La Fiesta (Parte II)

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Sebastián resultó ser un excelente bailarín, se movía con gracia y agilidad, en más de una ocasión se formó una ronda alrededor de él para que luciera sus pasos.

-¡Sos increíble!- exclamé fascinada cuando hubo vuelto a mi lado.

-No es para tanto- contestó con fingida modestia- Siempre me gustó bailar, hubo un tiempo en el que hicimos un grupo con mis primos más grandes. "Los copados" nos habíamos puesto- y estalló en carcajadas ante el recuerdo.

Por alguna razón escuché su historia con una sonrisa de estúpida, todo lo que él decía me resultaba interesante. "No, no podés engancharte Melisa", me recordé en cada momento de debilidad, aunque fue innegable que algo en ese chico me desestabilizó.

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El panorama a las 5 de la mañana era alentador, justamente el de una fiesta que ya acariciaba su final y había sido completamente exitosa.  Buena música, mucha comida, bebidas por montón, ¡no faltó nada!

Ya casi no quedaba gente bailando, la gran mayoría había buscado algún lugar donde echarse a conversar  y tomarse la últimas latas de cerveza. Las parejas -preestablecidas y espontaneas- se refugiaban en algún lugar más alejado para besarse con toda la privacidad que la situación permitía, y los menos tomaban sus cosas para ya marcharse.

¡Te juro que no doy más!- exclamé en medio de un suspiro y le pedí a Sebastián que sentáramos un rato.

Encontramos dos banquetas blancas de plástico, no era el lugar más romántico del mundo, pero qué más daba.

¿Por qué aún no me había besado?  Reímos, bailamos, nos contamos cosas de nuestra vida. Además... ¡ya casi no nos quedaba tiempo! Sólo disponía de unos excasos minutos y mi compañero de noche no insinuaba nada.

Le dediqué una fugaz mirada de reojo. Probablemente acabó adivinando mis pensamientos, pues añadió sin más:

-Te ves como si estuvieras esperando algo- su gesto se tornó petulante, lo miré con las mejillas encendidas y él lanzó una risita. Su respuesta me dejó descolocada, no epeaba que fuese tan directo.

–Me parece que no tiene nada de especial si te doy un beso ahora que lo estás esperando- siguió diciendo en un brote de honestidad y se quedó callado, como evaluando mi reacción.

¡No hace falta que sea especial!, ¡sólo vamos a vernos una noche!- pensé exasperada. Me vi obligada a carraspear en un intento por mantener la compostura.

-¿Y para qué necesitás que sea especial?- pregunté con suavidad. Me miró con una intensidad que me puso nerviosa, nuestras caras estaban tan cerca que casi se rozaban las narices.  Giré la cabeza y me enderecé en mi silla y aún así sentí sus ojos clavados en mí.

-Sólo creo que es mejor que sea sorpresa, así te acordás de mí- me guiñó un ojo y lanzó una carcajada.  Asentí cínicamente con la cabeza. Así que de eso se trataba... quería ser el típico don Juan que te hace suspirar cada vez que te acordás de él.

-¿Sabés que pasa Sebastián?- mi rostro se tornó serio, como quien quiere decir algo importante. Coloqué las manos sobre mi regazo y dije con autoridad- a mi también me parece importante que me recuerdes.

Y sin darle tiempo a reaccionar tomé su cara entre mis manos y lo besé. 

En cuestión de medio segundo pareció olvidar lo que había dicho de esperar y eso, porque me respondió con rebosante energía que terminó en un beso muy largo -tal vez demasiado- y apasionadísimo.

Nos separamos con la respiración entre cortada, ¡había sido de los mejores besos que había dado en mi vida! No pude evitar devolverle la sonrisa al ver como se torcían hacia arriba las comisuras de sus labios. Luego llegó el silencio, el cual  pareció propicio para anunciar mi retirada.

-Bueno... me tengo que ir- anuncié al tiempo que me ponía en pie.

-¿A dónde?- preguntó confundido mientras cruzaba los brazos sobre su pecho.

-¡A mi casa pues!, un gusto haberlo conocido señor- lancé una risita al ver sus ojos abiertos como platos. Le di un pico y me lancé a la puerta con paso firme y consiso.

"Nada de despedidas, ni números de teléfono, sólo un beso", sonreí satisfecha, ¡y qué beso!, i sonrisa se ensanchó aún más.

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Iba caminando apurada y pensativa. Mis ojos aún no daban crédito de lo que habían visto. Un momento después de saludar a Marina, tomé mi campera y me encontré con una escena inimaginable.


Cuando estaba a punto de abrir la puerta encontré a Tania  besando a... ¡¿Ese era Jorge?!

La imágen me impactó de sobremanera –sobre todo porque hasta hacía dos horas ese chico tenía todos los síntomas de estar enamorado de mí. No ignoré la manera en la que me miró cuando bailé con Sebastián, o el momento en el que se acercó sútilmente y me susurró que estaba cometiendo un error, que ese chico no era bueno y no sé que más.

¿Esa fue su venganza?, ¿Darme celos con mi mejor amiga? Pues... funcionó, no lo voy a negar. Pero no porque estuviese enamorada de él, sino porque sabía que le gustaba, ¡mi "mejor amiga" no podía prestarse a eso!

El corazón me latió con fuerza, respiré profundo y decidí que lo mejor sería discutir el asunto con calma el lunes en el colegio.

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No llevaba ni dos cuadras cuando escuché una estrepitosa caída tras de mí.  Resultó ser que Sebastián me estaba siguiendo, y el muy salame se había tropezado.


Yo, Melisa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora