06.

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Y por primera vez en mi vida, esta vez no era una llamada telefónica quien interrumpía mi sueño. La maldita alarma a las 3:30 pm no paraba de sonar, y sí, me gusta levantarme tarde y si fuera por mi, dormiría mil horas más, pero el único problema era que comenzaba la rutina de nuevo, y eso significaba: trabajar.

Odio mi trabajo. Soy la típica cajera de supermercado que tiene que aguantar ver rostros diferentes, durante todo el día y "sonreírles" -cosa que jamás hago- como si los conociera de toda la vida.
Para peor, mi jefe es la persona más horrible que conozco. Es de esas personas ambiciosas que siempre anda necesitado de dinero y que, si no lo consigue, me hace trabajar horas extras, ¡sin paga!
Al principio no entendía porque era la única empleada de allí -a diferencia de una chica que llevaba un año más que yo-, ya que el jefe había sido de lo más amable, dejándome salir antes del trabajo y dándome "el mejor puesto" para que yo
-como estúpida-, cayera redondita en su maldita trampa y aceptara el trabajo enseguida
-"aprovechando la oportunidad"- sin buscar algún otro mejor.

Todo el mundo me dice que lo deje, que busqué otro, que no vale la pena y que blablabla; si fuera tan fácil como decirlo, ¿no creen que ya lo habría hecho?
No hay nadie que quiera contratar a una chica universitaria, sin sus estudios terminados y que tenga experiencia nada más que en: "disfrute su compra". Por cierto, hablando de universidad...me parece una abominación tener que pagar semejante cantidad de dinero solo para escuchar a una persona hablar con el mismo tono de voz por horas y horas, y que lo único "nuevo" que te enseñe, es lo que ya sabías, pero, con la diferencia de que él si tiene un diploma y tú no.
Llevo un año atrasado sin poder pagar la maldita matrícula y por este maldito motivo, no me dejan concurrir a "expandir mi sabiduría".
Conclusión a todo esto; sin trabajo me sería imposible terminarla, a menos que me case con un hombre millonario o que robe un banco, y creo que, sería más probable la segunda opción.

Luego de dar diez mil vueltas en la cama, y bostezar diez mil y un veces, bajé mis pies al helado frío haciendo que un escalofrío recorriera todo mí cuerpo. El invierno se estaba haciendo notar cada vez más con cada día nuevo que pasaba, y faltaba muy poco para que la nieve comenzara a abundar en las calles.

Agarré los únicos y más decentes jeans de mi armario, un enorme suéter de lana que me cubría hasta el cuello y por último, me maquillé un poco el rostro -con mis escasos productos de maquillaje- para que no se me notará la cara de muerta que tenía.
Mi trabajo -si se le puede llamar así- tenía un horrible uniforme, súper incómodo y tan caluroso que sudabas aún si estuvieras a cien grados bajo cero. Jamás lo usaba, y peor aún, la persona que antes había poseído mi, ahora, uniforme; no lo había lavado ni una puta vez.


***


Que divertido día.

No saben cuánto me encanta estar todo el día, sentada, sola, observando las pocas personas que entran al local con sus enormes carritos de compra y aún así, solo compran una maldita bolsa de arroz. Me-en-can-ta.

Ya eran las ocho de la tarde, y no había hecho nada más productivo, que comerme una caja de palitos de chocolate mientras jugaba un aburrido jueguito en mi celular. Solo faltaba una hora para que mi turno laboral acabará y así por fin, podría volver a acurrucarme en mi -cómoda y calentita- cama. Estaba contando los minutos en mi mente pero una maldita voz extremadamente chillona y aguda me quebró los tímpanos.

— Disculpa — estaba tratando de llamar mi atención con su mano, al parecer llevaba varios minutos esperando a que le cobrará. — ¿puedes cobrarme esto?

Neighbors  ☾ YoongiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora