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Abrió los ojos sin saber qué hora era, se removió entre las sabanas revueltas queriendo dormir un poco más, negándose a despertar.
Tenía legañas en los ojos y sabor rancio en la boca, bostezó dándose por vencido, ya que el sueño le era esquivo.
Se destapó sentándose en la cama, buscando sus pantuflas en la suave alfombra, el cuarto estaba oscuro por las pesadas cortinas que ocultaban las ventanas, no importaba, de todas maneras el clima de Ciudad Gótica combinaba con su ánimo sombrío.
Había llovido torrencialmente anoche con fuertes ventarrones, y al asomarse a la ventana pudo percatarse que la niebla cubría el basto terreno de la mansión Wayne, no había sol pues las nubes de un azul plomizo lo cubrían todo de gris.
Su estómago gruño de hambre distrayéndolo, de que la hierba ya estaba demasiado alta y los arboles necesitaban también una podada, ignoró el pensamiento y fue directo al baño, realizó sus necesidades sin ceremonia y al lavarse las manos el reflejo dio paso a la realidad.
Tenía la pijama arrugada y sucia, olía a sudor pues llevaba dos días sin ducharse, su cuerpo otrora musculoso estaba enflaquecido por la falta de comida y ejercicio, sus mejillas enjutas estaban aún más afiladas, pero aquello no era visible pues una espesa y larga barba cubría la mitad de su rostro, la llevaba desalineada porque había crecido sin que mediara su consentimiento, con la voluntad de quien hace lo que quiere si se le deja a su antojo, apenas eran visibles sus carnosos labios y el cabello también crecía ocultando parte de sus ojos, el mar impetuoso que siempre habían reflejado ahora se veía en calma, demasiado sereno para su gusto.
Su imagen frunció el ceño e indignado dio media vuelta para salir de ahí.
Vagabundeo por los pasillos polvosos, Alfred hubiera desaprobado aquello con una mueca rígida, nunca había dejado ni por un día que la suciedad se acumulara, pero el mayordomo ya no estaba ahí, se había cansado de su actitud apática frente a la vida, de su desazón y de sus largos e interminables silencios.
La cocina era la parte más descuidada de todas, había podido divisar por el rabillo del ojo una cucaracha escurridiza, no tuvo que ver dos veces el refrigerador para saber que todo estaba putrefacto y mohoso, tuvo que remover en las alacenas para encontrar un paquete de galletas saladas.
En su camino de regreso recorrió el amplio salón de la Mansión Wayne, desde la chimenea sus padres le miraron con ojos muertos y sonrisas vacías.
Las demás fotografías tampoco significaban ya nada para él, eran de Alfred con el cuándo niño, Dick haciendo piruetas en el jardín, Tim ganando una carrera de atletismo, había espacios en blanco ahí donde fotografías habían sido removidas de las paredes y era notoria su ausencia, en el librero estaban los marcos volteados ahí donde antes estaba Jason arreglando un auto con su sonrisa de delincuente, y otra más de Damián jugando con Titus.
Había sido demasiado débil para ver sus fotografías de nuevo, demasiado frágil para recuperarse, había querido morir, eso habría hecho todo mucho más fácil.
Las galletas se le atoraron en la garganta, secas como estaba él, yermo y desolado.
Hizo su camino de regreso a su alcoba en pasos silenciosos, se metió de nuevo a la cama queriendo dormir y no enfrentar su pérdida.
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La cita se gestó en un elegante restaurante, supo por la mirada de desaprobación del hombre que reprobaba su vestuario y quizá también a él.
Torpe y tímido tomó asiento sintiéndose muy pequeño ante aquellos ojos negros escrutadores.
-Un placer conocerle señor Kent – el hombre inclinó la cabeza, tenía el semblante serio y arrugado no parecía estar mínimamente complacido de conocerlo
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Not the same since you left
Fiksi PenggemarBruce se encuentra en una terrible depresión que causo un accidente automovilístico, Alfred desesperado por ayudarle contrata los servicios de Clark Kent quien se involucrara en su vida para intentar ayudarlo.