しち.

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El sol invernal me molestaba, habían corrido las cortinas de mi habitación y eso logró despertarme. Estaba tan frío que ni la luz me convenció para salir de mi cama, estaba cómodo entre las tibias sábanas y la esponjosa almohada que mamá me había comprado la semana pasada. 

Era una paz, una tranquilidad amortiguadora. 

Hasta que Kunpimook entró corriendo y se puso a saltar sobre mi cama. 

―¡Es el día, es el día! ―gritaba. Se tiró encima de mí y me destapó. Busqué las mantas con mi mano, pero las había apartado hasta dejarlas al borde de la cama. Genial, ahora debía levantarme. 

―¿De qué estás hablando, enano? ―le pregunté irritado. Los ojos cafés de Kunpimook brillaban de excitación, algo lo tenía muy emocionado. Algo que yo no podía recordar. 

―¡Es el día! ―repitió. Le tiré del cabello y lo boté al suelo. Se quejó un buen rato hasta que al fin se quedó callado. 

―Ahora que estás calmado y no estás aplastándome, me dirás de qué bendito día estás hablando. 

―¡Es el cumpleaños de Jackson! ―exclamó. 

Claro, era el cumpleaños de Jack. Lo había olvidado por completo. O al menos eso intenté.

―¿Y por eso me despiertas? ―le gruñí. Kunpimook ya tenía catorce años y aún seguía siendo bastante infantil. Sophia cuidaba de él como si fuera su hijo, como JinYoung se había marchado hace ya algunos años a Londres para estudiar, consolaba su tristeza en velar por la felicidad de Kunpimook. De cierta manera eso me gustaba, ni Sophia ni Kunpimook sufrían, se tenían el uno al otro cuando más se necesitaban. 

―Sí, es que ya es un adulto. ¡Ahora es un hombre! ―gritó otra vez. Iba a dejarme sordo antes de que yo cumpliera los 18. 

―¿Y qué se supone que era antes? ―ambos miramos hacia la puerta, donde Jackson se apoyaba en el umbral con los brazos cruzados sobre su pecho. Iba en pijama al igual que Kunpimook, tenía el cabello despeinado y se notaba de lejos que recién había despertado. 

―Eras un hada ―le dediqué una sonrisa burlona y él me devolvió una mirada asesina. Tuve un larga discusión con él después de que me regalara a Coco, le expliqué que todos esos años creía que el hada de las galletas me las dejaba frente a mi puerta cada vez que me sentía mal. Le dije que era un acto muy dulce de su parte, pero que no lo hiciera más hasta que se me pasara el enojo por lo de Jordan, que si quería mi perdón unas simples galletas no bastarían. No rechistó y me hizo caso, como todas las cosas que le pedí después de ese día. 

―Lo importante es que ahora soy un hombre... 

―Y mi chófer ―agregué rápidamente. Kunpimook estalló en carcajadas. 

Cuando Jackson fue a dar su examen para conducir, se puso tan nervioso que terminó por atropellar a las ancianas de maniquí que colocaban en la pista, pinchó un neumático y vivió su primer choque en el que destrozó toda la parte delantera del auto. Seguía siendo el mismo desastre como conductor que a los quince años. 

El auto que papá le regaló para sus 16 seguiría estacionado en el porche una temporada más. 

―Al menos tengo auto ―me dijo. Entró a mi habitación y se sentó sobre la cama―. Y un pijama decente. 

Observé mi pijama, un pantalón y una camiseta con dibujos de carritos.  Por las noches hacía frío y en las tiendas no vendían nada más normal que esto. Era mejor que el pijama de Ken. 

―Pero yo tengo licencia ―duro golpe para Wang. Pude ver como se le distorsionaba la sonrisa socarrona que se había formado en su rostro―. Ahora, Kunpimook largo de mi cuarto... tú, Jack, quédate. 

marry me「結婚。」m.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora