La Fiesta (Parte I)

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"Fueron dos veranos enteros de curso de peluquería, espero que sirvan de algo"- fue lo primero que pensé en cuánto tomé las tijeras y la cortadora de pelo. Miré por última vez esas largas mechas negras como el carbón que relucían bajo la blancuzca luz del baño y di el primer tijeretazo. Me llené de valor con una gran bocanada de aire, lo contuve un par de segundos y lo exhalé suavemente. "Debo estar completamente loca por hacer esto", me reproché y corté por segunda vez. Los movimientos comenzaron a salir de manera más fluida y suave, casi sin darme cuenta ya no quedaban ni rastros de la antigua Melisa, había una imagen completamente diferente justo frente a mí. Lo sencillo había terminado -no hace falta tomar clases para realizar un estilo recto por debajo de las orejas, eso es básicamente como cortar papel- lo que falta faltaba... aquel era el verdadero desafío.

Encendí la cortadora eléctrica y comencé a dar trazos suaves por mi nuca, le di forma al flequillo con las tijeras desmechando lo mejor posible, y tras unos treinta  minutos –conste que debía ser muy meticulosa, no me interesaba en lo absoluto terminar con un pelón ni nada de eso- estaba completo.

-¡No puedo creerlo! ¡Lo hice!- grité eufórica.Y al constatar la hora tomé mis cosas y salí corriendo a lo demi amiga.

Esperaba encontrarme con la reprimenda de mi vida al llegar, pero claro, mi nuevo estilo fue una excelente distracción.

-¡¿Qué te hiciste?!- a Marina casi se le cayó la mandíbula al verme. De repente dudé, sentí un nudo en el estómago y me invadieron las ganas de irme, estaba convencida de haber hecho un buen trabajo, ¿por qué esa reacción?

-¡Dios mío, Melisa!- dio un grito de felicidad y me abrazó, suspiré aliviada -¡Estás preciosa!, ¡Me encanta!- mi amiga tenía los ojos abiertos como platos y no cabía en sí de tanta emoción.

-¿Te gusta?- pregunté sonriente- me lo hice yo misma.

-¡No!- abrió mucho la boca y me miró incrédula- ya en serio, ¿quién fue?- enarcó las cejas, me limité a encogerme de hombros.

-Yo, al parecer sirvieron los cursos de peluquería- solté una risita.

-¡Ya mismo buscás trabajo como peluquera, maldita genio!- exclamó y nuevamente me rodeó con sus brazos.

-¿Qué pasa que se demoran tanto?- preguntó Tania algo molesta, luego me vio- ¡No!, ¡Meli!- soltó sin más- ¿qué te hiciste?- "al parecer esa es la reacción estándar." Aún con una sonrisa en mi rostro le contesté:

-Sólo un corte de pelo.

-Pero lo tenías tan lindo, y largo, ¡estaba precioso!- se lamentó ella- Era tan femenino, te resaltaba las facciones, ¡¿Cómo se te ocurrió arruinartelo así?!- exclamó algo histérica. En ese momento Marina tomó la palabra.

-Bueno Tani, es sólo pelo, vuelve a crecer- saltó en mi defensa- además ella es libre de hacerse lo que quiera en la cabeza- replicó y Tania se quedó callada, tal vez hasta un poco ofendida. Me molestó el comentario de Tani, sin embargo supe que estaba bien, digo... esa era su opinión, una no puede gustarle a todo el mundo, mucho menos con decisiones tan "atrevidas" como esa, que desafían un estereotipo femenino y rompen con las estructuras. En el transcurso de la noche pude comprobar mi punto.


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En el pequeño patio de Marina –que no puede ser llamado jardín, ya que la única vegetación que presenta son los helechos o alguna que otra planta comprada a la salida de un supermercado- se hallaba la mayor parte de nuestro curso. En total somos 22 -y por mi aproximado calculo mental de 5 segundos- conté a 17. "Seguro que se va a hablar de esto toda la semana", reflexioné. Visualicé a Tania conversando enérgicamente con los más "buena onda" del curso y decidí acercarme. En el pequeño tramo que nos separaba escuché mi nombre en una conversación.

-Ah bueno, miren a la González- dijo Ariel haciéndose el canchero -he hablado con él a solas y juro que puede ser sensato y un agradable compañero de clases, más cuando está con sus amigos tiene la necesidad de llamar la atención comportándose como un tarado. Inmediatamente un conjunto de miradas se posó sobre mí, me sentí incómoda y bajé la vista.

-¡Eh Meli!- Jorge salió del montón de chicos con un vaso de gaseosa en la mano y su largo pelo castaño sacudiéndose sobre sus hombros. Le hice un gesto para que se acercara y me saludó con un beso en la mejilla.

-¡Qué lindo te queda!- me dedicó una de sus amplias sonrisas y le devolví el gesto, no somos íntimos amigos, pero es buen compañero y ambos compartimos la pasión por Soda Estéreo.

-Le quedaba más lindo largo pero sigue estando buena- Ariel retomó su puesta en escena hablando más fuerte de lo que necesitaba. Las risas y comentarios resonaron fuerte a mis espaldas, me crispé un poco pero decidí que lo más sano era ignorarlo.

-Ariel, boludo, aflojá un poco- me defendió Jorge.

-Uy, pará que se enoja si le tocan a la novia- demás está decir que para este punto de la conversación ya estaba hartándome. En este punto decidí hacerle frente, y se me ocurrió una manera muy eficaz de hacerlo.

- Tranqui Ari, no tenés que tener tanto miedo de que no te quieran, sé que estás cansado de que las chicas sólo te rechacen, y que tu única manera de conseguir un poquitito de atención es alcoholizándote y poniéndote en ridículo, pero cortemos con esto- todos aplaudieron la ocurrencia y Ariel se quedó callado.

-¡Qué buena manera de frenarlo!- rio Jorgito y me guiñó un ojo.

-Me parece que no me va a molestar más, al menos por hoy- sonreí satisfecha.

-¿Y esos quiénes son?- preguntó mi amigo frunció el ceño confundido.

Un fuerte rumor recorrió el patio, giré la cabeza y los vi.

Tras un pequeño esfuerzo logré reconocer a Jeremías, el primo de Marina. No lo había visto en cuatro años, y como era de esperarse, lo encontré bastante cambiado. Se veía más alto, con una enorme panza asomándose debajo de su remera ajustada y una barba negra y desprolija, demasiado larga para mi gusto. Pese a todos esos rasgos nuevos aún conservaba esa sonrisa alegre y sincera que siempre me agradó. Debe de haberse sentido observado porque levantó la vista y me saludó chiquito con la mano, hice lo mismo y Marina me hizo señas para que me acercara.

-Esperame que voy a saludar y vengo- me excusé con Jorge y me alejé caminando hacia allá, uno de los amigos de Jere tenía los ojos muy clavados en mí. Me moví con rapidez,  y antes de lo esperado ya estaba junto a ellos.

-¡Melisa!, ¡Cómo has crecido!- me abrazó repentinamente, yo abrí los ojos como platos, jamás habíamos cruzado más de dos palabras en la vida.

-¿Estás ebrio?-pregunté alzando una ceja, y él y su prima estallaron en carcajadas.

-No, sólo estoy contento de reencontrarme con mi amiga- dijo esto y volvió a abrazarme casi cayéndose sobre mí, definitivamente estaba borracho.

-Además... - comenzó a decir mi amiga. Reconocí ese brillo pícaro en los ojos de Marina, algo estaba tramando. "Capaz que quiere engancharme con el primo", pensé y la pellizqué finito para que no siguiera hablando.

-¡¿Por qué me pellizcas?!- "Genial, me delató"- puse los ojos en blanco y me resigné a que me pusiera en una situación realmente molesta.

-Como te decía- siguió ella con todo el descaro del mundo- está el amigo de Jere, Sebastián que quiere conocerte. Y así sin más aquel desconocido se unió a la conversación como si hubiese estado esperando aquel momento clave –de hecho era justo lo que había ocurrido.

-Hola linda, me llamó Sebastián- me estrechó la mano y me reí. Sus ojos marrón oscuro encajaban bien con su piel trigueña y el pelo negro enmarañado, sus facciones algo toscas, la nariz ligeramente aguileña, cejas gruesas y labios carnosos, acompañaban bien su físico: hombros anchos, espalda grande y unos músculos trabajados pero no como de gimnasio, sino por alguna actividad física de alto impacto, ¿corredor tal vez?- y no era demasiado alto, sólo unos diez centímetros más que yo.

-Un gusto, me llamo Melisa González- repetí el gesto y ahora fue él quien se rió, no era para nada lindo –bastante feo diría yo- pero no me pareció tan mala al idea de pasar la noche con él.

Yo, Melisa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora