Este libro no cuenta una historia felíz y contiene situaciones desagradables, si no estás preparado para leerlo, puedes volver a la página anterior y continuar leyendo relatos que sean de tu agrado.
Chris odiaba pensar en profundidad las cosas porque siempre terminaba triste, como cuando piensa en la muerte de su madre, o en cuando su hermano se fue de casa para estudiar Derecho. Chris odia pensar en profundidad porque no puede evitar recordar lo que sucedió la noche anterior en casa de Diego, los gritos del nombrado y el rostro pálido de Liv, la sensación de enterrar la cuchilla en el pecho de la chica.
—Dunne.—La nombrada se sentó en la cama de su sucia celda, y se encontró con, como su padre los llamaba, jóvenes policías que se creen dueños de la estación—. Tienes visita, mueve tu culo hasta aquí.
La visita de Chris Dunne y su conversación con esta les podrá resultar extraña, pero sólo es cuestión de sumergirse más en esta fúnebre aventura el poder entenderla.
Con el nudo en la garganta, con los sentimientos acumulados del último tiempo, se sentó en la silla frente a Diego. Observó de reojo a los policías que custodiaban la sala de visitas y se volteó a ver a su mejor amigo, sintiendo su corazón golpear con fuerza su pecho y su respiración acelerarse.
—Christy.—Sonrió Diego con suavidad y ella colocó sus manos esposadas sobre las de él—. Estoy preocupado.
Eso me gusta de Diego, siempre es honesto conmigo. Siempre me cuida. Siempre me quiere, a pesar de lo que haga. Siempre.
—No tienes por qué preocuparte, sabes que jamás te dejaré—su voz se quebró al final, pero no dejó caer ni una lágrima. No quería que uno de esos policías la viera llorar.
Diego sonrió levemente y besó sus dedos con delicadeza, para sorpresa de los demás. Siempre le gustó esa parte de Chris, más que las otras facetas suyas. A pesar de estar por derrumbarse por dentro, se mantenía firme ante los demás, con esa expresión de "¡Vamos, intenta ver en mi interior y te rompo los dientes!". Mantuvo su mirada en su rostro, sus mejillas pobladas de pecas estaban rojas al igual que su pequeña nariz, sus ojos marrones brillantes por las lágrimas y sus labios lastimados por culpa de su manía de comerse la piel de los mismos.
—Tengo que irme.—Su expresión se volvió seria y soltó sus manos. Dunne asintió y se volvió hacia el policía que la llevaría a su celda, solemnemente.
En cuanto estuvo nuevamente entre esas tres paredes sucias, los jóvenes idiotas comenzaron sus críticas sobre la sospechosa.
—Seguro la mató por celos, se nota que está loca por ese niño—habló lo suficientemente alto uno de ellos.
La chica se recostó contra la pared, sentada en la cama, y cerró los ojos para evitar llorar. Recordó las palabras de su madre, "No debes llorar, cariño, porque te saldrán arrugas. Mira las mías, todo es porque lloraba mucho". Luego de esas palabras, la pequeña Chris soltaba una risa y le decía a su madre que estaba loca.
—Además, su madre murió hace unos años en un accidente automovilístico, sólo ella sobrevivió, le debe faltar un tornillo a la hija de perra.
Quería gritar, decirles a los idiotas de los policías que ella no lo hizo, que no asesinó a Liv, pero no podía. Si abría la boca, sólo saldrían sollozos y gritos incomprensibles, junto con las lágrimas. No quería llorar, después de todo, nadie quiere un rostro arrugado.
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