Capitulo 2

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El día había amanecido junto a una lluvia torrencial que pintaba todo de un color gris, el cual amenazaba con permanecer así hasta que la estrellas quisieran salir. <<Que día tan perfecto>> pensé. Formaba parte de ese diminuto grupo de personas que se sienten inspiradas y llenas de vida, cada vez que asomaba una tormenta. Mis días favoritos son los que incluyen lluvia.

 Me dirigí hacia el sótano en busca de mi equipo de arte, decidida a aprovechar la tarde para dibujar, pintar, crear. Casi nadie lo sabia, pero mi más grande sueño era tener mi propia galería, cientos y cientos de personas paseándose una y otra vez frente a mis obras, disfrutando de verlas tanto como yo de hacerlas. Pero a la vez, compartir mis pinturas no era algo que estuviera en mis planes. Se que algunas son buenas, pero no lo suficiente, y cualquiera de ellas se vería avergonzada ante las obras de los miles de artistas que caminan las calles de la ciudad y el mundo. Mis sueños eran solo eso, sueños. Supongo que a las chicas como yo solo nos basta con soñar, y soñar, y soñar.. 

- Si escribes tan bien como pintas.. - Una sonrisa se dibujo en mi rostro ante aquel comentario

 - Papá, por milésima vez agradezco tu propuesta, pero sabes que no estoy interesada en eso.

 - No pierdo nada con intentar, sabes que creo que estas llena de arte. Dibujas, pintas, bailas, cantas, ¿Que es lo que te hace pensar que no tienes potencial para la escritura? 

- El día que quiera probarme en eso, iré corriendo hacia ti. Lo prometo. 

 Mi padre era escritor y dueño de una de las editoriales más importantes de Buenos Aires. Su pasión por la escritura se igualaba a mi amor por la pintura, y algo me hace pensar que antes de saber de mi existencia, ya podía soñarme como una de las escritoras más famosas del continente y del mundo, si era posible.

 - Voy a estar esperando ese momento 

- Yo digo que mejor esperar sentado..

 - Yo digo que mejor te aprontas para tus clases extra de escuela que empiezan en exactamente ¡Diez minutos! Tarde como de costumbre, te espero en el auto. 

-¿Que no venia mamá a buscarme? Me prometió cenar juntas después del estudio - El rostro de mi padre dejó en claro el tono de decepción en mis palabras

 - Tu madre me llamó esta tarde, esta atascada en una reunión de trabajo.. con suerte mañana vendrá por ti. 

- Me pongo una campera y voy..

 Llegamos al establecimiento y desde lejos pude divisar a algunas de mis compañeras de curso paradas en la puerta del lugar. Había insistido una y otra vez a papá que me dejara bajarme en la esquina y llegar sola al colegio. Que mi padre sea el dueño de una exitosa editorial venia acompañado de una gran mansión, empleadas en cada esquina y autos lujosos. Sabia lo feliz que el se sentía de llevar a su pequeña niña al colegio, pero no me sentía exactamente orgullosa -ni mucho menos cómoda- llegando en autos distintos y de alta gama. Pero lo que menos me gustaba era sentirme observada e intimidada por las típicas miradas pre-juiciosas de los demás. Bajé del auto y subí las escaleras intentando llamar la menor atención posible, pero a medida que me acercaba a mis compañeras podía sentir los murmullos cada vez más y más claros.

- La próxima avísanos y nos reunimos todos en la casa de papito el ricachón

 - ¡Es más! Yo creo que Diana nos podría dar un aventon a casa a todos, con semejante auto no le costaría nada hacer un poco de caridad ¿no? 

- Basta chicos, van a hacer llorar a la nena y ¡Papá nos va a venir a buscar con un abogado!

 Les dedique una sonrisa y seguí mi camino al salón, todo lo que pude escuchar después fue una seguidilla de carcajadas a mis espaldas. << No pasa nada Diana, no pasa nada. No llores, no fijas importancia. Solo unas horas para volver a casa >> Traté de consolarme a mi misma, llevaba practica desde la escuela primaria, donde al parecer comencé a ser el punto blanco para mis compañeros.

 El salón era un revuelo total, el profesor correspondiente a ese turno se había ausentado por razones personales y parecía que cada alumno estaba decidido a aprovechar nuestro tiempo libre. Mis ánimos en ese momento eran inexistentes. Me sentía mal por las burlas de mis compañeras en la entrada, me sentía mal porque mamá canceló nuestra cena, me sentía mal por el nene que me saco mis caramelos aquel primer día de jardín, y me sentía mal por el día en que se me escapó el gato de la señora Dafne, aquella vez que se fue de vacaciones y lo dejó a mi cuidado. Porque cuando te sentís verdaderamente mal, te sentís mal hasta por cosas de las que ya te habías olvidado.

 Recosté mi brazos sobre el banco de manera que pudiera formar una especie de almohada para apoyar mi cabeza, dirigiendo mi vista por la ventana, hacia el patio de afuera. De repente alguien acomodo una silla frente a mi banco para sentarse 

- ¿Queres escuchar música? - Felipe extendía uno de sus auriculares hacia mi, mientras me ofrecía una de esas sonrisas que tanto extrañaba

 - Bueno, dale - La canción me resultaba más que conocida y hasta me sorprendió, debido a los gustos musicales que le conocía. Una nostalgia se apoderó de mi rápidamente y casi podía sentir las lagrimas brotar. 

- ¡Cámbiala por favor! me da ganas de llorar 

- ¿Por que? ¿Que te pasa? 

- ¡Ay Felipe! ¡Si hubieras visto la cara de la señora Dafne! - Solté en una mezcla de llanto y risa que amenazaba con volverse en cosa seria. 

Me volví a acomodar en mi posición de antes y pude sentir como Felipe abandonaba su asiento << se fue >> me lamenté. Medio segundo después estaba sentado a mi lado, arrimó su silla para pegarla a la mía e imitó mi posición para envolverme en sus brazos. Y así nos quedamos. En ese lugar nada podía hacerme daño

 - ¿Mejor? - Si, mejor.. 

 Pague la cuenta del taxi y entré a casa lo mas rápido posible, si llegaba puntual quizás el reto de mi padre por no llamarlo para que pasara a recogerme seria más liviano. << Demasiadas burlas por hoy >> pensé. Estaba decidida a evitar que vuelva a ofrecerse para llevarme, de todas formas estaba bien tomando el autobús, aunque el insistiera en ser mi chófer personal. Entré a la cocina por un vaso de agua y vi en la mesada un plato con un sándwich de jamón encima, al lado un cartel decía - "Aquí tu cena de hoy, liviana como a ti te gusta. No me llamaste para recogerte así que pensé que querías un tiempo a solas. Te quiero, papá." - Sentí una punzada de culpa y a la vez agradecimiento de que mi padre fuera lo más comprensivo posible cada vez que lo necesitaba. Guardé el plato con el sándwich intacto en la heladera, de todas formas lo de cenar era un excusa para intentar pasar tiempo con mi madre.

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Cuéntenme en los comentarios ¿Que piensan de Felipe?

Diana, Felipe y yo, les deseamos un feliz día del amor. 

DIANA: Supervivencia AdolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora