PRÓLOGO.

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Estaba totalmente perdida, iba como flecha disparada sin rumbo. Yo simplemente no sabía ni donde estaba parada, de lo único que era consciente es de que había perdido mi tiempo trabajando, esforzándome, corriendo, haciendo sacrificios por personas que ni siquiera se lo merecían.

¡ESTABA HARTA!

Estaba harta de tanta mierda.

Mi lema siempre a sido:

Nunca mirar hacia atrás, donde el pasado es pisado.

Sin embargo, hoy a mis veintidós años decidí parar, parar por completo y a raya. Tratando de no darme patadas en el trasero decidí mirar hacia atrás queriendo descubrir ... ¿Qué era lo que estaba mal en mi vida? Porque a lo largo de los últimos tres meses, según he venido contando, no me siento a gusto con los resultados de mi esfuerzo, ni con aquellas oportunidades que agarre con las dos manos y hasta los codos.

Y resulta que hace muchos años alguien me dijo:

¡Zapatero a su zapato! - aquella persona iba manejando y volteo a verme mientras me lo decía. - Ya es hora de que vaya pensando en que es lo que quiere para su vida señorita. Usted es joven, inteligente y capaz de lograrlo todo, pero no deje que el tiempo se le vaya de las manos, es verdad que tiene mucho de él por delante, pero aquel es implacable y no perdona.

Era muy joven para comprender y definitivamente me entró por un oído y me salio por el otro. Y es que simplemente olvidé aquellas sabias palabras. Pero ahora recordando aquel momento es como ver la luz al final del túnel. Un pequeño rayo de esperanza. Pero a la vez tenía al mundo gritándome en la cara, que era una niña y aún no había madurado, que le debería sonreír a la vida y dejar de llorar por tonterías, que otros están peor que yo. Que lo que me pasa a mí, no es nada. Y tenía toda la razón, lloraba con rabia al sentirme sola, al sentirme como un objeto para los demás. Porque en el pasado no tuve voz propia y ahora cargo con las consecuencias de ser tan ingenua y creer que las decisiones que tomaban por mi los demás, eran lo mejor para mi.

¡Pudiste decir que no!

Mi querida conciencia tenía toda la razón.

Ya era demasiado tarde como para dar a conocer mi opinión. El tiempo se había acabado y no había vuelta atrás. Simplemente tenía que morderme la lengua y seguir con mi vida o por lo menos tratar de mejorarla. La noche se tornaba más fría y la vez oscura. Había caminado durante horas. Las mismas que llevo desaparecida y por la cuales, deben haberse vuelto locos en casa. Si, yo estaba lejos de ahí.

¡MUY LEJOS!

Hoy, como todos los días salí de casa a trabajar, tome el bus y me sentí cansada de lo mismo y lo mismo y sé que no soy la única que pasa este tipo de cosas, la única que tiene este sentimiento de culpa hacia sí misma, agotada física y mentalmente de trabajar y trabajar y no hacer nada más. Y es que quisiera las cosas fueran diferentes, pero no, porque queramos o no esta es nuestra triste realidad. En el momento me dije a mi misma que ya no, así que cambie de rumbo y desaparecí.

Fui en busca de mi paz mental.

Llegue aquel lugar, me tumbe en la cama y dormí. Desperté alrededor de las ocho de noche, un poco aturdida y perdida en mis pensamientos revise mi celular. Tenía demasiadas llamadas perdidas. Lo apague y lo puse bajo la almohada.

Todos se podían ir bien a la mierda.

Quería tranquilidad y sabía dónde podía encontrarla, me puse mis zapatos y empecé a caminar rumbo a la playa. Y así es como termine aquí, ahogándome en mi propio dolor. Llorando peor que al principio y sintiendo como cada minuto de mi vida perdió sentido hace mucho tiempo, solo que recién me daba cuenta. Y aquí estoy con los pies descalzos y los zapatos en la mano. Lágrimas brotando y cayendo libremente por mis mejillas. El dolor a flor de piel gritándome lo estúpida que soy. La brisa del mar que a estas horas de la noche hace que mis huesos se congelen. Aunque no me importa en lo absoluto porque necesitaba estar sola, tratando de no sentir lastima por mi misma y evitando que mi familia me vea con pena. Sé que ellos quieren lo mejor para mi, pero hay cosas que se van de las manos y es que cuando uno se siente insuficiente no hay arreglo para eso.

Y me retracto, porque pensé que estar sola ayudaría y enseguida cambié de opinión, y es que en verdad necesitaba que alguien me consolara, me abrazara y me dijera que todo iba a ir bien...necesitaba compañía.

Me ahogaba con mis lágrimas, me sentía tan sola, y era feo. Me rodee a mi misma llorando a mas no poder ...

Y entonces lo vi..... Mi llanto paró en seco.

¿A quién en su santa misericordia se le ocurriría andar solo con unos vaqueros a esta hora de la noche? Y totalmente descalzo.

Habla por ti misma Graciela, no te has bañado, andas con esa incomoda y corta falda de oficina, esa apretaba blusa de botones, medias nylon que te pican y por suerte no traes puestos los zapatos que llevas en tus manos.

Oh, vamos. Ya cállate, ¿Quieres?

Volví a mirar hacia lugar donde lo había visto y resulta que choque con él. Sus ojos prácticamente violaron los míos a la vez que sus manos tomaron con firmeza mi cintura. Aquel tacto, atravesó la tela de mi ropa quemando mi piel y encendiendo mi cuerpo como el infierno. Debido a la noche, no pude diferenciar el color de sus ojos y mucho menos el de su cabello. Pero lo canela de su piel..... Él era endiabladamente guapo. Debería ser un pecado capital serlo.

Recoge esas babas mujer, creas un río de ellas que desembocan en el mar a tu lado.

¿Ah?

_ ¿Lo siento, no la vi señorita? - escuché su disculpa.

Su voz hizo que me derritiera al instante, era la de un hombre, pero no la de cualquier hombre, si no la de un HOMBRE, (valga la redundancia) en todo el sentido de la palabra.

Responde idiota y deja de pensar en tonterías.

_Tranquilo, de hecho quién tiene que disculparse, soy yo. - dije mientras me apartaba un poco de él y cuando dejó de tocarme, sentí un leve vacío en mi cuerpo. Su calor había causado algo hace unos momentos en mi y ahora esa sensación ya no estaba. - La verdad es que estaba un poco distraída, he venido aquí en busca de tranquilidad y pensar en algunas cosas en la que... - Cerré la boca al instante. ¿Por qué le estaba contando los motivos de mi llegada a este lugar? - Eh..... - Yo, no tenía nada que decir.

Él simplemente sonrió cruzándose de brazos.

_ Entiendo. - dijo. - Sé lo que se siente colapsar y desear tanta privacidad o tranquilidad como se pueda para pensar mejor las cosas, para no cometer una locura.

Volví a respirar, ni siquiera note cuando había dejado de hacerlo. Así que sonreí.

_ Al fin alguien que sabe cómo me siento en estos momentos. - dije y es que había algo que me decía que podía confiar en él. - Es complicado, pero creo que puedo arreglarlo. - mentira, lo que sucedía no tenía solución y jamás la tendrá.

_ Para todo hay solución, menos para la muerte. - respondió. - Conozco muy bien la sensación de no saber qué hacer cuando algo difícil se presenta.

Sonreí de nuevo y él me devolvió el gesto.

_ Si, eso es lo que me trajo aquí, el no saber para dónde rayos ir, me siento atrapada en un laberinto sin salida, ¿Así como un barco a la deriva? ¿No sé si sabes cómo se siente?

_ Créeme, de barcos a la deriva, sé más que cualquiera en esta tierra, es más, podría decirte un número exacto de todos ellos.

_ Jajaja.... - reí. - ¿Es enserio? Digamos que es algo difícil de creer.

Algo en su mirada cambió, ya no era cálida sino desafiante y un poco furiosa.

_ ¿Dije algo malo? - pregunte un poco confundida.

_ ¿Cuál es tu nombre?

¿Ah? Yo lo mire dudosa.

Bueno con decir tu nombre, no significa que vayas a morir.

_ Tu nombre hermosa mujer.

Aquellas palabras me sacaron del mapa.

_ Graciela. - Respondí.

_ Bello nombre. - dicho esto, sonrió y volteo para ver el mar.

¿Qué se supone que debería hacer o decir ahora? Más nerviosa no podía estar.

¿De dónde salió este hombre? ¿Y yo porqué sigo aquí como estúpida?

La Profundidad Del OLIMPO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora