Pareja: MinKey [Minho + Key]
Género: Fantasía / Aventura
EEL: TP
Resumen: Año 1423, la dinastía Joseon gobierna Corea. Han levantado los cinco grandes palacios y la familia real reside en el Gyeongbok y se ve amenazada por la maldición de un enemigo...
La noche le encontró sentado en el suelo, con los ojos muy abiertos, como si no quisiera perderse detalle alguno de las sombras que bailaban a su alrededor. Estaba tan nervioso y tan histérico por lo que le esperaba a la media noche, que no estaba seguro de si sus músculos responderían cuando diera la orden de ponerse en pie. Notaba todo el cuerpo tenso, incluso tirante, todo le dolía, mucho más le dolía la cabeza... Demasiado vivido en tan poco tiempo... Giró el cuello y miró con sosegada resignación el traje que su madre le había pedido que se pusiera para marcharse. Era un traje de guerra, más resistentes que las elegantes sedas que solía utilizar...
Conforme se acercaba la hora, se incorporó, sintiendo como todo su cuerpo temblaba y lo más digno que pudo, se atavió con su nueva vestimenta. Era la hora y él, estaba preparado.
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Escuchó el rozar de las telas acercarse por el pasillo y divisó la luz de un farolillo de aceite, su madre y unos criados venían a buscarle. Cuando la reina abrió la puerta del dormitorio de su hijo, lo miró con una gran satisfacción en el rostro por ver que había sido obediente y se había puesto la ropa militar con la insignia de la casa real de los Joseon... ¿Qué esperar en realidad de Minho? Siempre había sido el más obediente de sus hijos.
El joven príncipe avanzó hasta la reina aparentando seguridad, pero en sus ojos brillaba el miedo, la tristeza y la desesperación pero su madre hizo como si no pudiera adivinar aquella destrucción interna que estaba sufriendo el más joven de sus retoños y en silencio le indicó que la acompañara hasta las cuadras. Allí se encontraba un criado, sujetando las riendas del corcel preferido del príncipe. En realidad se trataba de una yegua knabstrupper que siempre había destacado por su docilidad y por su capa moteada tan diferente a los colores uniformes que lucían el resto de caballos de la familia real. La yegua iba cargada con unas sacas tras la silla de montar, su madre dijo que tenía en ellas algo de ropa, dos mantas y lo más importante, armas. El dinero ya lo llevaba él encima para cuando fuera menester gastarlo en algo importante y la comida, le habían puesto una cantidad de pan y kimchi en un bento de madera debajo de las mantas, suficiente para dos días si sabía administrarlo. Era importante que fuera lo más ligero posible. Con un viejo mapa que le indicaba como llegar a la costa, algunas monedas y su poco equipaje, era todo cuanto Minho iba a tener para el camino. Hubiera pedido que al menos le acompañara una escolta hasta los puertos, pero la reina le hubiera dicho que tenía que ir solo... ¿Por qué tan solo? Minho suspiró y tras abrazar a su madre con la extraña sensación de que no iba a volver a verla jamás, montó sobre su caballo y agarró las riendas con toda la firmeza que le fue posible. La reina le entregó entonces un omamori. Se trataba de un amuleto de la suerte que consistía en una pequeña y fina tablilla de madera en la que se escribe una oración o bendición. En aquel caso, la reina se lo había envuelto en una seda blanca y añadido en un cordel que pendió de la muñeca de su hijo como una pulsera.
Volvieron entonces a mirarse a los ojos y todos levantaron la vista al cielo al escuchar el sonido de truenos. De pronto comenzó a descargar el cielo sobre ellos una lluvia muy fina que pinchaba como si fueran pequeñas agujas incrustándose en la piel... Era la peor de las suertes al parecer de Minho, quien no tuvo más remedio que soltar la mano de su madre y salir al galope de las cuadras, cruzar el patio adoquinado en donde los cascos de su yegua hicieron un eco escalofriante que resonó en medio del sepulcral silencio que envolvía el palacio y una vez alcanzaron la puerta de salida, que se encontraba abierta y flanqueada por unos guardias, Minho giró la cabeza al sentir una mirada y en un destello pudo ver a sus hermanos mayores, observándole en silencio desde un punto oculto en el patio que solo se iluminó por unos segundos ante el estallido de luz de un relámpago... ¿Habría visto bien?