Capítulo 2

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Alan se encuentra haciendo una cirugía, por lo que estoy esperándolo afuera. Según lo que llegué a ver, se trata de una bebé de pocos días que nació sin una pierna. Lo que hará él es colocarle una pierna postiza y ligársela al muñón, para que tenga movilidad, sintiéndola como si fuese suya propia.

Me acerco a los padres de la paciente y los observo unos segundos, ellos están llorando desconsoladamente. Detrás de ellos puedo ver a sus abuelos, quienes también se ven afligidos.

Tranquilos, el doctor es muy bueno. Verán cómo su hija saldrá de allí saltando alegre —les digo a los padres de la niña.

Gracias cariño por tus palabras, eres una jovencita muy agradable, que Dios te bendiga —respondió su madre.

Me hago a un lado y me dirijo hacia los abuelos, quienes me miran con un deje de desconfianza.

Hola, yo soy Rosie. ¿Cómo se llaman? —pregunto para destensionar el ambiente.

¡Fuera de aquí! —me grita el hombre y la mujer me golpea para hacerme a un lado.

Asustada y adolorida, salgo a la calle llorando. ¿Cómo puede ser alguien capaz de hacer semejante cosa? ¿Qué le he hecho yo?
No entendía nada, estaba molesta por la reacción de aquellas personas. Nadie tiene derecho de tratar mal a nadie, y sobretodo cuando uno no le hace daño alguno.

Sentada en la acera siento unas fuertes pisadas, al mirar hacia mi derecha, noto que se acerca un enorme perro, un Gran danés para ser exactos, y yo... ¡les tengo un gran pánico a esos perros!
Sé que podría haber entrado de nuevo y evitar que ese perro me coma, pero en vez de eso, mi mejor reacción fue correr por mi vida.

Corrí y corrí como nunca antes lo había hecho. Generalmente se diría que disfrutaba sentir el viento helado chocar en mi rostro, pero esta vez no es el caso, en lo único que podía pensar es: huir.

Llegue a un barrio muy conocido, y al aclarar un poco mi mente me di cuenta de donde estaba.

¡Mi casa al fin! —grité y corrí hasta estar bien resguardada, en el centro del salón.

(***)

Las horas pasan, hasta que oigo un portazo.

¿Rosie estás aquí? —pregunta con voz temblorosa Alan y corro a saludarlo.

Aquí estoy Alan, lamento mucho haberme ido, pero esas malvadas personas... lo siento... —digo agachando la cabeza.

Él me alza entre sus brazos y nos dirigimos al sofá del salón. Se sienta, colocándome en su regazo y me habla mientras acaricia mi cabello.

Que bueno que estás aquí, creí que... yo creí...

Noto que no puede continuar hablando y le doy un beso en su mano, demostrándole que todo está bien.

—El señor Fortman y su esposa me contaron de lo sucedido... tenía ganas de asesinarlos a ambos, pero eso iría en contra de mi profesión. Pidieron disculpas, sí, ¿Y sabes qué le respondí?

Hago una mueca y niego con la cabeza, prestando mucha atención a lo que dice.

Pues, le dije que si te pasaba algo, se iban a arrepentir el resto de sus vidas. ¿Y sabes que me respondieron?, que si hacía algo, me pondrían abogados...

Tranquilo, estoy bien Alan —le respondo con una sonrisa y él suelta una risa suave.

Doctor: ¡Te amo! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora