —todo en su expresión corporal y postura expresa irritación. — ¡Vete de aquí, ahora!
Mis pies obedecen a su grosera orden, llevándome lejos de allí. Mi corazón palpita fervientemente en mi pecho, porque acabo de ver el mejor paisaje de mi vida. La música, la gente, el ritmo y la emoción palpable fue una mezcla alucinante. Sin embargo, siento el enojo recorrerme de arriba abajo, mezclado con vergüenza hacia el estúpido que acaba de gritarme en frente de la aglomerada audiencia. Mis impulsos son liberados cuando segundos después, estando cubierta en el lado izquierdo, le levanto mi dedo medio a través de la poca distancia que nos separa. El chico sostiene mi mirada por pocos segundos, lanzandome una mirada cuyo significado no puedo discernir, hasta que mira el reloj de su computadora y desvía la mirada. Aprovecho su distracción y camino, enojada, hacia la zona VIP del festival.
—Te debo una. Gracias. —oigo la voz de mi amiga a través del auricular en mi oreja, pero no le contesto. Puede que haya sido por una buena causa, pero eso no justifica la humillación que acabo de pasar.
Decido calmarme y tomar mi posición en la zona de los camerinos, que se encuentra detrás del escenario principal. Saludo a algunos compañeros que conozco, mientras escoltan al DJ que cerrará el concierto esta noche. Debe ser el más cotizado, aparte de quién acaba de gritarme en pleno set. Sacudo el pensamiento de ese chico fuera de mi mente, y me dispongo a hacer mi trabajo.
Llevo aproximadamente veinte minutos en mi posición, hasta que finalmente oigo el sonido de llamada hacia el staff proveniente del tráiler tres. Escaneo rápidamente la zona para observar si alguien más tomará el llamado, pero la mayoría se encuentra ocupado preparando la cabina del último DJ. Hago mi camino hacia dicho tráiler, observando el letrero que dice "Tyler Cox" en letras negras y cuando después de tocar al menos tres veces la puerta nadie atiende, entro sin permiso. Mis ojos se llevan una gran sorpresa mezclada con una pizca de confusión mientras veo a un chico encorvado, de rodillas sobre el piso alfombrado, tratando de recuperar el aire que al parecer perdió.
Y mi sorpresa —e irritación— es mayor, al caer en la cuenta de quién es ese chico.
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A quien sea que lea: ¡Hola! Bienvenido(a). Esta es la historia de Tyler y Alessia, y espero que les haga sentir tantas emociones como me ha hecho sentir a mi.
Si siguen leyendo, prepárense para presenciar la interacción de personajes entrañables, el acontecimiento de situaciones sumamente entretenidas, y sobre todo, muchas recomendaciones musicales.
Gracias, y ¡espero verte en la siguiente!