Sebastian
Había sido un día largo y extenuante. Al llegar a mi habitación, me lancé encima de la cama y me aflojé un poco la corbata. Durante la tarde tuve que hacer muchas diligencias en el pueblo, como el certificado de residencia que se tardó muchísimo, porque persona que debía sellarlo se retrasó. Tuve que esperar mucho tiempo y, en consecuencia, llegué tarde al Internado.
La clase fue maravillosa, de verdad. Fue muy amena, abierta, crítica. Me gustó ese ambiente porque se notaba que las chicas se estaban esforzando mucho. Incluyendo a Angelique... Cerré la puerta que daba paso a mis recuerdos, y comencé a pensar en otras cosas que debían estar listas para esa misma noche, como el informe de la primera clase extra.
Me pasé las manos por la cara y suspiré. Recordé que no había ido a lavar la ropa y durante el fin de semana estaría muy ocupado. Me giré a ver el reloj que tenía en el escritorio y marcaba las ocho y media de la noche. No me quedaba de otra. Me quité la corbata y tomé toda la ropa que había quedado esparcida por ahí. Y salí de la habitación.
Al llegar, seleccioné la ropa que iba a lavar en la primera máquina que tuviera cerca, y otra sección de ropa para colocarla en una segunda lavadora, debido a que esas prendas no podían ir juntas. Luego, coloqué detergente, me saqué dos monedas del bolsillo y las puse a funcionar. Comencé a esperar pacientemente cuando vi a una chica sentada, con los ojos cerrados...
Angelique, casi suspiré.
Sin poder evitarlo comencé a detallarla. Llevaba una camisa manga larga que hacía juego con un short que, desde mi perspectiva, dejaba muy poco a la imaginación. Hacía que sus piernas lucieran esbeltas, delicadas... me provocó tocarlas con la yema de los dedos. También llevaba las mismas pantuflas con las que entró a la clase. Sin quererlo, sonreí. Se veía sumamente tierna con el cabello revuelvo, apoyada contra otras lavadoras.
Me incliné sobre una rodilla y la llamé:
–Señorita White... –No respondió– Señorita... –Sólo se movió un poco– ¡Angelique!
Luego de exclamar su nombre, ella se removió rápidamente y miró a los lados un poco confundida. Finalmente miró hacia el frente y me detalló. A esa hora yo tampoco estaba para nada presentable.
–Disculpe, señor... Donovan. Me quedé dormida esperando– dijo apresuradamente, mientras se levantaba de un salto para sacar la ropa mojada y llevarla a la secadora.
Estaba tan dormida aún que le costó abrir la puertecita de la máquina. Finalmente lo hizo y yo sólo la miré en silencio. El short se había subido un poco, y se enmarcaban perfectamente sus caderas y su trasero...
Ella se giró y me descubrió observándola. En ese momento noté que se tensó completamente, y se tocó el brazo un poco incómoda. Luego, se acercó hacia donde estaba, se agachó para buscar una moneda en la cesta y volvió a su sitio al lado de la secadora. El ruido rompió el silencio en el que estábamos sumidos. Ella no se giró a verme y fingió entretenerse con las instrucciones de la máquina.
Yo suspiré. Sabía que teníamos que hablar. Sin embargo, no podía dejar de sentir un retorcijón en el estómago y un nudo en el corazón. Seguía sumamente dolido, pero ella... Yo... la amaba todavía. Esa revelación me hizo sentirme peor.
–Angelique... –susurré, y ella se giró lentamente.
–Si no quieres hablar conmigo, lo comprendo. Antes habías mencionado algo acerca de la relación profesional...–dijo, y fue bajando el tono de voz. Sonaba un poco triste; no era mi culpa, pero no podía escuchar su dulce voz sin romperme.
Yo me acerqué a ella. ¡No podía evitarlo! Simplemente necesitaba aunque fuera tenerla cerca, a pesar de todo lo que había pasado, de lo que había hecho... ella había hecho un gran avance durante la clase, y el señor Mause comenzó a darme buenas referencias. Creo que de verdad se estaba esforzando por ella misma. Y eso me parecía bien, independientemente de mí. A pesar de eso, yo seguía con mi idea, y debíamos conversarlo.
–No digas eso –respondí, bajito.
No me había dado cuenta de lo cerca que estaba. Podía oler su esencia natural, y sentir que su cuerpo comenzaba a aflojarse... Tenía unas inmensas ganas de besarla. Pero debía contenerme. Ella no dijo nada. Se pasó la lengua por los labios y tragó sonoramente. ¿Estaba nerviosa? ¿Desde cuándo era así?
Ella seguía siendo una tentación terrible. Sus labios me incitaban... su cuerpo me llamaba... su debilidad hacía que mi intuición dominante aflorara... quería poseerla. Y ella quería ser mía de nuevo.
Sin embargo, eso no podía ser.
–Angelique, tenemos que hablar –dije, antes de seguir con esos pensamientos que me nublaron de pronto. Me aparté un poco con las manos en los bolsillos, conteniendo mis impulsos.
–Cla-claro–titubeó ella, con un rubor en las mejillas. Desvié la mirada para poder concentrarme en lo que diría.
–Después de nuestra última conversación, estuve pensando mucho sobre tu propuesta. –Ella se volvió a tensar. Le dediqué una pequeña mirada comprensiva para que se suavizara, y bajé la vista–. Te daré la oportunidad de explicarte.
– ¿Cómo di...ces? –volvió a titubear, asombrada.
–Lo que escuchaste. –Me erguí, sacándole una cabeza de altura –. Voy a sentarme calmadamente a escuchar todo lo que tengas que decirme. Con una única condición.
–Lo que desees, Sebastian –se apresuró a decir, sacándome una sonrisa.
No pude evitar acercarme y acariciarle la mejilla. Fue un contacto muy íntimo, significativo. Ella se sonrojó, y como un gatito se apoyó en la caricia de mis dedos. Sentí cómo se comenzó a calentar su piel, y en sus ojos el azul era líquido por todos los pensamientos que pasaron por su mente.
Y caí en cuenta: lo que estaba haciendo era completamente erróneo. Ella no necesitaba sentir afecto de mi parte. Sólo necesitaba un acuerdo. Así que me aparté rápidamente, volví a meter las manos en los bolsillos y tensé la mandíbula. Volví a mi actitud fría, no me quedaba de otra.
–Tendrás que esperar. Pronto me iré y no volverás a verme, a menos que aceptes esta propuesta: yo estaré en Estados Unidos para cuando te hayas graduado, te podré esperar allá y hablaremos todo lo que quieras –dije, mirándola a los ojos.
–La condición implícita es que me gradúe al tiempo que debería ser–dedujo ella.
Yo sólo me encogí de hombros y dije:
–Tómalo como quieras. Yo estaré allá y, si para aquel momento quieres verme, estaré abierto a escucharte.
– ¿Puedo preguntarte... por qué tengo que esperar tantos meses? –preguntó, insegura.
–Sí. Yo necesito compartir con partes importantes de mi vida, recuperarme para poder escucharte sin juzgarte, porque incluso ahora desconfío de ti... y de mí mismo. Yo aún siento cosas intensas por ti que necesitan ser apaciguadas –respondí.
Ella asintió lentamente, bajando la mirada. Así que agregué:
–Además, si puedes esperar hasta ese momento para explicarme todo... La paciencia es una virtud, y las mentiras se caen si tardan mucho en repetirse.
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Mi Ángel Verdadero
RomanceContinuación de Mi Ángel Prohibido... Si no lo has leído, ¡retrocede y léelo! Después de darse cuenta de todos los errores cometidos con Sebastian, Angelique desea el perdón y la absolución que sólo le puede dar su amado profesor. Pero para poder ob...