Mi vida... mi vida fue relativamente corta e insignificante. Morí a los dieciséis años, de camino al recital de mi grupo de kpop favorito me atropelló un camión. De haber oído los consejos de mi madre y no escuchar música cuando uno camina por la calle para así prestarle atención a mí alrededor... ¿estaría viva?
Mi asignatura pendiente fue escuchar en vivo a mis cantantes favoritos; eso me impidió elevarme por la luz blanca. Mi atracción por la fanfiction y el kpop hicieron que me quisiera quedar en este mundo, aun así como fantasma. Deambulé por el mundo, observando todo a mí alrededor, con un cuaderno y un lápiz, pronta para rescatar nuevas historias.
Mis lugares favoritos eran las plazas. Allí veía todo tipo de gente y situaciones que resultaban un excelente material. Un día vi discutir a una pareja; el muchacho no le soltaba la mano a la joven durante la pelea. Un gesto tierno y molesto a la vez. Me llamó la atención y me acerqué para husmear el motivo de su altercado. El chico, un estudiante de arquitectura, estaba a unos pocos meses de recibirse y tenía planes de viajar por el mundo, conocer gente, edificios, ampliar su cabeza; ella, estudiante de arte, aún le quedaban unos años para terminar la carrera, con miedo a viajar en avión. Discutían porque él se había anotado para viajar durante un año con el resto de los arquitectos recién recibidos y ella, además de no querer acompañarle por su terror a los aviones, no quería que fuera.
Al comprender lo que estaba sucediendo, -y por ser fantasma- opiné libremente y en voz alta sobre lo que sucedía.
- ¡¿Te puedes callar?!- gritó el chico. Me miró fijamente.
- ¡No me hagas callar!- gritó aún más alto su novia. - Se acabó, hasta acá llegué. Que te vaya bien en tu viaje, y en tu vida.- y se alejó.
El muchacho quedó solo, parado en la plaza y me miraba atónito. Mi expresión no se alejaba mucho de la suya. Luego de un rato de miradas fijas y confundidas, el chico comenzó a correr y yo a perseguirlo. Le preguntaba su nombre y si yo era el único fantasma que podía ver. Era la primera vez que alguien me veía, por lo que lo seguí día y noche.
Finalmente, luego de una semana de persecución, decidió hablar conmigo. Entonces supe que yo era el primer fantasma que veía, que su nombre era Iván y que le molestaba que lo siguiera a todos lados.
A partir de ese momento comenzamos a hablar y así fuimos ganando confianza. A medida que pasaba el tiempo, yo me veía en un aprieto mayor, ya que desde que conocí lo conocí, la luz cegadora había venido a buscarme varias veces... Las mismas que yo me había alejado de ella. Había encontrado otro motivo que me anclaba a este mundo. Cuanto más tiempo compartía con Iván, más me atraía y no sabía cómo hacer para evitar ese sentimiento. Después de todo, era una adolescente, solo tenía dieciséis años.
Las ocasiones en las que me apartaba de Iván eran por las noches; mientras éste descansaba, yo enfocaba mi atención en recolectar material para mis historias, observando al resto de las personas.
Una de esas noches, mientras me encontraba en una playa observando las estrellas, se acercó un ángel, mi ángel de la guarda que, al creer que había ido al cielo, le habían asignado otro ser. El ángel, para nada simpático, expresó todo el enojo que tenía hacia mí, porque ahora le habían agregado más trabajo como castigo por no haberme convencido de partir cuando tenía que hacerlo. Entonces, esa noche y los días que le siguieron, el ángel no hizo otra cosa que molestarme y descargar su bronca conmigo.
- ¡No entiendo por qué no quieres ir al cielo! ¿¡Por este humano!? De nada sirve quedarte si en poco tiempo él ya no va a estar aquí.- soltó el ángel. Había perdido su paciencia. Cerró fuertemente su boca al percatarse de la importante información que había dejado escapar.
A partir de ese momento, enfoqué mi atención en Iván, para así evitar que le ocurriera algo horrible. Realmente quería que él cumpliera su sueño de viajar por el mundo y estaba dispuesta a hacer lo que estuviera a mi alcance.
Descubrí que podía tocar cosas si me concentraba. Recorrí su rostro con mi dedo índice mientras él dormía; logré mover una colcha para taparlo una noche fría. No podía hacerlo con cosas muy pesadas, de intentarlo, mi mano se desvanecía.
Una noche de verano en la que los museos de la ciudad abrían por la noche, acompañé a Iván a una exposición de aviones. Al visualizar al ángel, supe que este era el momento, hoy Iván debía abandonar este mundo. Me acerqué a implorarle al ángel que no actuara, pero él se negó. Durante nuestra conversación, el ángel desvió apenas la mirada y una sonrisa se asomó por unos segundos. Esa era la señal que estaba buscando para actuar.
Uno de los aviones que estaba colgado en el techo, precisamente sobre Iván, se soltó y se dirigía directamente hacia él. Utilicé toda mi fuerza de concentración para empujar su cuerpo y logré retirarlo del camino. Luego, todo se volvió blanco, un blanco que cegaba. Había ascendido, estaba en el cielo; el ángel había logrado completar su misión.
Guiada por algo que no era mi voluntad, me acerqué a la puerta de madera inmaculada, enorme, llorando de tristeza. Ya nunca volvería a verlo, ni a hablar con él, ni a tocarlo... Y lo que era peor, no pude despedirme; no pude agradecerle los sentimientos que despertó en mí y que, aun siendo fantasma, me ayudaron a no perder mi humanidad.
Con el tiempo, mi ser fue logrando la calma y disfrutando de lo que me tocaba "vivir". Desde mi posición, aquí, en el cielo, pude ver a Iván cumplir sus sueños de viajar por el mundo. Algunas veces, especialmente durante las noches claras y estrelladas, lo vi mirar hacia arriba con una sonrisa tierna y una mirada que parecía quería ir más allá. ¿Acaso estaría pensando en mí? Quién sabe... a mí me gustaría creer que sí.
ESTÁS LEYENDO
Alma escurridiza
Short StoryUna fantasmita con poca experiencia se enamora de un humano con muchos sueños por cumplir. PROHIBIDO COPIAR Y/O ADAPTAR Obra registrada en Safe Creative Código de registro: 1712125084566