Capítulo 4

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Angelique

Ya había descolgado absolutamente todas las fotos y las había puesto donde las había encontrado. Cerrar la caja metálica por primera vez supuso la culminación física de mi relación con Sebastian. Obviamente, yo sabía que ya habíamos terminado mucho antes de hablarlo como lo habíamos hecho hacía unos minutos, pero colgar las fotos en la pared había renovado cierta esperanza en mí de que no todo estuviera perdido. Así que el hecho de descolgarlas y cerrar esa caja fue una prueba tangible de que todo había acabado, y que no volvería a tener una oportunidad así de pura con él de nuevo. Tampoco es que guardara esperanzas de que volviéramos, su reacción y la forma de desenvolverse conmigo habían sido igual de claras que la situación con la caja.

«Selló una caja con mi nombre, nada puede ser más simbólico y directo que eso», pensé chocando de nuevo contra mi realidad.

Me había dolido mucho verlo desmoronarse, y usar su disfraz de indiferencia luego de haber visto las fotos. Era evidente que la ruptura le afectaba todavía, pero no quise tomar ventaja de eso porque sabía que se cerraría de nuevo. Fue una opción mucho más sensata dejarle a él todo el poder, como Sebastian me lo había cedido un día. Él justo ahora tenía todo el derecho de mandarme al infierno o de escucharme, quizá, por última vez. Y simplemente ya lo había aceptado.

Salí de la habitación y cerré la puerta, dejando atrás lo que había pasado. Ya era tiempo de comenzar de nuevo, y sabía que la conversación que tendríamos la próxima vez que estuviésemos solos era la que iba a definir el rumbo definitivo de toda la situación.

●●●●

Al día siguiente, Sebastian no me había buscado en absoluto ni me había dedicado ni una sola mirada durante el desayuno en el Gran Comedor. Yo, evidentemente, no había podido dejar de mirarlo de vez en cuando sin que se me saliera un suspiro. Sebastian seguía siendo un Adonis en persona, y pensar que yo había desaprovechado todo eso que fue mío... ¡Qué estúpida había sido! Tener esa figura, ese carácter y esos sentimientos tan puros debía ser una completa equivocación. Más allá de lo físico, su mayor atractivo era su inteligencia. Escucharlo hablar sobre temas interesantes era lo que más extrañaba de él, meterme en largas conversaciones filosóficas con él era lo mejor del mundo. Hacía que cosas insulsas me interesaran y que sintiera la necesidad de que me enseñara cosas, más allá de lo académico.

Sebastian era un hombre espiritual a pesar de que no seguía ninguna religión, y yo quería aprender eso de él. Me había enseñado a tener sentimientos de nuevo frente a ciertas cosas... pero yo quería más. Era una lástima (y una estupidez) haber malgastado esa oportunidad; sin embargo, no me amilanaba ante esa idea. Probablemente si las cosas hubiesen sido diferentes no hubiese cambiado y visto las cosas con otra perspectiva.

Como decía mi tío: «No es lo mismo un te quiero porque te necesito, que un te necesito porque te quiero». Y yo lo extrañaba muchísimo... porque lo amaba.

Después de un buen rato, todos los comensales dejaron sus sitios en las mesas para levantarse e ir a sus respectivas labores del día. Yo suspiré, y comencé a comer con calma. No tenía tantas ganas de ir a la clase del señor Mause, sinceramente; sin embargo, tenía que presentarme a sus clases al menos. No quería tener más problemas de los que ya tenía encima.

Al terminar, me quedé un rato mirando por la ventana y sentí que alguien se acercaba a mi mesa. Cuando volteé, era Alexius que se estaba llevando mis platos junto con los restos del desayuno. Su mirada se encontró con la mía momentáneamente y no pude evitar sonreírle. Él no hizo ningún gesto y se retiró en un silencio sepulcral.

Giré de nuevo la vista hacia la ventana y volví a suspirar.

«Necesito un nuevo comienzo», pensé. Y con esa determinación, me sequé las lágrimas que no sabía que había derramado, tomé una respiración profunda y sonreí con la mejor disposición a ser como la verdadera Angelique.

Mi Ángel VerdaderoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora