La noche está tranquila, como de costumbre, no es muy normal que en esta ciudad ocurran percances muy graves, a excepción de algún grupo de jóvenes creyéndose los reyes de la calle, haciendo el imbécil con botellas de alcohol en la mano.
-Pásame la salsa, esta hamburguesa está desabrida.
-¡No jodas, Diego! No me vas a dejar salsa a mí.
Brad es demasiado egoísta, aún no logro comprender porqué el jefe tuvo que elegirlo como mi compañero para patrullar, tendría que haberme puesto con esa suculenta poli nueva, ¿cómo se llamaba? ¿Pamela? ¿Canela? No tendría mucho sentido que se llamase "Canela", pero bueno, da igual, lo importante es que estaba más buena que... que...
-¡Eh, imbécil! ¡Presta atención a la carretera y deja la puta hamburguesa en paz! -ríe Brad mientras me da un golpe a mano abierta en la espalda. Y es irónico porque es él quien está conduciendo.
Un gran pedazo de hamburguesa toma rumbo equivocado hacia mi tráquea por el golpe, siento cómo la carne quemada me araña esa sensible zona de la garganta. Toso fuerte, muy fuerte, y de mi boca sale disparada una masa confusa de carne, pan, lechuga y mocos que se estampa contra el parabrisas.-¡Joder! Cuando te anunciaron como mi compañero nunca habría imaginado que tenías una puta pistola dentro de tu cuello, jajajaja. ¡Anda, ríe un poco!
Brad ya me estaba sacando de quicio, juro que le pegaría un tiro entre ceja y ceja de no ser porque soy policía. Brad es el típico agente fortachón que tiene la mano más grande que la cabeza y es peligroso porque es de los que primero dispara y después pregunta. ¿Brad? ¡Joder, si hasta tiene nombre de perro agresivo!
Me limpio la boca con una servilleta y con la misma recojo el pobre trozo de hamburguesa que se ha perdido por culpa del estúpido de mi compañero.-Ya hemos pasado por aquí antes, creo que deberíamos patrullar las calles del barrio Sur -le digo con seriedad, aún limpiándome el uniforme del incidente.
-Yi himis pisidi pir iquí intis, no me extraña que seas el consentido del jefe, ¡eres un lame botas! -me hace un gesto de burla mientras gira bruscamente el volante hacia el barrio.
Esta calle está mucho más oscura que las anteriores, solo hay una farola por cada 3 cuadras. Patrullar por la noche en esta ciudad es lo más aburrido que puede llegar a hacer un policía, es por eso que a veces me pongo a contar los árboles que veo o perros o farolas en este caso. Una farola, dos farolas, tres farolas...
-¡Ey, Diego! -Brad me ha interrumpido en mi fascinante tarea, típico.
-¿Qué quieres, Brad? ¿Otra vez se te ha caído el teléfono?
-¡No, imbécil! ¡Mira eso! -susurra alarmado.
Más o menos en la octava farola desde nuestra posición, un poco más atrás, había un extraño hombre de unos 30 años haciendo aspavientos con los brazos, parece que estuviese hablando solo.
-Se está mirando el pie, ¿qué hace ese pobre diablo? -reprocha Brad con tono humillante- ¡Mira! ¡Acaba de caerse de espaldas!
A mi juicio, ese hombre se ha dado un buen golp... Mis pensamientos se ven ahogados por los gritos abrumadores que emanaban de la garganta del extraño sujeto. Está llorando.
-No pares el coche, Brad, hay que ir a ver -le indico, al notar que había frenado la patrulla en seco a una farola de distancia.
-Cl... Claro, será... será solo un borracho -tartamudea Brad.
-¿Acaso el gran agente de policía Brad tiene miedo? -le insinúo riéndome de él.
-¡Por supuesto que no, imbécil! -se indigna poniendo el carro en marcha.
Es curioso, mientras más nos acercamos a ese hombre, más incómodo me siento, no sé, así de cerca no tiene mucha pinta de ser totalmente humano. Locuras mías, creo...
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Sensible
ContoLas emociones no se encarcelan. "Unos se ríen de la vida, otros lloran con la muerte de una mariposa." -José A.A. Dueñas-