Capitulo 9

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El café humeaba mientras lo serbia en tres pequeñas tazas de porcelana. Prepare el de Amanda con dos terrones y uno con tres terrones para María, el mío por supuesto solo. Estábamos sentados alrededor de la mesa, en el piso de Amanda.

-Si lo he entendido bien –comenzó Amanda mientras tomaba a sorbos su café- Quieres que te ayudemos a mejorar tu imagen...

-y a cambio no dirás nada... -Complete yo un poco molesto por la situación-

-Por favor Samuel.... Nunca ha sido mi intención delataros –Contesto María- Cuando te vi... parecías tan feliz... solo por haber estado con Amanda... ¿Cómo podría quitaros esa felicidad...? -María dejo de hablar en un susurro-

Amanda y yo nos miramos y nos sonrojamos al recordar todo lo que sucedió aquella tarde, quizás fue demasiado pronto pero Dios sabe que no nos lo reprochamos.

-Yo solo... -María comenzó a sollozar- no importa, me iré si no queréis ayudarme y tranquilos no diré nada a nadie como ya os he dicho –María se levantó-

-Por favor, siéntate –dijo Amanda mientras se levantaba se sentaba a su lado- Claro que te ayudaremos.... ¿Verdad Samuel? –Dijo mientras me echa una mirada que habría amansado a un león salvaje-

-Por supuesto que te ayudaremos –Me apresure a contestar- Pero creo que quien más te puede ayudar es Amanda ¿No? -

-Bien dicho Amanda –Dijo Carmen sonriente- Dime María, toda tu ropa es de ese estilo...

María vestía una camisa larga blanca, con cuello de pico, una falda plisada que le llegaba a las rodillas y unos zapatos negros.

-Bueno... -contesto María- La verdad es que siempre me ha comprado la ropa mi madre...-

-Decidido –Contesto Carmen poniéndose de pie- ¡Nos vamos de compras!

-¿De compras...? –Contestamos María y yo al unísono-

-Bueno entonces os dejo solas... –Me aventure a decir- ya se sabe... son cosas de mujeres...

-Por supuesto que no... -Contesto Amanda adorándome del Brazo- Necesitamos un hombre grande y fuerte que nos lleve las bolsas-

El resto de la tarde es fácilmente resumible. Con Amanda como guía nos recorrimos todas las tiendas de moda que había en la ciudad. María, sonrojada al principio, fue probándose innumerables prendas, a cada cual más provocativa. A medida que transcurría el tiempo aumentaban las bolsas que debía cargar. Pero el esfuerzo merecía sin duda la pena, María cada vez sonreía más y se mostraba más abierta, Amanda en cambio parecía haber cambiado sutilmente, creo yo que había tomado a María como una hermana pequeña.

Acabamos tarde, pues también visitamos tiendas de zapatos y de complementos. María se despidió de nosotros, para ir a su casa, no sin antes prometernos que mañana vendría otra vez para probarse la ropa, yo por mi parte acompañe a Amanda para dejar las numerosas bolsas en su casa, donde ella me lo agradeció como suele puede hacerlo una enamorada.

My English TeacherWhere stories live. Discover now