El San Valentín de Leo de la Iglesia y Guang-Hong Ji ya estaba planeado: irían a casa del primero y harían una maratón de películas de terror. Sí, no sonaba como el plan más romántico del mundo, pero es lo que hacía la falta de dinero. No podían permitirse una cena en un restaurante caro o una noche en un hotel de la playa o algo así. Pero, en fin, si a ellos les gustaba, ¿qué más daba?
Leo ya tenía en su casa un enorme suministro de chucherías, patatas fritas y demás. Por su parte, a Guang-Hong le tocó rentar las películas. Aquella tarde llegó a la casa de su novio con una bolsa. Dentro había ocho películas. Tenían mucho que ver, desde luego.
—¿Old Boy?— preguntó Leo, extrañado—. ¿Estás seguro de que esto es terror?
—¡Pues claro que lo es! ¡Confía en mí, Leo!
Leo se limitó a asentir.
Desde la cocina se escuchó el sonido del microondas que indicaba que, lo que sea que hubieran metido dentro, estaba listo para comer. Las palomitas fueron echadas, junto con unas cuantas patatas fritas, en un bol de cristal. No bastaría con una sola bolsa. Los dos comían mucho. Así que Leo metió otra bolsa al microondas y se llevó el cuenco lleno al salón, dejándolo en la mesa junto con dos vasos de refresco de cola que Guang-Hong ya había preparado para ambos.
Se tumbó en su sitio del sofá, lanzando a su boca abierta una palomita y acomodando su brazo sobre los hombros del chino. La película ya había empezado.
—¿Cuál es?— preguntó Leo, no confiando demasiado en su novio para ese tipo de cosas.
—Saw. Un poco vieja, pero es buena.
—Ya... veo.
La película siguió su curso. La verdad, a Leo no le gustaban demasiado las películas de terror, pero le resultaban soportables. Sin embargo, aquellas que involucraban cantidades industriales de sangre y vísceras le revolvían el estómago y prácticamente le obligaban a ir al baño a vomitar. Y, sí, de eso trataba esa película.
—Creo que las palomitas ya están listas. Voy a...— puso la primera excusa que se le pasó por la cabeza al notar que los nervios le habían hecho empezar a sudar. No quería seguir viendo.
—Tú no vas a ningún lado— Guang-Hong le retuvo, agarrando su mano y manteniéndolo en su sitio—. ¡Esto es lo mejor!
Los pelos de la nuca de Leo se erizaron al escuchar el grito de un hombre, no sabía si siendo torturado o qué. No quería mirar. Mierda. Empezó a sudar aún más. No entendía como el siempre adorable y tierno Guang-Hong Ji era capaz de ver ese tipo de cosas sin alterarse siquiera un poco.
—¿Más refresco?— preguntó en un intento por alejar esos pensamientos de su mente.
—No. ¡Y cállate, Leo! No puedo escuchar si sigues hablando.
Pasaron minutos y más minutos. Llegó un punto en el que los ojos de Leo se mantenían cerrados en casi todas, por no decir todas, las escenas. Aún así, eso tampoco servía de mucho. Con solo las voces y la música de fondo bastaba.
—Ji— le dio un apretón a la mano del chino, que giró la cabeza para mirarlo, ya más que irritado. ¡Así no se podía ver una película! No dijo nada, ya que la sorpresa que se llevó al mirar fue muy grande. Leo de la Iglesia a su lado, escondiendo la cara en su hombro y temblando como un flan.
Tuvo que contenerse para no estallar en carcajadas allí mismo.
—No me digas que tienes miedo— preguntó Guang-Hong, aún a sabiendas de cuál era la respuesta.
Cuando su novio asintió, no pudo contenerse más. Soltó una carcajada. ¡Era demasiado adorable asustado!
El chino tomó el mando a distancia del televisor, apagándolo. No importaba. Él ya había visto esa película hace tiempo. Rodeó con sus brazos a Leo, abrazándolo como una madre abraza a su hijo cuando éste llora y acariciando su cabello.
—Me quedaré y dormiré contigo esta noche, ¿vale?— habló Guang-Hong. Leo asintió con la cabeza. Le daba un poco de bochorno admitirlo, pero sabía que, si dormía solo esa noche, probablemente moriría del miedo de despertarse a la mañana siguiente en un cuarto que no conocía y con un muñeco psicópata queriendo castigarlo por las cosas malas que había hecho en el pasado.
Guang-Hong tuvo que reprimir otra risa. ¿Que si sabía del pavor de su novio a las películas sangrientas? ¡Por supuesto! No era idiota. Sí, lo había hecho a propósito. A propósito para tener a su merced a Leo de la Iglesia.
Al fin y al cabo, que fuera adorable y tierno no significaba que no pudiera tener un poco de control sobre su relación, ¿verdad?
ESTÁS LEYENDO
Be my Valentine
Fanfiction1- No era posible que, de entre todas las personas, le hubiera pedido una cita, precisamente, a Emil Nekola.... ¿verdad? 2- Phichit estaba feliz porque Seung-gil finalmente se le hubiera propuesto, así que decidió compartir su felicidad por Instagra...